Lidisette
Al llegar al estadio "Soldier Field" justo a tiempo, vimos cómo el cartel comenzó a cambiar. Las letras se transformaron lentamente, y "Soldier Field" pasó a llamarse "Shadows Field".
Nos acercamos a la entrada, donde se alzaba un hombre gigante y musculoso, evidentemente el encargado de dejar pasar a las personas. Nos miró con cautela.
-Nombres? - exigió saber.
-Li... - estaba a punto de decir cuando el idiota de Edmund me interrumpió.
-Lila y Aegon - dijo sin titubear, como si esos fueran realmente nuestros nombres.
-Mentira - nos apartó a ambos, levantándonos del suelo como si fuéramos plumas, y continuó atendiendo a la fila que se había formado tras nosotros.
Nos congelamos, el hombre no era humano en absoluto, y su presencia me generaba escalofríos.
-Señor... - dije - es importante, necesitamos entrar - expliqué, pero él solo nos ignoró como si fuéramos dos insectos.
-Vamos, buscaremos otra forma - me susurró Edmund al oído, y el susurro recorrió mi cuerpo generándome un cosquilleo inesperado.
-No hay otra forma - le respondí, tomando distancia.
-Ella tiene razón, no hay otra forma - la voz de una mujer nos sorprendió desde atrás. Nos pusimos en guardia, pero la gente a nuestro alrededor, a pesar de ver a dos jóvenes con cuchillos, ni siquiera giraron a vernos. Raro, muy raro.
-Wow, tranquilos, soy su amiga - dijo la mujer. - Déjalos pasar, son... - dudó un momento -... son ellos.
El hombre pareció sorprenderse, se bajó las gafas oscuras y nos miró con los ojos muy abiertos. Se puso de rodillas.
-Lo lamento, mis majestades - rogó. Miré a Edmund confundida, y él me devolvió la misma mirada.
La mujer nos empujó rápidamente hacia adentro del estadio. Era extraño. - Vamos, vamos, están demasiado retrasados, los esperábamos hace dos días.
Mientras nos guiaba, tuve la oportunidad de observarla más detenidamente. Era alta y esbelta, con una belleza etérea que no parecía de este mundo. Su cabello largo y ondulado caía en cascada de tonos dorados, y sus ojos eran de un verde profundo, casi hipnótico. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, que resaltaba su figura sin ser ostentoso. Su piel tenía un brillo sutil, como si la luz del sol se reflejara constantemente en ella, y sus movimientos eran gráciles, casi flotantes.
Edmund y yo intercambiamos miradas, ambos conscientes de que esta mujer no era lo que parecía.
-¿Quién eres realmente? - pregunté, incapaz de contener mi curiosidad.
-Soy alguien que sabe más de lo que parece - respondió, sin detener su paso. - Y estoy aquí para ayudarles-
Caminábamos cada vez más rápido por debajo de las gradas del estadio, con el eco de nuestros pasos resonando en el espacio vacío. La misteriosa mujer nos llevaba a unas cabinas ocultas, alejadas del bullicio de la entrada. Al llegar, vimos que dos mujeres más nos esperaban allí. Eran idénticas a nuestra guía, excepto por sus vestidos de distintos colores, que parecían representar sus auras.
-Bien, aquí están, hermanas - anunció la mujer que nos había guiado.
-¿Quiénes son? - exigió saber Edmund en un tono un tanto brusco, claramente desconfiado.
-Disculpen los modales de mi hermano - intervino la mujer de vestido violeta, señalando a la que nos había traído. - Ella es Woods, yo soy Nisca y ella - señaló a la de vestido celeste - es Feu. Ambas nos saludaron con una sonrisa cálida. - Somos hadas.
¿Había escuchado correctamente? Miré a Edmund, quien estaba tan sorprendido como yo.
-¿Hadas? - pregunté con duda, aunque en el fondo sabía que decían la verdad.
-Sí - respondió Nisca con una sonrisa indulgente. - ¿O pensaban que solo existían seis seres sobrenaturales en el mundo, sin incluir a los putos zors?
Me tomé un momento para observarlas mejor. Woods, la que nos había guiado, tenía una expresión serena, casi maternal. Su vestido verde parecía brillar ligeramente bajo la luz tenue de las cabinas. Nisca, con su vestido violeta, tenía una presencia imponente pero acogedora. Feu, en su vestido celeste, irradiaba una calma y frescura que contrastaban con la tensión del momento.
-¿Qué quieren de nosotros? - pregunté, tratando de mantener la calma.
-No queremos nada de ustedes, mas bien ustedes nececitan algo de nosotras - respondió Feu con voz suave. - Estamos aquí para ayudarlos. Sabemos lo que está en juego y conocemos su misión.
-¿Cómo pueden saberlo? - inquirió Edmund, visiblemente frustrado.
-Porque hemos estado observándolos - dijo Woods. - Sabemos lo que buscan y los peligros que enfrentan. No estamos aquí por casualidad. Nada es casualidad y creo que lo sabes Lightsall
La revelación era desconcertante. Las tres hadas nos miraban con una mezcla de compasión y determinación. Sentí una extraña mezcla de alivio y temor. Alivio porque no estábamos solos y temor porque no sabíamos en qué medida podíamos confiar en ellas.
-¿Por qué nos ayudarían? - pregunté, todavía escéptica.
-Porque su misión debe salvarnos - respondió Nisca con seriedad. - No solo para los lobos, los ángeles o los humanos, sino para todos los seres que habitan este mundo. La oscuridad que enfrentan amenaza con consumirlo todo, y cuando hablo de todo..., es Todo- hizo enfasis en la palabra final
-Este lugar ha existido por años... - comenzó a explicar Feu, sus ojos brillando con una sabiduría ancestral. - Aquí, junto con los humanos, habitan elfos, hadas, oráculos, dragones, duendes, entre otros... Pero ustedes están aquí por otra cosa.
-¿Y eso es...? - pregunté, la intriga palpable en mi voz.
-Un transporte - continuó Feu con calma. - Uno seguro que los lleve directo a la ciudad donde se oculta el objeto que buscan. Podrían caminar, y les llevaría seis horas. Nosotras los llevaríamos en menos de un segundo.
-¿Y a dónde exactamente debemos ir? - pregunté, esperando que, si sabían tanto, nos lo dijeran.
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Editado: 22.05.2024