La despedida

Capítulo 3 - Tregua

—¿Y bien? —preguntó Val mientras tomaba un gran sorbo de su bebida.

Esa tarde estábamos en mi habitación mientras pasábamos el rato. Val y Carlos habían aparecido por mi casa a eso de las tres y media de la tarde con la excusa de ver el partido de básquet que transmitían a esa hora. Ellos eran mis únicos amigos, bueno, los únicos lo suficientemente cercanos como para poder entrar y salir de mi casa a voluntad.

Yo nuca fui un chico de esos que se caracterizan por tener muchos amigos, más bien lo contrario y aún los pocos que tenía habían paulatinamente desaparecido cada uno a seguir su camino aún cuando la promesa de seguir en contacto después de la graduación había sido hecha. Y es que así es la vida... Ya sin amigos con los que hablar constantemente me sentí atravesado por la espada del aburrimiento, fue allí cuando encontré mi trabajo de mesero, cuyo puesto venía con dos amigos incluidos en el contrato.

Val, que era un chica mayor que nosotros, casi entrando en sus treintas, no era delgada, pero tenía unas caderas increíbles. Tenía el cabello negro y muy corto con un flequillo muy emo y con una lista de exnovios más larga que las vías del tren. Carlos por su parte era un joven de mi edad. Su piel era tostada y aunque era de baja estatura tenía músculos muy sólidos que daban la apariencia de ser mayor. Carlos era un chico latino que al no poseer la residencia el trabajo de mesero le había caído como anillo al dedo. Ellos eran con los que siempre cubría mi turno y entre tanto pasar noches tras noches en vela habíamos construido una amistad, que aunque muchas veces no resultaba perfectamente armoniosa lograba mantenerse con buen pie.

—¿Que te dijo, Josh? Vamos hombre, no me dejes con la intriga —volvió a preguntar mi amiga con desesperación—. ¿Y tú por qué no pareces estar interesado en lo que podría haberle dicho — le preguntó a Carlos, quién se atiborraba con snacks mientras miraba fijamente a la pantalla que había en mi habitación donde pasaban el juego de básquet.

—No me hace falta saber —le respondió sin perder un segundo del juego—. Josh seguramente se desmayó cuando esos suculentos labios se posaron en los suyos con pasión ardiente...

Todos quedamos en silencio digiriendo aquel comentario.

—Muy ingenioso —dijo Val.

—Ustedes están locos. No nos besamos —aclaré al momento que me tendía en la cama con la misión en la mente de no derramar mi bebida en ella—. Fue un momento un poco raro, solamente nos habíamos visto en un par de ocasiones y no en los mejores términos realmente. En la tienda nos insultamos —comenté contando con los dedos—, luego en el restaurante también nos insultamos y en el estacionamiento del restaurante también pasó igual... Creo que cada vez que nos vemos nos insultamos. Es inevitable.

—!!!!Siiiiii¡¡¡ —gritó Carlos a todo pulmón mientras celebraba bailando como idiota que su equipo empatara el marcador.

Nosotros nos unimos a su celebración, pero más mesuradamente.

—¿Y bien? —volvió a preguntar Val.

—¿Qué?

—¿Que te dijo?

Yo suspiré con exasperación. Val aunque era mayor que nosotros siempre regresaba automáticamente a sus quince años mentales cuando se trataba de algo mínimamente romántico, incluso, a veces ni siquiera tenía que ser romántico el tema, siempre que hubiese un hombre y una mujer involucrados en la trama para ella significaba que aquello era un potencial romance indefinido. Creo que eso pensaba ella de mí bizarra situación con Mara. Un potencial romance indefinido.

—Ya te dije que no pasó absolutamente nada. Ella simplemente vino a disculparse por los insultos que me había dicho...

—Ese es el asunto Josh. Esa chica fue al restaurante a averiguar dónde vives y luego se presenta aquí, a tú casa a disculparse —señaló con suspicacia—. A la casa de un desconocido, personalmente... Disculpa que lo diga así —comentó de forma indiscreta—, pero si mal no recuerdo tú odias a tu cartero...

—!Ese bastardo¡ —mencioné con rencor, deseando que un día su auto se quedara sin frenos.

Ella continuó.

—Según recuerdo ambos se han visto y se han dicho insultos —mencionó con picardía mientras yo vislumbraba hacia donde quería llegar—, pero tú no has sentido en tu conciencia el apremiante ímpetu de encontrar su casa para disculparte personalmente con él.

—Eso es porque Josh no tiene conciencia —bromeó Carlos desde su asiento.

—Sea como sea —comenté al momento que me levantaba de mi cama—, quedamos en buenos términos y llegamos a un acuerdo. La próxima vez que nos veamos trataremos de saludarnos como lo hacen las personas civilizadas.

—¿Y aceptaste? —preguntó Carlos con escepticismo.

Yo solamente levanté mis hombros. Todo había salido bien ¿Qué más podía pedir?

Al finalizar el partido de básquet los chicos se marcharon de la casa, teníamos que estar en el restaurante para el turno de la noche. Carlos se encargaría de dejar a Val en su departamento. Él conducía una motocicleta y a Val le encantaban las motocicletas.

Yo los despedí en la entrada de la casa y volví adentro. Michael me esperaba sentado en la sala de estar mientras leía un libro. Estaba sentado en el sofá con los pies puestos sobre la mesita que había al frente.

—Esto está muy silencioso —comenté mientras pasaba hacia la cocina y me dirigía directamente al refrigerador por una bebida fría—. ¿Todo bien? —le pregunté al pasar nuevamente por la sala.

—Si. Mamá salió hace poco con Tracy, creo que ambas se dirigieron al salón de belleza y luego irían a comprar unas cosas o algo así —Michael dejó el libro a un lado y me miró fijamente con sus inquisitivos ojos marrones—. ¿Quieres sentarte un momento? —Yo realmente no tenía más remedio que hacerlo, así era Michael, tenía esa aura de liderazgo que muy pocos podían desafiar—. Josh sabes que puedes contar conmigo siempre que necesites. Somos hermanos —yo simplemente asentí esperando por donde llegaría la acuchillada—. Entré a tu habitación pude ver que aún tenías las cartas que se suponía que enviarías a las universidades este verano.




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