La Crudeza del Terror

Jo, jo, jo

El cielo esa mañana estaba en un color muy claro, y todas las calles estaban pintadas de nieve, Dany había recién despertado y había ido a desayunar aún enrollado en las sábanas para dormir, era entonces la mañana de navidad. Todo transcurría como cualquier otro año, a diferencia de que esta vez Dany no había querido ir a comprar la cena con mamá, así que decidió quedarse en casa a ver la televisión, aunque esto a mamá no le gustaba mucho. Estaban transmitiendo un especial navideño de su serie de dibujos animados favoritos. El pequeño no había dejado de ver la televisión, aunque por momentos miraba a la habitación de su padrino, anteriormente le había oído decir que dentro de su habitación guardaba los regalos de Santa Claus para la madrugada. ¿Qué sería eso que recibiría este año? ¿Sería ese oso de la tienda “Hot Toy’s” que tanto deseaba? 
Había oído a mamá decir a regañadientes que no tocara para nada la puerta de su padrino, este tenía una enfermedad mental de la que nadie hablaba, pero sí que todos lo trataban de modo “especial” cuando se acercaba, incluso había visto a mamá hacer gestos de disgusto cuando quería cenar con ellos, era él quien pagaba todo en la casa, y quienes estaban viviendo en ella siempre trataban de atenderle lo mejor posible. “Una enfermedad”, decían, pero la principal regla era “aléjate de él”. 
Posteriormente el sonido de la televisión fue perdiéndose y Dany casi caía dormido en el sofá, el tiempo comenzaba a pasar y mamá no llegaba, casi anochecía, era de suponer que llegaría con la cena lista, de otro modo ¡sabría Dios a qué hora terminarían cenando!  
La luz de la sala comenzó a desaparecer y Dany se propuso levantarse a encender alguno de los focos, pero su estatura aún era demasiado pequeña para poder alcanzarlos; incluso se paró de puntillas y comenzó a dar pequeños saltos, pero obtuvo resultados negativos. Fue al comedor de la casa y arrastró una silla de madera rechinante que colocaría frente al interruptor, su idea era subir en ella; pero antes de lograrlo, escuchó algo rebotar en el suelo, como el sonido de una esfera del pino de navidad cayendo al suelo. 
No alcanzó a levantar la mirada para cuando a sus pies vio una esfera como la ya descrita, pero de color verde; resplandecía y había dejado un camino de nieve casi líquida, como la cercana a una vela encendida. Dany miró hacia arriba y notó la puerta de la habitación de su padrino con una ligera apertura, dejando escapar una ligera luz amarilla proveniente de dentro. El niño quiso voltear y encender la luz de manera inmediata, pero su vista fue imposible de mover posteriormente a observar la puerta continuar abriéndose. De dentro provenía el sonido de unos cascabeles, acompañados del sonido del trote de unos renos, todo tal y como lo describían en la escuela.  
Dany bajó de la silla y peinó su cabello a un lado, mostrando una sonrisa ante la puerta que soltaba un resplandor de color amarillo. Pero fue mayor la sorpresa cuando, gracias a que es un niño muy listo, logró reconocer la risa de un montón de duendecillos proviniendo del mismo cuarto ¿era capaz Santa Claus de haber venido con su trineo, renos y duendecillos? Eso en el colegio nadie lo creería, pero sí sería una experiencia que jamás olvidaría. 
La puerta continuó abriéndose y el conjunto de sonidos cada vez se hacía más fuerte, el destello de color amarillo había comenzado a golpear el rostro de Dany, obligándole a cubrirse la cara con la mano.  
Mientras a una no grande lejanía podía ver una sombra casi imposible de no reconocer, su corazón se llenó de emoción, sus piernas temblaban y la manos le sudaban. 
Pero…, de la puerta no salió el golpeteo con la madera de las pezuñas de renos, sino los delgados pies de pequeños niños amarrados al cuello con cadenas de un frío metal que arrastraba por el suelo, estos niños tenían unas miradas fúnebres y todos sus huesos sobresalían de su cuerpo. Como los de alguien que está posterior a morir de hambre. Mientras que en una mano llevaba el conjunto de cadenas, en la otra portaba una esfera de color verde; se trataba de un Santa Claus con un rostro demacrado y los ojos hundidos en un tono rojizo. Desde detrás de sus flacuchos pies jaló un saco sucio y manchado de tonos sangrientos, de él asomó a un oso de la tienda Hot Toy’s. “¿Es este oso el que deseas, Dany?”, dijo con una voz profunda y sin aire. “Ven, ven por él”. 
Pero las cosas no empeorarían sino hasta darse cuenta que, entre el grupo de niños encadenados se abrió paso un duendecillo en especial, no le había podido ver con exactitud ni detenimiento, pero no era otra persona sino el mismo Dany, con su mirada perdida, moretones y los ojos blancos. 
Desde enfrente de la puerta, y sin quitar su mirada de encima de él, aquél retorcido Santa, muy lentamente y con un tono desesperanzador que sería difícil de olvidar, dijo: “jo, jo, jo”. 
Para Dany fue imposible hacerse hacia atrás sin topar en su camino la silla, posteriormente…, notó en Santa un par de hilos que salían desde sus clavículas, esternón y omóplatos, comenzó a tener movimientos propios de un títere, y mientras permanecía estático, logró observar a su padrino sonriendo a la lejanía, para decir en susurros y muy pegado a su oído “¿jugamos de nuevo, Dany?”. 



 



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En el texto hay: horror, cuentos, terror

Editado: 25.12.2019

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