La Elección del Millonario

IV. En la boca del lobo.

¿Había escuchado bien? ¿O estaba sufriendo alguna clase de embolia que no me permitía entender que es lo que estaba pasando aquí?

De saber que era una posiblemente estaría segura de cómo se sentiría. Pero como no lo hacía debía rendirme ante la idea de que a mí cerebro le estaba costando más de lo normal entender que es lo que estaba sucediendo aquí.

¿Realmente había dicho que me aceptaría a mi como su nueva asistente?

—Disculpe, ¿qué dijo?— logré decir luego de lo que parecía mucho tiempo al menos más del adecuado para esperar una respuesta de mi parte por la expresión en sus rostros.

—Diablos, señorita Patterson, está pálida— exclamó Oken, ignorando el hecho de que había visto el boceto que había hecho de mí.

¿Acaso había pasado todo este tiempo haciéndolo? ¿Y las preguntas que habían salido de su boca fueron todas improvisadas?

Meneé mi cabeza. Dudaba mucho que un tipo como él dejara las cosas libradas al azar.

—Pensé que se pondría más feliz con la noticia de que había conseguido el trabajo. ¿Por qué no está dando saltos de alegría?

Mi boca se abrió formando una gran O.

— ¿Esta insinuando que debería tirarme a sus pies y agradecerle de rodillas por haberme dado este puesto? Pues déjeme decirle una cosa. Puede esperar sentando porque si hay algo que no haré será doblegarme ante un hombre.

Su rostro se ensombreció ante mi declaración.

—No te estoy pidiendo eso— llevó una mano a su nuca y la rascó de forma maniática.

—Entonces ¿que está pidiendo?— lo observé desafiante— Porque repito, si lo que espera es que haga una pequeña fiesta aquí, deberá esperar sentado, porque no pasará en esta vida… O en cualquier otra.

—Es suficiente—exclamó Cloose poniendo una mano en alto— No toleraré que se dirija así a su nuevo jefe—apretó el aparato en su oreja— Tom, necesito que escoltes a la salida  del edificio a una señorita que está generando disturbios en la oficina del señor Ok…

Una mano se posó sobre la suya.

— ¿No crees que estás exagerando un poco las cosas?—le preguntó en un tono que no dejaba lugar a discusión— ¿Acaso no importa lo que yo siento o lo que pienso? Porque si debo decirlo, me estoy divirtiendo bastante con todo esto— puso un dedo en el aire y lo hizo girar— ¿Qué opina, señorita Patterson?

—Opino que puede decirme de una vez por todas que se supone que implica mi trabajo para poder salir de aquí—resoplé llevando una mano a la cintura.

—Vaya, tenemos a una criatura impaciente por aquí— respondió divertido.

—No tienes idea de cuan impaciente puedo hacer, así que si vamos a trabajar juntos déjame advertirte una cosa. Mejor no me pongas a prueba porque no te gustará ver que tan lejos puedo llegar—comenté en tono rudo.

Sus ojos se abrieron de par en par y una mueca parecida a una sonrisa apareció en su rostro.

Bajó la cabeza y caminó hacia donde estaba para colocarse detrás de mí. A una distancia tan corta que podía sentir su respiración chocar contra mi nuca.

Su fina colonia embargaba aquella burbuja en la que parecía que ahora estábamos metidos y a la que nadie más podía entrar.

—Y parece que tienes cero sentido del decoro. ¿No te han enseñado que debes a tratar a tus superiores como corresponde? – Preguntó— No recuerdo haber dicho que podías tratarme de igual a igual— inquirió— No nos manejamos de esta manera.

—No puede importarme menos— mascullé casi para mí.

—Debería de hacerlo. Por lo menos si quieres conservar tú trabajo. No me malinterpretes—negó con la cabeza— No es que no me haga ilusión que estemos en igualdad de condiciones, pero podríamos dejar eso para otro ambiente. Uno más… casual. Uno en el que podamos pasar un buen momento juntos—susurro contra mi oído y todo mi cuerpo se estremeció como respuesta.

—Desagradable— giré para enfrentarlo— No se por quién me toma, señor Oken— puse un dedo en su pecho— Y déjeme decirle una cosa. En el único lugar en el que usted y yo vamos a compartir tiempo juntos, será en esta oficina. Cuando mi horario termine iremos por caminos separados, hasta que el sol vuelva a salir en el cielo y arrastraré mi trasero hasta aquí, para llevar a cabo las tareas que usted me pida— aclaré— Así que, por qué no me dice de que se trata todo esto y podré irme de aquí, para continuar con mi vida.

—Y ruda— siguió enumerando mis interminables “cualidades”— Interesante—levantó su muñeca y se concentró en su reloj— Lamento desilusionarla, señorita Patterson, pero me temo que nuestro tiempo juntos terminó. Mañana la quiero aquí a primera hora y espero tener mi café caliente en mi mesa para cuando llegue.

Debía estar bromeando.

— ¿Quiere terrones de azúcar o stevia en él, señor?—pregunté sarcásticamente.

—Lo dejaré a tu elección, linda—tomó mi rostro entre sus largos dedos para luego soltarla— Y con respecto a lo que dijo anteriormente, ya lo veremos. Tal vez no lo piense ahora  pero puede terminarle gustando pasar tiempo conmigo— me guiño un ojo y se encaminó a la puerta para abrirla para mí.

—Vaya, que caballero— puse los ojos en blanco al pasar a su lado.

Ya no me importaba a esta altura si mi conducta era errónea o poco ortodoxa. Estaba bastante claro que no había nada que yo hiciera que pudiese desencantarlo.

—Puedo serlo… Cuando quiero— agregó luego de una pausa excesivamente larga— Nos vemos pronto, señorita Patterson— dijo en un tono excesivamente seductor que provocó que mi estómago se revolviera.

Dios, si tendría que soportar esto durante todos los días, posiblemente consideraría la idea de vivir debajo de un puente. Quizás la pasaría mejor allí que trabajando al lado de este patán.

Mi móvil comenzó a vibrar en mi bolso y suspiré aliviada al saber que esta vez sí podría tenerlo en mis manos. Era increíble como aquel aparatito se había convertido en algo tan fundamental para mí, era básicamente una extensión de mi cuerpo y lo único que me conectaba al mundo exterior.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.