La Elección del Millonario

I. Poco ortodoxa.

Cuando imaginaba la independencia no pensaba que sería algo como esto. De hecho esto es todo lo opuesto a lo que había soñado para la nueva vida que había comenzado.

Cuando armé mis maletas para huir de casa supuse que las cosas serían difíciles pero jamás pensé que serían así de complicadas.

Si debo ser honesta le echo la culpa a esas películas que veíamos con mi hermana para evadirnos de la triste realidad en la que vivíamos.

Una a la que me negaba con toda mi fuerza volver.

Un fuerte golpe a la puerta fue el causante de mi alegre despertar.

—Buenos días para mí—murmuré en voz baja mientras me obligaba a ponerme de pie.

Envolví mi cuerpo en mi gastado albornoz y camine desganada en dirección a la sala de estar.

¿Quién podía estar molestando a esta hora?

Los golpes continuaron y era obvio que la persona del otro lado estaba ansiosa porque me presentara ante ella.

—Siento tus pasos, Kyra Patterson, sé que estás aquí— mascullo Mabel, la casera del tétrico edificio en el que vivía.

Puse los ojos en blanco. Esta mujer solo venía aquí por dos razones: para anunciar que algo se había roto en el complejo de apartamentos o para cobrar la renta. Cualquiera fuese la opción no correcta no era una buena noticia.

Coloque una sonrisa en mi rostro y di una vuelta a la llave para destrabar la vieja puerta.

—Mabel que gusto verte aquí—dije en un falso tono alegre.

La regordeta casera, quien al parecer tenía cero sentido de la decencia o la moda, llevó una mano a su casi imperceptible cintura y recargó todo su peso sobre un pie.

—Me gustaría decir lo mismo pero las dos sabemos que eso sería mentir y de una manera bastante descarada— sacó un papel de su bolsillo— Iré directo al grano, esto es un aviso de desalojo. Tienes un mes para pagar las rentas adeudadas, de otra forma puedes ir juntando tus cosas y buscar otro lugar donde vivir— agregó haciendo entrega de la notificación—Buena suerte, niña. La necesitarás— sentenció dando pasos pesados a través del corredor.

Mis manos temblorosas se sujetaban con fuerza al pedazo de papel y mi respiración se volvió irregular al igual de los latidos de mi corazón al ver la cifra que tenía frente a mí.

¿De dónde demonios sacaría $20.000?

Llevé mis manos a mi cabeza. ¿Recuerdan cuando dije que la independencia no estaba resultando como esperaba? Pues esto era una muestra cabal de ello.

Con mi mediocre trabajo de camarera en el bar no había manera de que pudiese juntar todo este dinero. No al menos en esa cantidad de tiempo.

Camine hasta el sofá y me arrojé sobre él como una autómata que ya no le encontraba sentido a la vida.

—Prrr— Rufus saltó a mi falda y comenzó a regresarse contra mí.

—Prometo que saldremos de esta, bebe— acaricie su peluda cabeza— Juro que lo haremos— le prometí.

Era claro que a él no le importaba en lo más mínimo, podía alimentarse a base de sobras, atún barato o pescado que encontrará en algún bote de basura. Yo por otro lado no podía darme ese lujo.

Y el gruñido que mi estómago emitió dejó bastante en claro que necesitaba echarle algo o de otra manera no tendría las fuerzas necesarias para poder enfrentar otro día en ese asqueroso trabajo.

Mi móvil sonó en la mesita de café y tan solo esperaba que está vez me esperarán buenas noticias del otro lado.

—Kyra, ¿dónde demonios estás?— exclamó del otro lado Jossie.

—Buenos días para ti también— bufé— Sabes que atrapas más abejas con miel que con hiel, ¿no?

—Corta el rollo y trae tu trasero al bar. El jefe está necesita hablar con nosotras de manera urgente.

— ¿Con nosotros? ¿En qué problemas te has metido esta vez?—pregunte— Sabes que no importa. Estoy segura de lo que tenga que decir puede esperar.

—Ven. Aquí. Ya— pronunció palabra por palabra.

—Bien, bien, estaré allí en 20 minutos.

—Más te vale. Por la forma en la que me habló no creo que esté muy feliz con nosotros.

—No crees que se trate de...

—Solo lo sabremos cuando vengas aquí. Apúrate, no me obligues a ir a buscarte— dijo antes de cortar la llamada.

Dios quien había hecho a esta mujer tan demandante.

Por otro lado no podía ignorar el hecho de que Jackson quisiera vernos, este no era nuestro horario usual de trabajo por lo que algo se traía entre manos y conociéndolo no podía tratarse de algo bueno.

Volví a mi habitación, me quité mi pijama y ate mi cabello en una descuidada cola de caballo. No me demoré más en arreglarme, al fin y al cabo estaba fuera de mis horas de trabajo y agradecía no tener que usas esos extravagantes atuendos que me hacían usar.

—Rufus, mamá saldrá un buen momento— anuncié—Se un buen chico— le pedí y salí por la puerta.

Me dirigí hacia la vuelta de mi edificio y saqué mi bicicleta que estaba atada a un poste de luz.

No podía esperar al día en el que tuviese suficiente dinero como para poder comprarme un auto o algo más seguro que esto.

Me subí al enclenque vehículo y comencé a pedalear, rogando que esta vez su cadena no se saliera de lugar o que sus frenos funcionarán.

Llegue al trabajo un poco más tarde de lo que había dicho y al entrar al bar, Jossie me dio una de sus miradas asesinas mientras continuaba limpiando las copas que serían usadas horas más tarde por nuestros clientes habituales.

—Menos mal que llegarías rápido— dijo entre dientes.

—No comiences— le advertí— Lo habría hecho de tener algo que fuese más veloz que esa vieja bicicleta.

—Lo harías si aprendieras  a ahorrar. ¿Cuándo dejaras de comportarte como una adolescente y cuidarás tu dinero?

Alce mis hombros a modo de respuesta.

—Cuando los cerdos vuelen— respondí con una sonrisa en mi rostro.

—No es gracioso, Kyra. Creí que te habías ido de casa para demostrar que podías ser mejor. Demuéstramelo. Comportarte como la adulta que eres.

—De acuerdo, mamá— exclamé sacando una aceituna del frasco y llevándola a mi boca— Que tan mal ha sido tu reunión con Jackson.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.