La despedida

Capítulo 4 - Copiloto

—¡Hey Josh espabila! —dijo Carlos mientras pasaba a mi lado con el carrito repleto con los platos que iba a llevar a una de las mesas que estaba atendiendo aquella noche.

Yo me espabilé lo mejor que pude y traté de recordar lo que estaba haciendo; revisé las notas de pedidos que tenía en mis manos. Estaba atendiendo cuatro mesas, pero solo tenía tres pedidos, supuse que entonces la cuarta mesa aún no se había decidido sobre que ordenar así que me dirigí hasta allí.

—Buenas noches —me presenté amablemente—, ¿Ya eligieron en el menú lo que van a comer esta noche o preferís que les recomiende algo? —las comensales me miraron sin entender muy bien lo que les había dicho. Una de las tres mujeres que ocupaban la mesa me dijo que ya habían ordenado y que más bien ellas se encontraban esperando por su comida. En ese momento recordé que efectivamente había atendido esa mesa, pero no había tomado la orden.

¿Que estaba pasando conmigo?

Lo admito, yo siempre había sido un muchacho apático y distraído, no lo voy a negar, pero en el trabajo muy, muy pocas veces había tenido incidentes con respecto a los pedidos, pero por alguna extraña razón aquella noche estaba bien distraído. Le había llevado el plato equivocado a una mesa, me había confundido en las cuentas y ahora no había anotado los pedidos de aquellas señoras.

Era un desastre y creo que una parte de mi quería admitir que todo aquello tenía que ver con la presión que sentía al pensar en Mara, pero el resto de mí se hacía de la vista gorda y miraba para otro lado justo como le había enseñado desde hace mucho tiempo atrás. Como sea, debo mencionarles que pude sobrevivir a esa noche con mucho esfuerzo, pero no sin varias reprimendas echas por el bueno del supervisor. Ya tenía encima de mí pobre espalda tres turnos de castigo acumulados y no me apetecía ganarme ninguno más.

Aún así yo no podía dejar de pensar en Mara. Estaba lentamente rompiendo mi política con respecto a las chicas lindas. No tenía que pensar en ella, tenía que dejarla ir, que se fuera muy lejos y volara a cualquier otro lugar lejos de mi cabeza, pero siempre me descubría desobedeciendo mis maravillosos y sabios consejos y pensando en ella, en su mirada cristalina, sus dorada cabellera o en sus labios maravillosos.

Era un asco ¿Como podía dedicarle tanto tiempo a pensar en alguien con quien no habría futuro alguno?

¡Estúpido cerebro enamoradizo!

Tenía que mantener la calma, respirar y no caer en la debilidad.

—¡Josh! — volvió a gritar Carlos para llamar mí atención.

—¿Qué pasa? —pregunté extrañado en su tono.

—Tenemos que irnos.

—Pues bien —dije con ligereza—. Salgamos de aquí entonces.

Val me miró con incredulidad.

—Josh —murmuró ella mientras Carlos me miraba con la boca abierta—, tu aún no has terminado con la limpieza de tu área.

Yo miré a mi alrededor y era cierto, suspiré con exasperación y me puse manos a la obra mientras maldecía a mi estúpido cerebro que no colaboraba con la obra. Val y Carlos fueron a mi rescate y empezaron a ayudarme con la limpieza.

—Gracias chicos —dije un poco apenado mientras limpiaba una mesa—, creo que hoy no es un buen día.

—¿Buen día? ¡Já! Josh tienes días distraído —señaló Carlos con preocupación.

—¿Tiene que ver con el asunto ese por el cual no pudiste venir a trabajar la otra noche —preguntó Val mientras encendía un cigarrillo.

—No —respondí sin querer ahondar mucho en esos temas ¿Por qué? Pues porque le había mentido a Val y había tenido la suerte de que ella se lo había tragado y si yo quería que siguiera tragándose todo mi magistral engaño entonces no podía hablar mucho de eso porque Val era muy buena para descubrir engaños, no por nada tenia tantos exnovios.

Gracias a Dios terminamos antes de que el supervisor volviese a dar una vuelta por nuestra área. Salimos de allí y nos dirigimos directamente hacia el estacionamiento. Val se despidió de nosotros y se fue en su pequeño Volkswagen dejándonos a Carlos y a mí solos en aquel lugar.

—Se exactamente qué es lo que te hace falta para que regreses a nuestro plano terrenal —me dijo con expectación—. Sabes Josh, estamos de suerte. Hoy conseguí una cita para este fin de semana con una chica de los suburbios y tienes la suerte de que ella tiene una amiga que está superando una ruptura amorosa —él sonrió mostrando así el buen resultado de haber utilizado brackets toda una temporada sin importar cuán ridículos les quedaban—. Por favor dime qué te apuntas.

—No —dije sin muchas ganas—. Quiero pasar el fin de semana durmiendo plácidamente todo el día porque tengo que cubrir turnos extras.

—¡Vamos hombre no seas sangrón! —dijo poniendo cara de cachorro abandonado—. Te prometo que será mejor que quedarse dormido solo y deprimido.

—No estoy solo y deprimido.

—Lo de Juno ya tiene tiempo que terminó hermano —Yo puse mala cara en el momento que ese nombre salió de su boca—. Ya es la hora de que salgas nuevamente al ruedo.

No hubiera podido negarme aunque quisiera, Carlos era un maestro en el viejo arte de encontrar copiloto. Él tenía una forma de presentarte estás ofertas de citas y salidas que era imposible para nadie zafarse de él y lamentablemente yo no era la excepción así que terminé aceptando su propuesta esperando que la chica que me tocaba a mí no fuera tan molesta como la última.

—¿No me dejarás mal verdad? —preguntó casi con lágrimas en sus ojos de cachorro manipulador.

—No. Allí estaré.

—Bien... ¡Ha! Casi lo olvidaba, por cierto —dijo mientras se subía a su motocicleta—, Lleva tu camioneta. Las chicas tienen que estar juntas así que no podré utilizar el truco de la motocicleta.

—Pero imagino que si utilizarás el truco de la camioneta —señalé mientras miraba su sonrisa de Casanova.

—Ya sabes cómo es el negocio.

Él encendió la motocicleta y se marchó después de darme las buenas noches. Yo subí a mi camioneta y me fui de regreso a mí casa.




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