"—Un día entenderás por qué..." —Un susurro con una voz oscura.
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Lidisette
Cuando mamá fue asesinada, no emití una palabra durante un año. Papá intentaba todo para que yo hablara con él, con Lock, con Storm, pero mi dolor y pena eran tan grandes que solo pensaba en la venganza. Hoy solo pienso en ello. Dos de las personas que más amaba se habían ido, o mejor dicho, me las habían arrebatado. Así como vengé a mamá, planeo vengar a mi primo, aunque tenga que ver al maldito mundo arder.
—¡Niña, aquí! —La Madrith me hizo volver a la realidad.
—¿Por qué debo hacer esto con él? —pregunté.
—Todo tomará sentido, princesa Lidissette, pero debo prepararlos. No hay tiempo, así que sus pruebas empiezan ahora.
La seguimos a través de un pasillo angosto y dimos con una recámara tras una puerta rocosa. Nos dejó pasar dos antes que ella y al voltear, la Madrith expresó con algo de humor en su voz:
—Prueba uno, única prueba, ¡CONVIVAN!
Y tras eso, dio un portazo y se esfumó. Intentamos abrir la puerta, pero estaba totalmente sellada. No había nada en la habitación, solo cuatro paredes, una antorcha y la puerta.
—Lo que faltaba —murmuró el ángel.
—Como si tú solo lo sufrieras —le amenacé con una mirada fulminante.
—Esto es tu culpa, Mac Tíre.
—No, no lo es. Tú serviste el vino. Aunque no lo hayas envenenado. Y deja de llamarme así, ni siquiera sé qué mierda significa.
—Intenta ser amable con Lock.
—Interlabas ser un maldito egocéntrico y regodearte por ser un nuevo líder.
—¿Sabes qué? Tal vez tengas razón, tal vez muy en el fondo disfrute su muerte —me miró con malicia.
Me avalancé sobre él y él me frenó, poniendo su cuchilla en mi garganta.
—Como le encanta abalanzarse sobre mí, Mac Tíre —le mordí la mano y salté hacia el otro lado de la recámara.
—¡No me llames así! —reclamé.
—Si quisieras leer un poco y no pasar tus días mordiendo a las personas y corriendo por los bosques, sabrías qué significa —dijo.
Estaba a punto de saltar nuevamente hacia su pierna cuando noté que la mordedura de su mano había sanado como si nunca hubiera estado allí. Edmund también pareció sorprendido. Poder de las HEKS pensé.
Una luz comenzó a brillar a mi costado de la nada. El ángel la vio al mismo tiempo. Parecía un pasillo que, hace instantes, estoy segura de que no estaba. Seguimos la luz... una habitación. Había comida y agua en una mesa gris de piedra, libros cubiertos de polvo en una estantería en la pared y una cama, una sola. También había ropa y una letrina en una esquina.
—Parece que pasaré la noche con un ángel de ensueño —dije con sarcasmo.
—Créeme, estoy igual de contento que tú —respondió.
No era posible que, de todos los líderes con los que podría haberme tocado pasar la noche, me haya tocado el más insufrible de todos.
—Pido la cama, tú duermes en el suelo o en la silla, Mac tíre —demandó.
—Así podré clavar un cuchillo en tu linda garganta cuando duermas. No creo que la magia sane si te dejo sin cabeza. Y repito, por si eres medio sordo, ¡NO ME LLAMES ASÍ! —protesté.
Me miró con odio y se limitó a sentarse en la silla para comer. Lo observé, estudiando sus gestos y sus ojos azules, donde parecía que el mismo cielo estuviera reflejado. Era lindo, tenía que admitirlo: una mandíbula perfecta, barba recién creciendo. Lo hacía ver algo rudo, y su cabello tan oscuro...
—¿Qué tanto me ves, loba? —interrumpió mis pensamientos. Me había quedado mirándolo embobada, así que alejé mis ojos de él.
—Me imagino mil maneras distintas de matarte —me justifiqué.
—No —dijo.
—¿No qué? —pregunté.
—No pensabas eso, me mientes, Mac tíre —respondió.
—No me conoces y no tengo razones para mentirte. No eres tan importante —le contesté con un tono seco.
Empiezo a sentir el cansancio y el sueño. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que dormí bien, pero la silla es incómoda y...
—Puedes quedarte con la cama. Yo puedo dormir sentado en la punta de los pies y recostarme sobre la pared —me dice.
Lo miro con desconfianza, pero asiento con la cabeza. La Madrith dijo que debemos convivir, y si algo sé de los Ángeles es que veneran las palabras de las HEKS. No me matará, pero no prometo que yo lo dejaré con vida.
Me recuesto y me tapo hasta el cuello. Él se sienta en la punta de la cama y se apoya en la pared, mirando alrededor. Luego me observa, y nuestras miradas se cruzan.
—¿Ahora quién observa a quién? —le digo con un tono sarcástico.
—Pienso formas de matarte —imita mis palabras.
—No eres chistoso.
—Nunca dije que fuera comediante —seguimos sin apartar la mirada.
—Sabes que cuando tenga la oportunidad, voy a matarte, ¿no? —le advierto.
—Lo sé, y no le temo a la muerte, Mac tíre.
—Pues deberías —corto el estúpido juego de miradas y me doy vuelta, sumergiéndome en un profundo sueño.
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Estoy escondida tras una puerta, escuchando una conversación. No reconozco las voces, pero sé lo que dicen:
—No peleará, si lo hace, muere —una voz susurrante divierte.
—Pero, Lord, ella es... —alguien reprocha.
—Sí —interrumpe la voz más oscura—. Ella nos escucha, ¿o no, mi lady Lidisette?
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Me despierto sudando y con miedo. ¿Quiénes eran? ¿Por qué me conocen? ¿Fue solo una pesadilla?
Interrumpo mis pensamientos al ver a Edmund recostado a mi lado, agarrando mi mano y totalmente dormido.
—¡Correte, idiota! —le grito.
Él pega un salto y abre los ojos, poniéndose en guardia.
—¿Qué... mierda... yo... no —nervioso busca una explicación.
—Maldito pervertido —bromeo para que se sienta peor.
—¡No! JAMÁS estaría con una perra pulgosa —proclama.
Estoy a punto de reprochar cuando veo un destello en el lomo de un libro que hay en la repisa de la pared. Me levanto inmediatamente y lo agarro. Al abrirlo, una nota cae... un acertijo.
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Editado: 22.05.2024