La Diosa Del Hielo

14: TIEMPOS DE GUERRA

El día había llegado. La tensión en el aire era casi insoportable mientras las llamas de la destrucción aún ardían en varios distritos del reino. El ejército de la Escarcha Soberana, liderado por Colosus, avanzaba como un manto helado sobre la capital, dejando tras de sí un sendero de caos y muerte. Civiles corrían en todas direcciones, intentando escapar de la masacre, mientras los rebeldes gritaban consignas contra la realeza y levantaban sus estandartes de hielo.

Aysha descendió desde el balcón real, con la nieve girando a su alrededor, y junto a ella marchaba Iceberg, firme como un muro. El pueblo los miraba con miedo, pero también con un destello de esperanza. La reina había llegado para luchar.

Colosus apareció entre su ejército, portando una lanza forjada de hielo endurecido, su armadura brillando con un fulgor gélido y aterrador. Alzó la voz con un rugido que se extendió por toda la plaza:

—¡Hoy caerá la falsa reina! ¡Hoy Glacerya será libre de las cadenas de esta monarquía decadente!

La Escarcha Soberana respondió con un rugido colectivo, y el choque comenzó.

Los guerreros rebeldes se lanzaron contra las fuerzas leales de Aysha. Hielo contra hielo, escudos contra lanzas, gritos de guerra contra gritos de desesperación. Durante los primeros minutos, la Escarcha Soberana llevaba la ventaja: sus armas reforzadas atravesaban los muros defensivos, y su disciplina como grupo los hacía implacables.

Aysha luchaba con su propio poder de hielo, levantando columnas congeladas para detener a los atacantes, pero la diferencia en número era brutal. A cada paso que daba hacia adelante, tres enemigos surgían para frenarla. Iceberg, a su lado, peleaba con fiereza, congelando el suelo bajo los rebeldes y derribándolos como si fueran muñecos de nieve, pero incluso él empezaba a ceder ante la marea.

Entonces, Colosus avanzó directo hacia Aysha. Sus pasos hacían temblar el suelo, y sus ojos brillaban con un odio desmedido. Con un golpe de su lanza destrozó el muro de defensa que ella había levantado, y con el siguiente la lanzó contra las escaleras del castillo.

—No eres digna de ser reina —escupió Colosus, apuntando la lanza a su cuello.

Aysha, jadeando y sangrando por un corte en el brazo, apretó el puño. Era el momento que tanto había temido… pero también el momento que había preparado en secreto. Con la otra mano extendida, invocó el Orbe Glacer, oculto desde hacía generaciones en las cámaras más antiguas del castillo.

El cielo se oscureció. El frío se intensificó hasta que incluso los rebeldes comenzaron a temblar de miedo. El orbe apareció flotando sobre su palma, emanando un resplandor azul profundo, casi cósmico. El ejército se detuvo.

—Este es el poder de Glacerya… —susurró Aysha, mientras el orbe la envolvía en un aura mística—. Y yo soy su guardiana.

Con un grito, desató una oleada gélida que barrió a decenas de rebeldes de un solo golpe, congelándolos en esculturas de hielo en medio de la batalla. Iceberg miró sorprendido: nunca había visto tanto poder en una sola persona.

Colosus, sin embargo, no retrocedió. Con rabia, cargó de nuevo, rompiendo el hielo con su lanza. El combate entre ambos fue brutal: cada choque de sus armas liberaba destellos helados que partían los muros cercanos. Colosus lanzó golpes devastadores, pero el orbe respondía, alimentando a Aysha con un poder casi divino.

Cuando Colosus logró derribarla nuevamente, el orbe reaccionó por sí mismo, envolviéndola en un manto protector. El exsoldado retrocedió, maldiciendo, mientras la reina se levantaba con sus ojos brillando como cristales.

Con un rugido final, Aysha concentró el poder del Orbe Glacer y liberó una explosión cósmica de hielo que envolvió todo el campo de batalla. Los rebeldes quedaron inmovilizados, y Colosus, tras resistir por unos segundos, cayó de rodillas, su lanza quebrada y su ejército derrotado.

El silencio reinó. El pueblo, testigo de todo, comprendió que su reina no era una dictadora ni una farsante: era la única capaz de protegerlos. Aysha bajó el orbe lentamente, agotada, pero triunfante.

El pueblo comenzó a vitorearla. Iceberg la sostuvo antes de que cayera al suelo. La guerra contra la Escarcha Soberana había terminado.

Pero en lo más profundo de su corazón, Aysha sabía que Colosus no se rendiría tan fácilmente…




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