La despedida

Capítulo 6 - Giros incomprensibles

—Josh... Tenemos que parar —jadeó Mara mientras separaba sus labios de los míos. Ella me miraba con sus preciosos ojos del color del jade más extraordinario y escudriñaba mi rostro en aquel momento de una forma en la que jamás lo había experimentado antes—. Josh... —yo tomé sus mejillas con delicadeza y me acerqué nuevamente para besarla. Entonces la realidad golpeó en mí pecho sin piedad—. Josh, tengo un novio que me está esperando.

Su mirada estaba sobre mi, una mirada clara y cargada de emociones que yo no sabía identificar. Mara tomó mi mano con cariño, pero se trataba de un cariño que parecía distante, ella suspiró y aún así la separó de su rostro, al mismo tiempo que se alejaba un paso de mi.

—¡Espera! —susurré con premura mientras ella negaba simplemente con su cabeza.

—Debo volver —dijo y podría jurar que aquella fue la despedida más dolorosa que había tenido en mi vida, pero en realidad no podía saber lo que la vida misma tenía preparada para mí.

Después de que vi a Mara marcharse lejos de allí todo se convirtió en una gran porquería. Aquella situación era un completo chiste, toda mi vida era una basura. Odiaba sentirme así de abandonado, por esa razón siempre le había huido al amor, pero siendo el idiota que soy, era de esperarse que tenía que enamorarme de Mara, la cual era la chica más inalcanzable que podía pedir, y aún así me lancé con ella, sin detenerme a meditar en su hermoso y rico novio de cuento de hadas, o en su vida de niña rica... O en el echo de que yo era un completo perdedor que no podía ofrecerle nada.

Y el tiempo pasó y sí, pasé días enteros, renegando de mi pésima suerte y del dolor en mi corazón. El sol salía y luego daba paso a la luna y viceversa, así eran los días para mí. Pozos negros de aburrimiento. No había nada que pareciera animarme en lo más mínimo. En el trabajo era un desastre, cada vez más desaliñado y distraído que nunca, donde Val y Carlos se esforzaban por cubrirme ya que como buenos amigos una vez escuchada mí lamentable historia se dieron a la tarea de consolarme y apoyarme... Y como era de esperarse aquello solo logró que me tuviera aún más lástima de la que me tenía de por sí.

—Bueno chicos, es todo por hoy —bostezó Val mientras se metía en su auto —. Espero verlos el fin de semana.

—Yo estaré libre y preparado —confirmó Carlos con su sempiterno ánimo—. ¿Qué me dices Josh?

Yo asentí fingiendo tener el ánimo que claramente no tenía. Val me sonrió con ternura.

—¡Vamos hombre! Ella se lo pierde —dijo para tratar de levantarme el ánimo—. Estoy segura de que este viaje a la playa te hará sentir un poco mejor.

—Así es —le apoyó mi amigo—. Lo que necesitas es ser uno con la naturaleza por un momento, ya sabes, recobrar energía.

Yo sonreí, pero no del todo.

—Está bien —dije tratando de poner buena cara—. Iremos a la playa entonces. No suena tan mal.

Regresé a mi casa muy cansado tan cansado que subí directamente a mi habitación y simplemente me dejé caer sobre mi cama como si fuera un gran árbol al que hubiesen cortado justo desde la raíz... Y no me levanté hasta después del mediodía.

Desperté con cierta dificultad, me dolía todo el cuerpo y aunque había dormido toda la mañana no me sentía tan descansado como me hubiera gustado. Me levanté lentamente y anduve directo hacia el baño donde me di una ducha de agua helada para poder despertar y despejar la mente. Aún sentía el corazón dolido, y es que por más que hubiese querido dejarlo todo en el pasado ya no podía, era muy molesto la verdad. Siempre pensaba en ella.

En casa las cosas estaban movidas esa tarde, y no era para menos ya que mi hermano y Tracy regresaban a su casa a la mañana siguiente y estábamos organizando una pequeña despedida en forma de cena familiar. Mamá preparó un delicioso pastel de carne muy condimentado mientras que Michael y yo de dábamos los toques finales al puré de papas y la ensalada. Tracy como se encontraba con los pies un tanto hinchados le dimos la tarea de solamente coordinar la música desde su celular al equipo de sonido que teníamos en la sala. A eso de las siete de la noche nos sentamos a la mesa y después de dar las gracias procedimos a servirnos y comer de todo lo que había en la mesa.

El timbre de la casa sonó justo cuando estaba por echarle el diente a mi porción de pastel de carne. Todos en la mesa nos miramos seriamente, pero yo sabía que la tarea de atender esa llamada recaería sobre mí. Yo estaba bien al fondo de la cadena alimenticia. Le di un buen trago al vaso de vino que había junto a mí y me dirigí hasta la puerta pesadamente. Una vez allí abrí la puerta y mis corazón dio un salto al mirar a Mara frente a mí puerta.

—Hola —dijo tímidamente mientras me miraba fijamente, aunque con nerviosismo. Yo no podía más que observarla; vestía de una forma muy sencilla, pero aquello no minimizaba lo guapa que estaba—. ¿Es un mal momento? —preguntó al notar mi incómodo silencio.

Yo traté de encender nuevamente mi cerebro lo suficiente como para conversar con ella.

—Hola —dije tratando de sonar un poco jovial, esperaba así poder demostrarle que sin importar nada yo me encontraba bien y no llorando sobre su recuerdo—. Es una sorpresa que estés aquí.

Ella sonrió, pero fue una sonrisa pequeña, solo la comisura de sus labios.

—Espero no molestar... La verdad no sabía si te encontraría aquí o ya estarías en tu trabajo.

—Hoy tengo la noche libre —le expliqué con naturalidad. Sus ojos volaron rápidamente por sobre mi hombro izquierdo tratando de ver hacia adentro de la casa, seguramente debido a la conversación que se podía escuchar llegar desde el comedor.

—Llegué en un mal momento verdad —señaló con vergüenza mientras parecía inquieta e incómoda en su lugar.

—Estábamos por sentarnos a cenar —ella se ruborizó como si fuera un tomate.

—Lamento haber venido a tu casa a esta hora.

Mara se giró y comenzó a andar muy rápido hasta la entrada del jardín. Yo no lo podía creer, había venido hasta aquí, y luego se marcharía así tan repentinamente dejándome allí sin más. No podía aceptarlo, entonces yo la seguí rápidamente y la alcancé antes de que pudiera entrar en su automóvil. Al estar a pocos centímetros de donde ella estaba la tomé por el codo y la giré nuevamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.