Año 158. 17 luna de Tredje.
Plaza de la Esperanza, Ilustración.
1400 hrs.
Frederick van Rousbell.
La Plaza de la Esperanza es el centro de nuestra civilización, el lugar donde recordamos nuestros orígenes y las razones que nos llevaron a lo que somos ahora. Se encuentra muy bien posicionada en el corazón del Primer Continente, en medio de Ilustración.
Es el único lugar en Neneari que brinda tributo a aquellos que nos guiaron a la luz, a la victoria y al conocimiento. El sitio con la única capilla existente en el mundo: la Capilla de los Héroes. Es este el ambiente de honor y tranquilidad que buscó el Comité para establecer la institución de carácter internacional más importante de todas: el Centro de Especializadas Atenciones, por sus siglas CEA.
Así que la Plaza de la Esperanza, el único lugar en Ilustración cuya vida floral no fue completamente destruida, resguarda entre sus límites un elegante edificio construido con mármol blanco y exquisito vidrio pulido, tintado ligeramente de azul para realzar el halo de luz que lo envuelve.
Es una construcción agradable a la vista, blanca como la claridad que ofrece a los clientes y tan cubierta de ventanas, ventanales y puertas de vidrio que resaltan el sentido de transparencia que garantiza a todo el mundo.
El CEA es también el punto de reuniones del Comité Mundial de Secciones, y aunque cuenta con sedes en cada sección aliada al Comité, me tomo la arrogancia de decir que el construido en Ilustración es el más magnífico de todos; no sólo porque el lugar donde se edificó cuenta ya con aquel sentimiento de paz y honor, sino porque la construcción por sí misma es una belleza arquitectónica, un monumento que refleja los más avanzados conocimientos en este ámbito. Aunque era de esperarse cuando se construyó un edificio de suma importancia en el hogar de la tecnología y el desarrollo.
Retomando el hilo de la narración, me encuentro recorriendo el camino principal de la Plaza de la Esperanza, un sendero perfectamente definido por pequeñas piedras pintadas de blanco que guían desde la entrada a la Plaza, pasando por la Capilla de los Héroes, hasta la entrada del CEA, llegando a los pies de las elegantes escaleras de mármol que inician a ambos lados del camino para encontrarse de nuevo en el pequeño descanso que lleva a la entrada del edificio.
Sinceramente me encuentro un poco nervioso. El Comité es un grupo muy difícil de tratar, aunque trabajemos conjuntamente todos los temas concernientes al planeta. Nuestros puntos de vista reflejan a la perfección la forma de pensar de la sección que representamos, y por ello hay veces que nos cuesta tomar decisiones que nos satisfagan a todos.
Inhalo profundamente para tratar de calmarme un poco. Aprieto el mango del maletín que llevo en mi mano derecha y comienzo a subir las pulidas escaleras de mármol, sujetando el barandal durante mi ascenso.
Es un día soleado, con el cielo despejado y un agradable calor resguardando mi espalda. Con cada escalón que subo se puede apreciar con mayor claridad el fondo metálico de la ciudad de Ilustración, un lugar repleto a tope por estilizados edificios dedicados a la ciencia y la tecnología, construcciones que contrastan maravillosamente con las tonalidades verdes de la Plaza de la Esperanza y el deslumbrante color blanco del CEA.
Suspiro lentamente cuando termino de subir las escaleras, y me encamino tranquilamente hasta la entrada del edificio: altas dobles puertas de vidrio que se abren cuando su sensor de movimiento es activado.
Así que cuando dí el primer paso por el descanso del edificio, la entrada ya estaba abierta.
Me adentro en el recibidor; una bonita sala de espera del lado derecho reclama de inmediato mi atención con sus sillones azules como el cobalto y los mullidos cojines rojo carmín. A pesar de ello, me dirijo al lado izquierdo, donde una chica de cabello crespo y castaño con grandes ojos oscuros atiende tras un recibidor de caoba perfectamente barnizado. Ella me mira con una sonrisa y me extiende una libreta y una pluma. Firmo mi entrada y espero a que la joven registre mi llegada en el sistema.
Después de un breve intercambio de palabras, me permite seguir mi camino. Todo en este lugar tiene un estricto código de reglas. Sin más preámbulos llego al elevador, al fondo del pasillo. Mientras espero a que llegue a la planta baja, reviso mi reloj de muñeca: 14:02 pm. Perfecto, ya voy dos minutos tarde.
El elevador abre las puertas, camino hasta él y presiono el botón de la última planta del edificio, un piso entero dedicado específicamente a ser la Sala de Reuniones del Comité.
La música del elevador de alguna forma logra calmar mi acelerado corazón, y los 37 segundos que demora en llegar al último piso son suficientes para repasar mentalmente el pequeño discurso que tengo preparado para esta reunión.
Se escucha un ligero pitido cuando el elevador se detiene y abre las puertas. Vuelvo a suspirar y salgo de este, caminando firmemente el largo pasillo que guía del ascensor hasta la entrada de la Sala de Reuniones. La única ventana que hay es la que está al fondo, misma que da a la entrada del recinto. Las paredes están hechas de mármol blanco y por el suelo se extiende una hermosa alfombra azul rey.
Me aflojo un poco el nudo de la corbata y me detengo un segundo para relajar los hombros y acomodar las solapas de mi traje. Respiro profundamente antes de dar vuelta a la derecha y adentrarme en aquella sala completamente iluminada, pues todas las paredes, exceptuando la que forma parte del pasillo, están cubiertas con enormes ventanales.
-Dos minutos y cincuenta y ocho segundos de retraso, Frederick.- Una voz gruesa y áspera me recibe con esta cordial bienvenida.
-Y muy buenas tardes para usted también, Jacob- le respondo mientras camino tranquilamente hasta mi asiento en la extensa mesa redonda, situada perfectamente en el centro de la estancia.