— Pides demasiado, Alyssa.
— No es tan difícil realmente —comentó burlona Alyssa. Sus labios se apresaron de aquel panecillo glaseado con azúcar y relleno de frambuesa, le fascinaba—, no te estoy pidiendo la clave de tus cuentas, solo quiero saber más de tí.
— Eras más tímida cuando te conocí en el club —Gabriel cambió de tema, esperando que la rubia pudiera olvidar el hecho de querer ahondar más en su vida—, incluso no podías soltar una frase sin tartamudear.
— Por favor, Gabriel —rió Alyssa—. Una noche no es suficiente para conocer a una persona, en realidad, ni siquiera se trató de una noche, solo fueron un par de minutos.
Alyssa podía recordar a la perfección cada facción del rostro del árabe frente a ella; desde su primer encuentro jamás había desaparecido de su cabeza. Y no, la primera vez que sus ojos pudieron enfocarlo no fue esa noche en el club; había sido cuando ambos cursaban la universidad, aunque en distintas facultades ambos asistían al mismo instituto. Aún podía recordar con claridad el temblor de sus piernas cuando sus ojos se habían topado una fracción de segundo con aquellos penetrantes ojos negros, que sin darle más de un segundo vistazo logró hipnotizar cada célula de su ser. La primera impresión la dejó sin aire, derrotada, hechizada. Una situación a la que ella nunca se había enfrentado a comparación de su hermana; Lessa era experta en conquistar a cualquiera con aquella grandiosa personalidad extrovertida que reflejaba, mientras ella, Alyssa, apenas y podía formular una palabra sin morir por el sonrojo que la embargaba.
Gracias a la reunión anual que se efectuaba para dar la bienvenida a la universidad a los jóvenes de nuevo ingreso fue que Alyssa pudo conocer sobre la existencia de Gabriel, incluso mucho antes de que los reflectores y el legado Mossan pasara a sus manos; y ahora que se encontraban ahí, sentados en el mismo espacio y compartiendo palabras, algo muy en el fondo le gritaba que algo no iba bien, no sabía si era por los pequeños gestos detrás de aquellos ojos negros que la miraban fijamente por minutos que le parecían eternos o tal vez por el aura que incomodidad que envolvía al ambiente.
— No —concendió el magnate—, no es suficiente para conocer a alguien, pero si se es observador se puede deducir más de lo que crees.
Y una idea brilló en la mente de Alyssa, imaginando que tanto podía "deducir" él de ella; pues a su perspectiva Gabriel no tenía un sexto sentido para poder descubrir el tipo de personalidad que las personas podían tener con solo un par de palabras cruzadas. Nadie era tan atinado para saberlo:— ¿En serio?
— Sí.
La rubia se inclinó sobre la mesita, olvidándose de las reglas de etiqueta que si madre les citaba diariamente sobre lo mal educado que se veía el poner los codos sobre la mesa, haciendo aquello y casi rozando el rostro de Gabriel susurró— ¿Y qué puede deducir sobre mí el grandioso Gabriel?
— Que eres una chica hermosa.
— No me jodas —se burló sin miramiento en su cara—, por un momento debo de admitir que me creí el que podrías deducir cómo soy con sola mirada.
Gabriel se enderezó en su lugar.
E imitando la pose de Alyssa puso los codos en la mesa inclinándose hasta rozar la nariz de la rubia; a su olfato llegó aquel perfume empalagoso que detestaba, una mezcla de flores que pretendía ser elegante. Detesto la idea de la chica burlándose de él, así como si nada, riéndose en su cara de su presunta habilidad.
«Quién se cree para reírse de mí en mi propia cara» Pensó el moreno con furia reprimida, mordiendo su lengua para no maldecir frente a ella.
— Fue un halago.
— Que no te pedí —contestó la rubia con sorna, desviando sus grandes ojos a los labios del magnate. Aquellos que le invitaban a besarlo y perderse en su sabor; aquel que probablemente sabría a café recién hecho—. Eres un estafador, Mossan.
— No lo soy —contradijo de inmediato. Su rostro le recordaba tanto a Alessia, que de no ser por aquellas gafas empañadas por sus alimentos combinados, la habría tomado por las mejillas y sometido a un beso que jamás podría olvidar—, solo quise resaltar lo hermosa que eres.
— Pruébalo.
— Bien, pero preferentemente en otro lugar —Gabriel se puso de pie, y le tendió la mano a Alyssa. Gesto que fue ignorado por ella pasando frente a él con las manos ocupadas en sostener su maleta deportiva y la mitad del panecillo que tanto amaba. El moreno quiso rechinar los dientes ante el acto—. Las piernas me están matando.
Después de haber discutido sobre cual sería el lugar adecuado para demostrar la tan dichosa habilidad del moreno, Alyssa había ganado, dejando de lado la propuesta de ir a un club.
Antes de subir al auto de Gabriel, la rubia se detuvo un momento para entrar a un baño público para poder cambiar su atuendo, en la maleta llevaba la ropa que se supone usaría después de la clase; sin embargo, aquello se había visto interrumpido por el pelinegro que la interceptó en el camino y habían terminado en aquel café. Ahora ella están dentro del baño, en sostén, mirándose frente al espejo.
Le gustaba lo que veía, por primera vez Alyssa le gustaba lo que reflejo le mostraba; a una mujer independiente que vestía y actuaba como quería, sin seguir lo que alguien más deseaba. Era ella, era Alyssa y eso le gustaba. Le aventó un beso a su reflejo, y sin prestar demasiada atención a las paredes grises del baño, tomó entre sus manos el vestido rosado con volados que usaría aquella noche, el mismo que había previsto para vagar por la ciudad para poder conocer más, y que ahora usaría para ir con Gabriel. Se dió un último vistazo para salir de nuevo cargando la gran maleta sobre su hombro, para acercarse hasta donde había dejado a Gabriel.
Para su sorpresa el pelinegro no estaba ahí sobre el capó de su auto como lo había dejado esperando por ella, sino que se encontraba en un pequeño puesto de revistas. Se dirigió hasta dónde el se encontraba y se topo con la imagen de él sosteniendo una revista en dónde se anunciaba el compromiso de Alessia y James —el hombre que había logrado domar el corazón salvaje de la otra rubia—, aquello le sentó mal. Vino a su mente el día en que por fin cruzó palabras con él, y el como antes de siquiera preguntar quién diablos era ella soltó de golpe el nombre de su hermana.