Año 157. 23 luna de Fjōrõa.
Laboratorio Central del SINEFU, Ilustración.
1500 hrs.
Frederick van Rousbell.
-Según el resultado de las pruebas, podemos confirmar que son la misma sustancia.- afirma Annabel, la científica en jefe del laboratorio principal, después de que analizamos las muestras recogidas por los exploradores y las comparamos con la sustancia del frasco de Blake.- Aunque la primera sustancia no emite el mismo olor, ni está tan caliente.
-¿Ya tienes los resultados del aumento de temperatura en la primera muestra?- inquiero.
-Ahora mismo están realizando el experimento- responde Annabel.- Lo que sí es seguro, es que ambas tienen una estructura molecular muy parecida. Aunque ya podemos descartar la hipótesis que se trate de materia inanimada.
Ambos observamos la mesa del laboratorio, en la cual se encuentra una charola de metal con ambas sustancias dentro. La muestra de Blake dentro de su botella de cristal, y la muestra de los exploradores en un matraz erlenmeyer; ambas tapadas con corchos de madera y ambas sustancias atrayéndose una a la otra, intentando mezclarse.
Cuando juntamos los líquidos, estos empezaron a reaccionar entre ellos moviéndose dentro de sus recipientes. Al principio creímos que tenían atracción magnética, algo raro pero creíble tratándose de sustancias desconocidas. Sin embargo, éstas no reaccionaron a ningún otro imán o metal, así que la idea del magnetismo fue desechada. Además, por muy extraño que parezca, la muestra de Blair no ha dejado de hervir, aún estando lejos del fuego y en un ambiente frío. Lo colocamos dentro de un sistema cerrado para manipular la temperatura del entorno, pero la sustancia simplemente se congeló, iba de extremo a extremo sin pasar por los medios.
Blair ha ido con los químicos a cargo del experimento del punto de fusión de la muestra de los exploradores para analizar si el resultado es igual o similar al frasco de la Anciana. Por el momento, Annabel y yo nos encontramos observando ambos líquidos, tratando de procesar las últimas conclusiones.
-¿Y si las juntamos?- sugiero.
-¿Estás seguro?- refuta la chica, una mujer joven de cabello oscuro y ojos amielados.- No sabemos qué son ni de dónde vienen.
-Si, pero es parte de la investigación- aclaro.- Además, ambas cosas quieren juntarse. Sólo hay que dejar que lo hagan… y observar.
Annabel me mira dudosa, pero finalmente acepta. Trasladamos la charola a una caja de manipulación del laboratorio, un recipiente considerablemente más grande el cual se puede sellar por todos lados y alterar sus condiciones, tales como temperatura, presión, adición o sustracción de gases o, inclusive, otras sustancias, etc. Tiene, en la parte frontal, unas aberturas unidas a guantes de laboratorio por las cuales se meten las manos y se manipula el objeto o la sustancia contenida. Annabel abre el recipiente por arriba y coloca las sustancias en él, separadas entre ellas. Después, la joven retira los corchos y sella el recipiente.
Al principio, las materias oscuras se quedan quietas, como si estuvieran procesando su nuevo entorno. Pero segundos después, sus contenedores comienzan a vibrar violentamente antes de volcarse y permitir que las sustancias salgan de ellos a gran velocidad. Cuando se encuentran, se mezclan como si realmente se tratara de materia magnética, pero en cuanto lo hacen, la sustancia burbujeante deja de hervir y la sustancia pasa de ser acuosa a una suerte de consistencia viscosa.
Annabel mete las manos en los guantes del recipiente para tocar la nueva sustancia, pero en cuanto la roza la chica grita y saca la mano.
-¿Qué pasó?- pregunto alarmado, a la vez que dirijo mi mirada a sus dedos.
La mano derecha, la primera que tocó la sustancia, está roja por completo, con algunas ampollas creciendo de un color amarillo y blanco y con pedazos del plástico azul del guante. La joven corre deprisa a enjuagar sus dedos en el grifo de agua que está en una esquina del laboratorio. Mientras ella se abre paso hasta el lugar, yo me acerco al muro del recipiente y observo a través del orificio del guante derecho: la protección está quemada.
La sustancia oscura comienza a moverse, como si tratara de formar una figura. Pero parece que le falta algo, pues simplemente se derrumba antes de solidificarse. La materia es corrosiva, pero al menos el material del recipiente es a prueba de ácidos.
Coloco el sello de emergencia en las aberturas de los guantes para evitar que la sustancia salga del recipiente y me camino hasta Annabel, quien tiene una expresión dolorosa en el rostro mientras se enjuaga la herida.
-¿Qué es eso?- murmura con dolor.
-Al parecer, son dos sustancias diferentes- respondo.- Y reaccionan únicamente entre ellas. Una es fría, pegajosa e inolora. La otra está en constante ebullición, es más acuosa que la primera y desprende un olor desagradable. Al combinarse, de alguna forma logran crear una sustancia viscosa y corrosiva sumamente caliente que no desprende hedor alguno.
-¿Está seguro que proviene de alguna especie marina?- inquiere la chica, mirándome con los ojos muy abiertos.
-No- admito.- Pero ahora ya no tengo ninguna duda.
-¿Qué?
-Vienen de Desconocida, el Tercer Continente.
Justo en ese momento, entran al laboratorio central Blake y un par de científicos que fueron relegados al experimento de aumento de temperatura con la primera sustancia, la recolectada por los exploradores. La sonrisa de la Anciana se borra de su rostro en cuanto nos ve con el grifo abierto, así que camina deprisa hacia nosotros.
-¿Qué sucedió?- pregunta preocupada.
-Combinamos las dos muestras y se formó una especie de ácido corrosivo. Annabel la tocó, incluso con protección, y ahora presenta quemaduras de segundo grado- resumo.- ¿Y el experimento?