Para nadie es un secreto que muchas personas viven un calvario en su entorno cotidiano, asimismo somos conocedores de que cada quien tiene sus propios demonios y por ende en su cabeza existe un infierno, un lugar de perdición que es totalmente diferente al tuyo y al mío; es precisamente de eso que muchos tienden a escapar, pero se encuentran con la cruda y lúgubre realidad, realidad que conlleva al sufrimiento puro, sufrimiento que a menudo solo lo puede aliviar la esperanza de morir algún día y acabar con lo que mortifica el alma.
Siempre vemos la soledad como algo malo, y esta afirmación es relativa, pues hay quienes perciben esto como sinónimo de perdición, de depresión y ganas de arrancarte el alma, pero hay quienes vemos más allá y entendemos que la soledad es tan bella como la vida misma, tan efímera como la realidad y tan cruda como la muerte. Ciertamente tendemos a estar rodeados de gente y cosas banales como posesiones que queremos acaparar cada vez más, pero eso solo con la intención de llenar vacíos inconmensurables; pero a su vez la gente ignora que eso solo nos trae repercusiones para con nosotros mismos.
Siempre me he caracterizado por tener ciertas creencias y en mi forma de ver el mundo, soy conocedor y fiel creyente de que el saber del hombre, en sí atribuye a la expansión de su soledad y es allí cuando las personas de mente débil se ven al borde del abismo, abismo del cual les es sumamente difícil salir, abismo que los arrastra hasta lo más profundo, abismo que obliga a purgar sus almas sin siquiera haber muerto, es allí cuando se ve reflejada la cruda realidad de aquel monstruo inmortal, aquel monstruo que nos observa desde el lugar más oscuro, desde lo más recóndito de nuestras cabezas y de nuestro ser, aquel monstruo que siempre está a la espera de vernos flaquear para aprovechar su poderío sobre la situación y hacer que todo el esfuerzo que se ha hecho por salir de aquel bucle haya sido en vano, tan inútil como la negación de las asperezas del alma negra que tiende a manejar una podredumbre en las personas que asimismo lo interpretamos de la manera más nefasta posible.