La Elección del Millonario

III.La indicada.

Sentía que mi destino estaba en manos de otra persona y eso no me gustaba para nada.

Desde que había escapado de casa había encontrado la manera de arreglármelas por mi cuenta y aunque debo admitir que no siempre fue fácil también debo decir que me ayudó a convertirme en la mujer que era ahora.

Fuerte, determinada y alguien que sabía lo que quería y no paraba hasta conseguirlo. O eso es lo que pensaba hasta que está mañana llegó esa maldita notificación que ponía en jaque mi destino.

Y ahora estaba aquí en una situación incómoda y la cuál como manejar. ¿Debía huir y entregarme a la terrible idea de que posiblemente me quedaría sin hogar sino reunía el dinero que me pedían o doblegaba mi espíritu y tomaba este trabajo?

Este era por lejos el dilema más importante en el que me había encontrado en mi vida desde... Bueno, desde que decidí que era hora de dejar atrás la vida que conocía llena de tristeza y dolor en manos de  mi madre y mi padrastro.

Saqué mi espejo de mi cartera y mire mi reflejo una vez más antes de encaminarme a la oficina donde estaba citada y en la que las personas que estaban allí dirían si yo estaba capacitada para aquel trabajo.

—Tu puedes, Kyra. Has salido adelante de cosas peores— me recordé a mí misma en un intento por darme ánimos.

Guarde el objeto reluciente y camine por el corredor en dirección al mismo lugar al que aquel patán había ido.

Fijé mi vista en mis pies y trate de recordar todo lo que Jackson me había dicho. Tyler era un tipo temperamental y para nada dócil. No le gustaban las personas confrontadoras lo que era un enorme punto en mi contra porque tenía graves problemas a la hora de morderme mi lengua.

—Cuida por dónde ves— gritó una rubia con melena corta y demasiado maquillaje en su rostro.

Al verla me di cuenta de que me había saltado aquel detalle. No llevaba casi nada él en el mío. Apenas si tenía un poco de base y algo de gloss que me había colocado en el auto.

—Lo...lo siento— titubeé y me quedé viendo a la larga fila de chicas que había delante de mí.

Todas de ellas estaban ahí por la misma razón. Querían el trabajo y era evidente que algunas mostraban más entusiasmo ante la idea de poder demostrar sus cualidades para así impresionar al "Señor Oken". Yo no era una de ellas.

Sin embargo debo admitir que me sentía aliviada al ver qué al final del pasillo había una sala de conferencia y era posible de que el patán del bar estuviese en ella.

— ¿Ustedes están aquí por la entrevista?

Una mujer de mediana edad con su pelo atado a la perfección y un saco que debía costar lo mismo que mis rentas atrasadas se presentó ante nosotras.

—Pasen, el señor Oken las recibirá en su oficina. Espero que estén listas y hayan venido preparadas. No tiene ganas de que le hagan perder su tiempo— bufó antes de volver por dónde había venido.

Todas nos miramos y podía notar que había un solo sentimiento que nos invadía a todas. La incertidumbre. No sabíamos que nos esperaría allí.

Y así como hormigas fuimos pasando una por una por la puerta. Y una vez más sentía que iba caminando a la horca.

—Se colocarán una al lado de la otra en estas sillas y responderán siempre y cuando el señor Oken se los pida. De otra manera, si deciden hablar sin que se les haya pedido, amablemente se les ordenará que dejen la habitación. Entendido.

Asentimos al unísono y me contuve para no poner los ojos en blanco. ¿Acaso estábamos en manos de un dictador?

—Perfecto, ahora que estamos todas de acuerdo, lo haré pasar— apretó el aparato que llevaba en su oído—Ya están aquí, señor. Puede pasar.

Llevé una mano a mi boca para ocultar la sonrisa que comenzaba a expandirse por mi rostro. Al parecer al señor le gustaba hacer grandes entradas.

Mi teléfono comenzó a sonar y todas las miradas se posaron sobre mí generando que mis mejillas se tornaran bordo a causa de la vergüenza que estaba pasando en ese momento.

—No se permiten los teléfonos en esta entrevista, señorita— me advirtió la mujer.

Genial recién llevaba unos segundos aquí y ya había metido la pata. Quería cavar un pozo y esconderme allí. Para siempre.

—Vamos, Cloose[G1] . No seas tan mala con la chica. Tal vez es una llamada urgente. Adelante, querida atiende si lo necesitas— dijo la misma voz que había oído en el elevador.

Los pelos de mi nuca se pusieron de punta al oírlo.

—N...no será necesario— respondí y lo guardé en el bolso.

—Insisto, no tengo ningún problema en que respondas. Se lo importante que es para las chicas como su móvil.

Mi boca se abrió de par en par cuando dijo eso. Al parecer a Jackson se le había olvidado mencionar otra importante característica de este hombre que tenía parado frente a mí: era un machista de primera. Además a qué se refería cuando decía: "chicas como yo".

Me acomode en la silla e intenté estirar lo más posible la tela de ese minúsculo vestido que con suerte llegaba al comienzo de mis muslos. Ya veía porque la gente me miraba así cuando entre acá. Y opte por morderme la lengua. No podía decirle lo que estaba pensando en este momento.

— ¿Comenzamos?— nos preguntó a todas sin siquiera mirarnos a la cara.

No me extrañaría que fuera de la clase de tipos que se besaba por la mañana cuando se veía en el espejo.

—Lo que haré serán unas preguntas de rigor. Ya saben— explicó— Para conocerlas un poco mejor.

Por lo visto todas las chicas que estaban allí estaban de acuerdo con eso porque ninguna mostró su descontento.

—Comenzaré de izquierda a derecha— afirmó tomando la lista que Cloose le extendía— Y lo haré con... Jessica.

Para ser un hombre que no podía encontrar asistentes de la manera tradicional era bastante organizado.

Una menuda chica que llevaba el cabello atado levantó su mano para dejarle ver al empresario que se trataba de ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.