La Diosa Del Hielo

12: PREPARATIVOS PARA LA GUERRA

En lo profundo de los glaciares, bajo cavernas heladas que parecían no haber visto la luz en siglos, la Escarcha Soberana afilaba sus armas. El sonido del hielo partiéndose, del metal helado chocando, resonaba como un canto oscuro en la penumbra.

Colosus observaba a sus seis compañeros mientras se preparaban:
Titania reforzaba su armadura con placas de hielo endurecido.
Frost y Remi ensayaban encantamientos, llenando la caverna de un resplandor gélido.
Rex templaba una lanza de hielo sagrado que brillaba como una estrella letal.
Wallman probaba sus campos de fuerza, generando esferas impenetrables que vibraban en el aire.
Y Fénix, mitad fuego, mitad hielo, dejaba escapar llamas azuladas de su puño, controlando la mezcla peligrosa de su esencia.

Colosus levantó la voz, grave y poderosa:
—El tiempo de esperar se acabó. Aysha cree que su título de reina le da derecho sobre Glacerya, pero nosotros sabemos la verdad. Ella no reconstruirá nada… ella traerá cadenas, como lo hicieron antes los tiranos. ¡Es hora de demostrarle que este mundo ya no le pertenece!

Sus palabras hicieron eco en las paredes heladas. La Escarcha Soberana estaba lista. El golpe no sería una protesta más: sería el inicio de la guerra.

Mientras tanto, en el castillo de Glacerya, Aysha caminaba por los pasillos con paso decidido. Sus ojos, aunque cansados, estaban llenos de fuego interior. Ella había soportado meses de dudas, críticas y ataques, pero la paciencia se había acabado.

En la sala de guerra, junto a mapas extendidos sobre una mesa de cristal, se encontraba Iceberg. Su imponente figura, formada por placas de hielo viviente, proyectaba una sombra protectora.

—No podemos esperar más, Aysha —dijo con voz grave—. La Escarcha Soberana no se detendrá hasta ver arder este reino, aunque sea bajo el frío de su propio hielo.

Aysha asintió, golpeando el mapa con fuerza.
—Entonces iremos a buscarlos. Si ellos quieren guerra, se la daremos. Pero no destruirán Glacerya otra vez. Esta vez… los sacaremos del mapa.

Iceberg inclinó la cabeza, aprobando las palabras de su reina.

En ese momento, un guardia entró a la sala con un semblante pálido.
—Mi reina… ha llegado un mensaje.

El guardia dejó sobre la mesa un sobre helado, cubierto de escarcha. Aysha lo abrió con cuidado, y al leer sus ojos se endurecieron. Era una carta escrita con letras marcadas en hielo.

> “Sé lo que planeas, Aysha. Quieres guerra, y la tendrás.
Esta vez no habrá tregua, no habrá compasión.
No eres digna de Glacerya.
Te esperaré. Y esta vez… no escaparás con vida.
—Colosus”

El aire de la sala se volvió pesado. Iceberg apretó sus puños helados, gruñendo con furia.
—Ese maldito…

Aysha dobló la carta, pero sus manos no temblaban. Su mirada era la de una reina que ya había tomado su decisión.
—Entonces que se prepare. Porque si quiere una guerra… la va a tener.

El destino de Glacerya ya estaba escrito en hielo y sangre. La guerra civil era inevitable.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.