La dulzura de Aleix

Capítulo • 1

   IDIOTA, ROMPIMIENTO  ​​​Y ¿PERDÓN, NOS CONOCEMOS?  

—¡Sky! —no lo entendía, no lo entendo, y no lo entenderé. Jamás mostré interés en Lyra, nunca le hablé ni le ayudé en nada; sin embargo, ahora se a vuelto una especie de amiga para mi.      

—Hola... —mire como se sento frente a mi con una espléndida sonrisa posada en su cara. Y no es novedad. 

—¿Sabés que me dijo hoy Rebecca Parker? —nisiquiera sabia quién era Rebecca Parker. 

—No... Yo creo que no —le dio un sorbo a su refresco dando una pausa dramática. 

—Bien, Rebecca me dijo, que Lauren Hoffman le dijo a ella que le diga a Mathew Stevenson, que le dijera a Hannah Smith, que le dijo a Sarah Neeman, que Samantha Brown y Aleix Simmons terminaron —seguramente en un laberinto me perdería menos. Definitivamente no conocía a nadie, y mi expresión de desconcierto total me delato. 

—Samantha Brown, la chica líder de las porristas y que es la mejor en la clase —ah... No, nada. 

—Ahí Dios... —miro al techo de la cafetería pidiendo paciencia —. Aleix Simmons, capitán del equipó de Lacrosse, bueno en todo menos artes, amigo de hasta el director —podría empezar a saber un poco de las personas con las que convivo en las mañanas. 

—Ella es Samantha, y el Aleix —no podía distinguir cual de los dos parecía mas triste, la chica rubia metida en un libró, pero a la ves en sus pensamientos. O el chico que observaba su comida como si fuera el demonio de lucifer, pero con los ojos rojos. 

—Si... Según le dijo fulana a esos otros fulanos, terminaron ¿No? —sonrió rodando los ojos y mascando su hamburguesa vegetariana. 

—La pelea esta en vídeo, mira —saco su celular y me lo entregó. Es algo común que tengamos tanta confianza, después de la insistencia de Lyra. 

—No ahí nada mejor que hacer —me encogí de hombros busqué el video. Bueno, no fue tan necesario buscarlo, todos lo habían compartido. El título es:

¿La pareja perfecta rompe su relación? Ouch, "Pareja perfecta" eso les debió doler. Puse Play, y empeze a escuchar. 

—¿Por que estás evitandome? —pregunto el tal Aleix, agarrando a Samantha del brazo —sacudió su brazo bruscamente, pero con una expresión de tristeza. 

—Sueltame Aleix... —se notaba, le costó decir eso. 

—Samy, ¿Qué sucede? —se podía notar a kilómetros que estaba empezando a desesperarse. 

—No me digas Samy. Aleix... Estos días yo eh evaluado nuestra relación y yo creo que no tiene futuro... —lo note, le costó decir esas palabras. 

—¿Qué? —solto lentamente a Samantha. 

—Terminamos Aleix... —los ojos de ambos estaban cristalisandoce. 

—¿Por que?... —no obtuvo respuesta. Samantha se fue corriendo, después de decirle un «Lo siento». 

Y ahí el vídeo se corto, en la cara dolida de Aleix. 

—Guau... —apagué el celular y la mire, asintió lentamente. 

—Es real, muy real —demasiado, pero si es real. El amor es así, viene y va, nunca es verdadero ni duradero. 

—Hasta lastima me dieron —no los conocía, pero se lo que es que te rompan el corazón. 

—A todos, eran la pareja modelo. Todos los aman por ser tan... Sinceros, y su relación era dulce y tierna. Oh bueno, a los ojos de los demás, por que parece que no era perfecta después de todo —volví a mirar a ambos, par de corazones rotos. 

                        •••

Salí del instituto directo al café Central Perk, mi lugar de tranquilidad, y donde sirven el mejor café del mundo. Entré haciendo tintinear la campana en todo el lugar, saludé con un: 

—Buenas tardes —me senté en el sillón al lado de la ventana. Este lugar era el favorito de mis padres, aquí se conocieron, aquí le pidió matrimonio mi padre a mi madre, aquí celebraron su primer aniversario... Y aquí lloraron por el divorsió. 

—¿Tu eres Sky? —un chico pelinegro se acercó a mi de la nada, enarque una ceja. 

—No —volví a girar mi vista, hacía mi mosca invisible. 

—¿No eres Sky? —me miro confundido y luego a otra mesa, dónde parecén estar sus amigos. 

—No, me llamo Elvira Asunta —fruncio el ceño. ¿Es enserio que se lo creyó? Bueno, mejor para mi. 

—Vale Sky, ¿Me puedo sentar? —¿Y este que? ¿De dónde conoce mi nombre? 

—No —me ignoró olímpicamente. 




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