La elegida del príncipe del averno

Capítulo 6

⛧♰ 𝐀𝐳𝐚𝐳𝐞𝐥♰⛧
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Eso no aclaró sus dudas, de hecho la sumí más en la incertidumbre. La palabra “elegir” resonó en su mente, y la entiendo, no era para menos.

—¿De qué hablas? ¿Qué quieres decir con que ‘me elegiste’? —dijo ella, queriendo ocultar el leve temblor de su voz.

Solté una risa seca sin pizca de calidez. Eso la perturbó más.

—Ya te lo dije, vine por tu alma. Te elegí porque quiero, y voy a llevarme tu alma hacia las profundidades del infierno.

—Pero… —Estaba protestando. Quiso oponerse y replicar, pero no sabía cómo y las palabras se le atoraron en la garganta.

Vi el reflejo de pánico en sus ojos. Percibí que quería huir y esconderse, se resistía a aceptar lo evidente y buscaba frenéticamente una explicación racional.

Incluso intentó convencerse de que todo era un mal sueño o que estaba delirando. La idea de la locura le pareció menos dolorosa que la alternativa. Pero no lograba comprender por qué a ella.

Luego comenzó a culparse. Enumeró mentalmente todos sus pecados, por mínimos que fueran. Todo lo que la había llevado a ese punto.

En su mirada se asomó una súplica muda, como si esperara una disculpa de parte de un ángel caído por todo el dolor que había vivido, como si esperara justicia o tan solo una explicación de mi parte. Pobrecita, pero, ¿qué clase de criatura pensó que era yo? Divino no, eso estaba claro.

—¿Por qué yo? —preguntó finalmente con un ligero tono, apenas perceptibe.

«¿Por qué ahora?» fue lo que quería decir realmente. Ahora que por fin se había alejado de todo lo que la había destruido: su familia, su entorno.

Ese pensamiento le atormentó un momento, creyó que tal vez el resentimiento que sentía era lo que la había traído a la oscuridad, a condenarla.

¿Cuánto más tendría que esperar yo a que su tormentosa mente se callara?

—No lo comprendo —dijo con una voz más rota y era evidente que hablaba consigo misma— ¿Qué hice mal? No, es que no lo entiendo.
Respiré, largo, profundo y pesadamente.

—Tú no hiciste nada. —Mi tono no fue de consuelo, aunque pudo parecerlo y eso le pareció insultante—. Digamos que tu alma me llamó la atención. Y la quise.

Me miró, como si fuera un disparatado. El sentimiento en sus ojos cambió de dirección. Advertí que la rabia estaba reemplazando su miedo y se atrevió a levantarme la voz.

—¡¿Qué?! ¿Tú me estás diciendo que me van a torturar eternamente solo porque te ‘llamé la atención’?

No era precisamente de ese modo, pero es aceptable, diremos que sí.

—Sí, justamente eso. Tu alma ya es mía.

Estaba horrorizada con esa palabra, después frunció el ceño.

Para ella yo era un niño caprichoso y eso me fastidió. Únicamente, no se lo reproché porque creyó que la estaba poniendo al nivel de un monstruo al castigarla de ese modo, solo porque a mí se me antojaba.

—Y no será que, no lo sé… —modificó el tono de su voz, pasiva y cautelosa. Queriendo sonar convincente. Después de analizarlo quería probar a buscar algo que pudiera convencerme de desistir—. ¿Puedes elegir otra alma? Quizá alguien que sea útil.

Ilusa.

Yo ya estaba negando lentamente con la cabeza antes de que acabara su frase.

—Ni lo intentes, no es una opción. La tuya me parece mucho más interesante.

—¿Pero qué te puede interesar de mi alma? —inquirió—. No tengo nada que ofrecerte, ni siquiera tengo amigos, mi trabajo es una basura —qué pena—, y mi familia —hizo una pausa, saboreando el amargo de la palabra—. No quiere ni verme.

Y era mejor así. Después de leer todo lo que pensaba de ellos, no entendía por qué se quejaba.

Incoherencias mortales.

—Aun así me interesa —levanté los hombros—. ¿Qué puedo hacer yo? Tu alma es menos común de lo que piensas. Y no vas a hacer que cambie de opinión —me tiré en el sofá con las manos en la cabeza—. Lo siento.

Resopló, ya no se le ocurría con qué más intentar. Su paciencia se había agotado. No solo se sentía frustrada de intentar dar razones al aire, también estaba absurdamente cansada.

Noté cómo sus hombros descendieron, y entonces habló.

—¿Y tienes que hacerlo justo ahora?

La observé en silencio, pensando en su perspectiva.

Lo analicé un momento. Ciertamente, quizá no era muy justo para ella que venga de repente un demonio a llevársela. No tenía apuro en hacerlo. Al menos, no todavía.

—Supongo que podría darte algo más de tiempo, si es lo que quieres.




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