La Diosa Del Hielo

07: EL REGRESO DE LA REINA

El cielo de Glacerya se iluminó con el resplandor azul metálico de la nave real que descendía desde el espacio. La multitud reunida en la explanada esperaba verla aterrizar en la plataforma central, como era tradición desde hacía generaciones. El pueblo observaba con rostros fríos, algunos llenos de reproche, otros de rabia contenida.

Pero la nave no siguió la ruta esperada. En lugar de dirigirse a la plaza, se desvió lentamente, sobrevolando el castillo con un rugido ensordecedor. El pueblo estalló en gritos de protesta, y la confusión se mezcló con hostilidad.

En las sombras, la Escarcha Soberana también presenció aquel giro inesperado.
—¿Qué está haciendo? —masculló Titania, apretando los dientes.
—No confía en su pueblo… y teme a sus enemigos —respondió Colosus con calma, aunque sus ojos ardían con furia—. Esta vez nos ha sorprendido. Pero no siempre podrá esconderse tras esos muros.

En la terraza real, la madre de Aysha esperaba. Sus manos se entrelazaban con nerviosismo mientras la nave descendía directamente en los jardines. Cuando su hija emergió de la compuerta, la recibió con un abrazo lleno de alivio y esperanza.

—Hija… dime que tu viaje trajo lo que necesitamos.

Aysha bajó la mirada, incapaz de sostener la ilusión en los ojos de su madre.
—Lo intenté, madre. Hablé con Aenara, pero se negó a venir. No pude convencerla de enfrentar al pueblo ni de hablar sobre Tharion. Ignis no intervendrá.

La madre de Aysha guardó silencio. Su rostro reflejaba la desilusión, aunque trató de mantenerse firme.
—Entonces estamos solas.

Mientras tanto, la multitud que esperaba en la plaza no se dispersaba. La hostilidad crecía como una tormenta helada. Voces comenzaron a levantarse:

—¡Nos abandona!
—¡Se esconde en el castillo!
—¡Glacerya merece una reina que no tema a su propio pueblo!

Esas palabras, escuchadas por miembros de la Escarcha Soberana, se convirtieron en alimento para su causa.

—El pueblo ya desconfía —dijo Frost, con una sonrisa de hielo.
—Es el momento perfecto para plantar la semilla de la rebelión —añadió Rex, afilando con sus manos una lanza de hielo sagrado.

Colosus levantó su brazo, deteniendo a su grupo.
—No. Hoy no. El castillo es fuerte y su madre está alerta. Pero pronto, cuando menos lo espere, caerá. Y ese será el inicio de la verdadera libertad de Glacerya.

La Escarcha Soberana se disolvió en las sombras, mientras los gritos del pueblo retumbaban como tambores de guerra contra su reina.

Aysha, desde lo alto de la torre real, escuchaba cada abucheo y cada palabra de odio. Su corazón se estremecía, pero su mirada permanecía fija en el horizonte.

—Si el mundo me odia por protegerlo… entonces cargaré con ese odio.




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