La Elvaruare

La Anduirath/ Parte II

La isla parecía estar al borde del mundo, atrapada entre las fuerzas del cielo y del mar. Desde la cima de una de las colinas cercanas al campamento, Elvara observaba con fascinación y temor la batalla que se desataba sobre sus cabezas. Las naves, iluminadas por los destellos de rayos que las envolvían, parecían dioses luchando en los cielos, cada impacto de sus armas resonando como un trueno divino.

---- ¿Qué son esas cosas, capitana?----Murmuró uno de sus hombres, un joven llamado Kiriath, cuyo rostro reflejaba tanto asombro como miedo.

----No lo sé,---- respondió Elvara, sus ojos clavados en los colosos de metal que cruzaban los cielos. ---Pero lo que sea, están en guerra.

Las naves más grandes dominaban el aire con una presencia aterradora. Tenían un diseño que parecía desafiar toda lógica: estructuras angulosas y alargadas, adornadas con luces blancas y púrpuras que parpadeaban como si fuesen estrellas vivas. Sus armas emitían rayos que atravesaban el firmamento, iluminándolo con un resplandor que convertía la noche en día. Cada disparo dejaba en su estela un zumbido que hacía temblar la tierra y el mar por igual.

Elvara pudo ver cómo una de esas naves gigantes giraba lentamente en el aire, apuntando su proa hacia una formación de naves más pequeñas que avanzaban con rapidez y agilidad. De repente, un rayo blanco atravesó el cielo, impactando en una de las naves pequeñas y reduciéndola a un amasijo de fuego y humo que cayó al océano, levantando una columna de agua que alcanzó el cielo.

----¡Por los dioses! Eso es...---- Kiriath no pudo terminar la frase, porque otro disparo rasgó el aire, alcanzando otra nave que explotó en pleno vuelo, esparciendo esquirlas metálicas que cayeron como lluvia sobre las aguas.

Pero las naves más pequeñas no estaban indefensas. Con maniobras imposibles, esquivaban los ataques de las naves colosales y lanzaban sus propios proyectiles. Algunas de estas pequeñas embarcaciones parecían estar hechas para la velocidad y la precisión, atacando como un enjambre de avispas alrededor de una bestia gigante.

----¡Capitana, mirad eso!--- Exclamó uno de los vigías, señalando hacia el horizonte.

Más naves pequeñas llegaban desde la distancia, una formación entera de luces blancas que se movían con coordinación impecable. Elvara observó cómo se lanzaban directamente hacia las naves de mayor tamaño, rompiendo sus formaciones con una lluvia de disparos que parecían proyectiles de fuego líquido.

La batalla alcanzó un punto álgido. Las naves más grandes respondieron con violencia, lanzando rayos y relámpagos que cruzaban el cielo como látigos luminosos. Una de las naves pequeñas fue alcanzada y explotó en una esfera de luz cegadora, pero no antes de disparar un último proyectil que impactó en la base de una de las naves gigantes, provocando que esta se inclinara lentamente, como si un coloso estuviera cayendo.

El cielo se convirtió en un mosaico de colores: el púrpura de las naves colosales, el blanco radiante de las pequeñas, el rojo ardiente de las explosiones y el azul eléctrico de los rayos que se cruzaban en todas direcciones. La tripulación de Elvara, desde su posición, observaba con el rostro iluminado por los destellos, incapaz de apartar la vista de aquel espectáculo aterrador.

----Esto no es natural,----murmuró uno de los veteranos, un marinero de nombre Hassan, venido del Oriente. ---Esto no es obra de los Dioses."

Elvara no respondió, porque su atención estaba completamente centrada en el enfrentamiento final. Después de horas de combate, solo dos naves permanecían en el aire. Ambas eran pequeñas, maniobrables, y parecían estar completamente enfocadas en destruirse la una a la otra.

Una de ellas, adornada con insignias que brillaban con un tono dorado, tenía un diseño refinado y elegante. La otra, de formas brutales y oscuras, despedía un aura de agresividad y caos. Ambas naves se flanqueaban continuamente, lanzándose rayos y proyectiles a distancias imposibles de imaginar.

----Están a punto de decidirlo,--- dijo Elvara en voz baja, sus manos apretando con fuerza el borde de su cinturón.

Finalmente, la nave con las insignias doradas logró un disparo preciso. Un rayo blanco atravesó el casco de su oponente, rompiéndolo en dos. La nave oscura explotó en una tormenta de fuego y humo, iluminando el cielo con un último destello púrpura antes de desaparecer en el océano.

Pero la victoria tuvo un costo. La nave dorada, gravemente dañada, comenzó a perder altura rápidamente. La tripulación de Elvara observó con incredulidad cómo la nave caía en espirales, dejando una estela de humo detrás de ella.

----¡Está descendiendo hacia aquí!--- Gritó Kiriath, señalando hacia la dirección en que la nave parecía dirigirse.

Elvara observó con el corazón latiéndole con fuerza. La nave cayó a una velocidad vertiginosa, rompiendo las copas de los árboles y dejando una línea de destrucción a su paso antes de estrellarse cerca de la costa oeste de la isla.

El impacto fue ensordecedor, haciendo temblar la tierra bajo sus pies. Un silencio absoluto se extendió por unos segundos antes de que el sonido del fuego y el crujido del metal comenzaran a llenar el aire.

-----Capitana...---- dijo Hassan, su voz llena de preocupación.

Elvara no apartó la vista de la columna de humo que ascendía desde el lugar del impacto. Sabía que lo que acababa de caer no era solo un barco extraño. Era algo que no pertenecía a su mundo, y, sin embargo, ahora estaba ahí, a su alcance.

---Preparad las armas,---- ordenó finalmente. ---Vamos a investigar.

Con esa última palabra, la capitana lideró a su tripulación hacia el lugar del impacto, sin saber que lo que encontrarían cambiaría sus vidas para siempre.



#1222 en Fantasía
#96 en Ciencia ficción

En el texto hay: fantasia, ciencia ficcion

Editado: 22.12.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.