Año 158. 9 luna de Fjōrõa.
Plaza de la Esperanza, Ilustración.
800 hrs.
Frederick van Rousbell.
La entrada al CEA de Ilustración siempre me ha parecido la más hermosa de todas. Desde su sendero de piedras blancas y el verde contorno de la Plaza hasta la magnífica capilla de los héroes. La escalinata de mármol que guía a la entrada de vidrio del edificio, construido en su totalidad por columnas de piedra blanca y largas y extensas hileras de ventanales que cubren el edificio. No es el edificio administrativo de Sabotaje, ni tendrá el excéntrico estilo de Libertinaje; no lo resguardan criaturas aladas, como en Quimérica y tampoco es un basamento artesanal, como en Primitiva.
Pero es su sencillez y transparencia, combinado con la increíble satisfacción que conlleva el sólo apreciar el edificio, lo que hace que el CEA de Ilustración sea el más perfecto de todos.
Nunca me canso de admirar la construcción cada vez que termino de subir la escalinata, pues el bello arco que decora la entrada y las dobles puertas de vidrio siempre me hace sentir en casa. Ese es mi hogar.
Este trimestre es el turno de Ilustración para patrocinar las juntas del Comité, por lo que me alegra saber que durante las próximas dos reuniones podré jactarme de la perfección de este edificio.
Finalmente entro al recinto y me dirijo al recibidor, donde una chica de cabello crespo y castaño con grandes ojos oscuros me observa entrar con una sonrisa. Ella me extiende la libreta que gestiona las entradas y salidas y registro mi llegada.
-Buenos días- saluda con cortesía.
-Buenos días- respondo.
Ella suelta una risita que me hace sentir un poco incómodo, pero asiente con la cabeza y me señala el ascensor al final del pasillo, como señal de que puedo proseguir. Le doy una última mirada, desconcertado, y me dirijo al elevador. Presiono el botón para que abra las puertas y una vez adentro, marco el último piso del edificio, el que está dedicado por completo a ser la Sala de Reuniones del Comité Mundial de Secciones.
Cuando las puertas metálicas vuelven a abrirse con un pitido, me recibe el largo pasillo de paredes blancas y alfombrado azul, con la fría luz de la mañana penetrando por la ventana del fondo. Recorro el pasillo por completo, hasta llegar a la única puerta que existe del lado derecho.
Entro a la estancia desabotonando abotonando los puños de mi camisa, una forma de entretenimiento que sirve como ejercicio para mis dedos.
La sala, por completo iluminada gracias a sus tres paredes de ventanales, está casi vacía. La mesa central sólo está ocupada por una silueta grande y fornida, con el cabello rubio cenizo comenzando a deslizarse por sus orejas.
-Buenos días, Jacob- saludo con calidez.
Él ni siquiera voltea a verme, así que suspiro. No importa cómo lo haga, nunca responde mis saludos. Me acerco a la mesa y me siento adecuadamente en mi lugar designado, a una silla a la derecha del suyo.
-Esta vez llegaste a tiempo- dice llanamente, mirándome a los ojos.
-No tenía nada mejor que hacer, en realidad- respondo.
-Nada como asegurarte de que esa banda de malandros se esté comportando adecuadamente- asevera.
-Ya no son niños, pueden arreglárselas por sí solos.
-Eso no es suficiente para los demás- me regaña.- Aunque pienses en ellos como adultos jóvenes, lo cierto es que son una bomba de tiempo. Debes garantizar la seguridad de cada persona que se encuentre en el mismo edificio que ellos.
-¿Te arrepientes de tu desición?- pregunto con cinismo.
-Por supuesto que no. Tus medidas siempre son radicales y tu palabra es honesta- responde.- Ambos sabemos que la única razón por la que se aprobó tu proyecto fue porque los miembros de este comité, incluyendote, coincidimos en que es más fácil manipular que convencer, y cuando ellos dejen de ser útiles, serán borrados del planeta.
-Cuide sus palabras, Comandante. No queremos que ellos escuchen- murmuro con sorna.
Jacob me sonríe.- Incluso ellos saben que en una sociedad como la nuestra, la única forma de deshacerse de este equipo es enviándolo a los lugares más peligrosos de la galaxia. Dejando que otra especie se ocupe de ellos.
-Por supuesto- murmuro con rapidez.
“Por supuesto” me repito en mi mente. “La única razón por la que ese equipo existe es porque tienen algo que nadie más posee…”
-¡Buenos días!- saluda Sherezade, blandiendo el brazo por el aire mientras se acerca a su asiento.
-Buenos días, Yoshikawa- saluda Jacob.
Lo miro a los ojos, con el ceño fruncido y el gesto de confusión en el rostro. El Comandante me mira y se ríe. Aunque claro que ya sabía que lo hace sólo para molestarme.
-Buenos días- respondo con desgana.
-Freddie- me llama mientras toma asiento.- Dijiste que irías a ver el festival de talentos de Libertinaje, y nunca llegaste- me reprocha.
-Pero aún faltan 5 lunas- digo desconcertado.
-Bueno sí- consciente ella.- Pero esperaba que llegaras a los preparativos.
Le sonrío.- Tranquila, veré la inauguración.
Ella abre los ojos con emoción y me toma del brazo, comenzando a zarandearme.- ¡Eso es perfecto! Prepararé un pabellón para ti.
-Ya déjalo, Sherezade- interrumpe otra voz, desde el otro lado de la mesa.
Blake está sentada al lado izquierdo de Jacob. En realidad, creo que nunca la he visto a llegar a ningún lugar. Simplemente aparece de la nada. Blake es sumamente silenciosa y calmada, sus acciones siempre son intencionadas y parece ir un paso adelante la gran mayoría de las veces.
Un humo negro inunda la habitación, el olor de flora silvestre lo acompaña y una voz profunda habla:
-Bien, es hora de comenzar la reunión.
Alchemy aparece envuelto entre la niebla, toma su silla a mi lado y se sienta. Sus entradas siempre resaltan sus poderes mágicos.