La despedida

Capítulo 5 - Copiloto pt. 2

Y así es la vida... ¿Qué más puedo tratar de decir al respecto?

Era curioso como yo había pasado estos veintitantos años de vida sin siquiera saber que Mara existía y había estado "bien", en cambio ahora no podía dejar de encontrarme con ella en todas partes. Parecía que el universo estuviera empecinado en juntarnos aún en contra de nuestra voluntad.

Hasta donde yo había podido ver, Mara no nos había visto pasar, así que nosotros seguimos y los dejamos disfrutar de su deliciosa comida y su bebida de niños ricos mientras nosotros buscábamos un lugar donde asentarnos para pasar el rato.

Estaba celoso, muy celoso de aquel niñato rubio que miraba a Mara con tanta emoción. Mientras caminábamos miré como mi hábil compañero susurraba cosas en oído de su pareja y como esta le respondía con su tímida y tierna sonrisa.

Carlos giró y nos pidió que encontráramos un lugar para estar mientras ellos iban por unos helados para todos.

—¡Al fin solos! —suspiró mi come hombres con una intimidante sonrisa torcida que daba realmente mucho en que pensar—. ¿Entonces dime guapo, seguirás haciéndote el difícil?

—¡Ok! —murmuré mientras trataba de tragar el nudo en mi garganta—. ¿Te parece si buscamos un lugar donde sentarnos?

—Me parece bien —ella tomó mi mano y mordió suavemente el lóbulo de mi oreja desencadenando así un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. No nos alejamos mucho del lugar donde estábamos ya que conseguimos un espacio debajo de unos árboles los cuales nos daban sombra. Tendimos la manta en el suelo y nos sentamos.

—¿Y que tal te parece la ciudad? —pregunté más por ser amable que por qué me interesara en realidad.

Ella se acomodó su flequillo y fijó sus hambrientos ojos en mí.

—Pues por ahora se me antoja un poco aburrida —ella tomó un par de cervezas, me tendió una en lo que destapaba la otra con más habilidad de la que yo tendría en unos diez años—. Vine de visita, extrañaba mucho a mi prima, pero su padre es un hombre súper conservador y casi no nos deja salir del departamento solas, seguro piensa que yo podría ser una mala influencia para mí prima —un sujeto inteligente la verdad, yo no podía culparlo por eso ya que seguramente yo haría lo mismo estando en su lugar—. Sabes Josh, es difícil divertirse de esa forma... —Liz se acercaba lentamente hacia mí, justo como un felino antes de saltar sobre su presa y devorarla—. Todo el día y toda la noche encerrada como si fuera una princesa en una torre.

—Querida no creo que seas una princesa —señalé mientras trataba de hacer espacio entre nosotros nerviosamente.

—Exacto —puso su mano en mi pierna y yo casi salté de la impresión—, no soy una princesa... Soy la reina malvada.

Entonces simplemente se abalanzó sobre mí y me besó. Liz tomó con fuerza mi melena negra mientras me comía la boca (podría llamarlo "un beso", pero precia más una escena de Animal Planet que otra cosa). No es que fuera uno de esos chicos mojigatos ni mucho menos, yo disfrutaba besando chicas, lo disfrutaba en serio, pero aquello me superaba. Liz era una fuerza de la naturaleza más que una mujer y ese beso se estaba volviendo cada vez más inapropiado para el lugar donde estábamos ya que eran muchas las familias que allí se encontraban disfrutando el día y yo me sentía incómodo con la situación.

Sentí que me iba a desmayar por la falta de aire, pero antes de que eso pasará Liz dejó mis labios y me miró divertida.

—Es tan lindo que seas tan cohibido —dijo como si se lo dijera a un gato pequeño—. Me enciende tanto.

—¡Sabes, tengo que ir al baño! —dije y me puse de pie lo más rápido que pude sin que pareciera una huida desesperada.

—¿Te acompaño? —preguntó levantando las cejas coquetamente.

—No gracias... ya regreso.

Entonces hui de allí.

No me avergüenza admitir que me sentí aliviado al poner distancia entre Liz y yo. No quería que me violara allí, frente a todo el mundo. ¿Donde estaría Carlos con su niña linda de cuento de hadas disfrutando de la tarde? Mientras caminaba lo más rápido posible volteé para ver sobre mi hombro si la novia de Drácula que era mi cita me seguía se desencadenó el desastre. Supe que había chocado contra alguien por el golpe, ambos caímos y como el camino estaba sobre una pequeña pendiente ambos rodamos abrazados el uno al otro hasta llegar al fondo. Cuando me separé para mirar al desafortunado miré atónito y algo adolorido que se trataba de Mara con toda su larga cabellera dorada revuelta y su ropa al igual que la mía llena de trozos de césped y tierra. Ella me miró con exasperación mientras que yo levantaba mis manos en son de paz.

—¿Acaso no puedes caminar como un ser humano normal, aunque sea por una vez en tu vida? —gritó enojada.

—¿Yo? —exclamé a la defensiva—. ¿Qué me dices de ti, acaso no podías esquivarme?

Ella me gruñó y luego miró con dolor hacia su rodilla la cual sangraba de un corte que seguramente se había echo con una roca. Mara acomodó su falda y trató de ponerse en pie mientras se quejaba de que le escocía la herida. Yo me levanté con rapidez también, poniéndome así a su altura.

—¿Te encuentras bien?

—¿Seguro te parece que estoy bien? —preguntó ácidamente mientras se sacudía la ropa.

—Oye Mara te aseguro que no era mi intención que nada de esto sucediera —dije algo arrepentido, digo "algo" porque en el fondo agradecía volver a verla—. Lo lamento.

Ella me observaba con indecisión.

—Bien —gruñó tratando de aún parecer molesta, pero su mirada era suave—. Para la próxima vez que nos encontremos trata de ser un poco más amable conmigo por favor.

Yo sentí mi corazón aumentar su ritmo más que gustoso.

—¿Habrá próxima vez? —pregunté más esperanzado de lo que pretendía.

En el pálido y atractivo rostro de Mara se dibujó una media sonrisa al notar mi expresión.

—Pues eso creo... Últimamente te encuentro en todas partes.

Ella dio media vuelta y empezó a caminar. Yo la miraba cada vez más hipnotizado en ella, en su fuerza y su belleza y odiaba sentir aquello porque sabía que me estaba ilusionado mucho más de lo que era razonable y seguramente terminaría solo, y pagándolo muy caro... Pero como era un idiota no podía evitar sentirme tan atraído hacia ella, así que corrí y la alcancé.




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