Cuando ella recuperó la consciencia, sintió como un dolor terrible le taladraba la sien. Estaba acostada sobre el frío pavimento, sintiendo algo líquido bajo ella. Asustada, con su mano toco aquella cosa y lentamente la levanto para ver que era.
Rojo.
Sangre
Aunque ella no sentía que estuviera herida.
Ella se levantó despacio y miro a su alrededor, cerca se encontraba un automóvil volteado, seguramente porque intento evadirla. Se acercó despacio, para ayudar a los que estuvieran dentro, sin embargo se sorprendió al ver a través de las ventanillas ya que ahí no había nadie, aunque la sangre cubría el asiento del piloto.
Retrocediendo lentamente, ella se dio cuenta de algo aún más aterrador. No recordaba nada, ni siquiera su nombre. Y cuando trataba de qué algo con sentido acudiera a su mente, el dolor en su cabeza se incrementaba.
En su incertidumbre se dio cuenta de otra cosa extraña: por ahí no había nadie, a pesar de ser aun de día y estar en una calle principal. Tampoco se escuchaba nada, ni siquiera el lejano ladrido de un perro o a alguien trabajando cerca, ni siquiera un insecto, esos seres casi omnipresentes.
Comenzó a caminar en espera de encontrar algo, pero las calles por la que pasaba, a pesar de haberlas visto muchas veces, de pronto se le hicieron extrañas, antinaturales.
Al final, después de andar lo que le parecieron horas, llego a su casa, o al menos así debía haber sido. La edificación era la misma, el patio era el mismo, incluso la reja era la misma. Pero aquello le causaba repulsión, en entendía cómo, pero en su interior sabía que si entraba en ese lugar, algo malo pasaría.
¿En serio?
Ella retrocedió al escuchar esa voz, burlesca y grotesca, saliendo de la que debería haber sido su casa. Sin perder tiempo comenzó a correr, dio la vuelta en la esquina y... volvió al lugar del accidente.
¿Porque correr? Hay que divertirse.
La voz parecía estar más cerca que antes, era como si le susurrará directamente al oído, pero cerca no había nadie.
Ella corrió de nuevo, metiéndose entre callejones, saltando bardas, entrando en casas vacías, pero con las puertas siempre abiertas. Pero hiciera lo que hiciera, siempre regresaba al mismo sitio.
¡Hay que divertirnos!
—¡Cállate!
Ella, ya sin fuerzas, cayó de rodillas en el mismo lugar en el que había despertado. La sangre seguía fresca y el rastro de su cuerpo se mantenía aún, era como si se hubiese levantado apenas.
¡Hay que divertirnos!
Fue justo en ese momento que recordó quien era y lo que hacía ahí. Se llamaba Paula e iba en busca de Antonio, su amigo que estaba a punto de ir a un lugar muy peligroso.
Mientras cruzaba rápidamente la calle, un automóvil la embistió y después todo se volvió negro.
Estaba muerta.
¡¡HAY QUE DIVERTIRNOS!!
Paula de pronto sintió como algo frío la tomaba de las piernas, asustada intento levantarse, pero aquella cosa, que se comenzaba a formar con su sangre, la sostenía con fuerza, mientras reía con una voz gorgojeante.
—¡Sí! ¡Has muerto! ¿Pero qué más da? ¡Hay que divertirse!
Paula grito y lucho para quitarse esa cosa de encima, mientras la sangre se arrastraba por su cuerpo y comenzaba a cubrirla, a tomarla, a devorarla.
La piel, músculos y huesos de la chica se derretían mientras esa cosa la asimilaba, pero ella reía, reía porque era divertido, reía porque, a pesar del dolor, ella solamente estaba muriendo. Mientras esa cosa se la comía, vio el destino de los demás, de los que dejo atrás. Ella había tenido mucha suerte.
¡Hay que divertirse!
*
—¡Se me hace tarde! ¡De nuevo!
El chico, Gabriel, corría debido a que las calles estaban cerradas y el taxi no podía avanzar. Al parecer un poco adelante hubo una accidente, no sabía que había pasado y no le interesaba, lo que le preocupaba era que de nuevo llegaría tarde al colegio.
—¡Apúrate Daniel! —grito una chica.
Delante de él una pareja corría a toda prisa, llevaban el mismo uniforme, así debían ser de la misma escuela. Eso era bueno, no sería el único regañado e incuso esta es tenía una excusa que ellos corroborarían.