Revolver vería ante sus ojos a un hombre de tez blanca y cabello café chocolate con un estilo de peinado semidespeinado, además de que traía unas zapatillas blancas, al igual que unos vaqueros ajustados y una chaqueta tipo polar, cuyo cuello cubría su boca y casi le llegaba a su nariz. Cabe resaltar que el chico tenía dos tatuajes, uno en cada mejilla: el de la mejilla derecha era una equis, y el de la mejilla izquierda era un tatuaje de una cruz. Estos tatuajes y sus alrededores tenían unas laceraciones y rasguños.
El chico con una mirada desconcertada miraba hacia delante mientras Revolver miraba con curiosidad al hombre, el cual, con sospecha y con una postura encorvada, vería a sus lados y, justamente al ver hacia donde se encontraba Revolver, este se abriría levemente la boca, dejando ver un poco sus dientes mientras se inclinaba un poco hacia atrás.
Revolver levantaría el brazo mientras con su dedo índice apuntaba hacia el hombre. —Pareces una nube —mencionaba Revolver—. ¿Quién eres?
El hombre repondría su postura encorvada mientras decía: —Soy un estudiante de esta escuela.
—Ese nombre está más largo y confuso que el mío.
—Ah, no, mi nombre es Gustav.
—El mío, Revolver. ¿Y qué haces por acá? Pensé que todos están en la cafetería.
—Vengo por... ¡Porque soy nuevo, así que no sé nada de este lugar!
—Eres extraño, aunque es un gusto conocer gente nueva.
—Por cierto, ¿por qué tienes la cabeza vendada?
—¡¿QUÉ?! —Revolver exclamaría sorprendida mientras mandaba sus manos a la cabeza, sintiendo la textura fibrosa de las vendas. Revolver, al toquetear un poco más las vendas, se cuestionaría a sí misma—. ¿Desde cuándo traigo estas vendas?
Gustav, quien se había quedado en silencio ante la escena, pondría entre sus dientes la falange media de sus dedos mientras murmuraba: —Supongo que eres un cuerpo muerto.
—¿Un qué? —inquiría Revolver mientras dejaba de tocar sus vendas a la vez que sostenía una mirada de curiosidad hacia Gustav. Este último levantaría levemente la ceja para después contestar—: No sabes que es un cuerpo muertoverdad?
—Si te soy sincera, cualquier pregunta que me hagas creo que no te la podré contestar.
—Ja, curioso.
En ese preciso momento se empezarían a escuchar pasos aproximándose a la enfermería. Gustav, al escuchar los pasos, daría un suspiro algo decepcionado para después ir caminando hacia la salida, pero antes de marcharse agarraría el marco de la puerta y exclamaría: —Fue un gusto conocerte, Revolver.
Gustav saldría de la enfermería dejando sola a Revolver, pero en pocos segundos Taro llegaría. Al ver como Revolver ya estaba en pie y mirando hacia su dirección, la saludaría: —Hola, Revolver, vengo a avisarte que ya se va a acabar el receso.
—¡Ya voy! —gritaría Revolver, empezando a caminar con velocidad, saliendo de la enfermería junto a Taro y el pequeño libro, mientras el dúo recorría los extensos pasillos de la escuela a la par. Mientras la luz recae sobre sus costados, Revolver inquiriría: —Oye, Taro, ¿sabes qué son los cuerpos muertos?
Taro con una leve sonrisa miraría de reojo a Revolver mientras respondía con sencillez a la pregunta de Revolver: —Claro, nosotros somos seres malditos, ya sea con un futuro horrible o con mantener una vida miserable por el resto del poder, pero esa misma maldición nos da habilidades.
—¿Por qué dices nos?
—Porque tú y yo somos cuerpos muertos.
—Oh, está bien... espera, eso quiere decir que te pasará algo malo.
—No me pasará nada malo y ¿sabes por qué?
—No
—Porque yo soy el que prevalece ante las adversidades.
—Taro, creo que el hambre te está haciendo alucinar.
—Je, creo que tienes razón.
En ese momento, Revolver y Taro escucharon el fuerte timbre que marcaba el final del receso. El dúo comenzó a deambular por los pasillos de la escuela, curioseando aquí y allá, hasta llegar frente a un salón. Justo cuando Taro extendió la mano para abrir la puerta, de repente saltó hacia atrás, llevándose consigo a Revolver y levantándola del cuello con un movimiento rápido para luego Taro, con la mano desocupada, clavar sus dedos en el techo.
Fue entonces que un chico saldría disparado de espaldas hacia el exterior del pasillo, este chico de tez morena, vestido con un uniforme de marinero azul oscuro que contrastaba con sus pantaloncillos blancos impecables. Sus ojos, de un turquesa intenso, brillaban con severidad, mientras que su cabello color miel, rapado en los laterales y adornado con rastas desordenadas —MALDITO—, maldeciría el rubio mientras se ponía en pie después de caer de espaldas al suelo para luego adoptar una pose de pelea parecida al boxeo—. ¡Aún no has visto nada!
Al terminar la frase, un grillete verde y de apariencia fantasmal aparecería enganchado a su brazo derecho al mismo tiempo que abría un poco los ojos, fijándose en el grillete, siguiendo con los ojos la cadena que daba al otro grillete; se extendía a los adentros del salón. La misma cadena sería tensada, obligando al rubio a entrar de nuevo al salón.
Taro quitaría sus dedos del techo dejándose caer junto a Revolver. Ambos se mostraban confundidos ante lo sucedido, pero sin más entrarían al salón para ver cómo el mismo chico rubio estaba con grilletes en piernas y brazos, además de estar suspendido en el espacio, ya que las cadenas de los grilletes estaban clavadas al techo, pero sin hacerle ningún daño.
Mientras tanto, un chico de complexión vigorosa, un poco más alto que Revolver, pero no tanto como Taro, se acercaba a ellos. Tenía la piel clara y unos ojos grises que combinaban perfectamente con su cabello de cortinas, del mismo tono, con algunos mechones rebeldes asomándose por debajo de su gorra inglesa negra.
Vestía unas zapatillas negras de punta, pantalones negros ajustados y una camisa azul claro de mangas largas con una botonería negra al costado derecho. Completaba su look con unos aretes pequeños en forma de estrellas negras y unos guantes azul oscuro sin dedos, que dejaban al descubierto sus manos mientras caminaba con paso firme y seguro.
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la vida de unos miserables, locos conviviendo en una falsa armonia, un sistema de poder innovador
Editado: 06.04.2025