La Elvaruare

La Anduriath/Parte III

El olor a metal quemado y aceite impregnaba el aire mientras Elvara y su tripulación se acercaban a los restos de la nave caída. Las primeras luces del amanecer pintaban el paisaje de un tono dorado, pero no podían ocultar el espectáculo dantesco que tenían ante sus ojos. El objeto alado, o lo que quedaba de el, era un coloso de metal destrozado, con grietas que dejaban ver sus entrañas cubiertas de chispas y lo que parecían serpientes negras retorcidas. ( Aunque esto último no era asi, lo cierto esque eran cables, pero claro, ellos no lo sabían.)

Elvara se detuvo a pocos metros del casco principal, sus ojos recorriendo cada detalle de aquella estructura que no se parecía a nada que hubiera visto antes. A pesar de su estado, aún había un aura de poder en su forma: angulosa, agresiva, como un depredador herido.

----Capitana, mire eso…----susurró Kiriath, señalando una de las aberturas en el costado de la nave. De aquellas “bocas” metálicas, lo que parecían ser armas gigantescas, emanaba un fuego azul que danzaba con un movimiento hipnótico, recordándole a Elvara los fuegos fatuos que los hechiceros de su tierra invocaban en rituales prohibidos.

Las bocas de aquellas armas estaban rodeadas de contornos intrincados, grabados en el metal que parecían runas incomprensibles. Pero no había magia en ello; al menos no la que Elvara conocía. Eran herramientas de destrucción, y su diseño frío y calculador le provocó un escalofrío.

----¿Qué es esta cosa, capitana?---- Preguntó Hassan, con una mezcla de fascinación y miedo en su voz.

----No lo sé…---- Respondió ella, mientras su mirada se posaba en una sección del casco donde un panel metálico había sido arrancado, dejando una abertura lo suficientemente grande para que alguien pudiera entrar.

Elvara sintió una punzada de curiosidad mezclada con cautela. Su mente volvió a los relatos de su infancia, cuando su padre, un marinero errante y conocedor de viejas leyendas, le había contado historias sobre los seres que caían del cielo.

Recuerda, hija,” le decía mientras señalaba las estrellas, “si alguna vez encuentras a uno de esos viajeros celestiales y les ayudas, serás recompensada con conocimientos y riquezas más allá de tu imaginación.”

Esa chispa de curiosidad y deseo de conocimiento que su padre había plantado en ella desde niña ahora ardía con fuerza. Todo lo que había visto hasta ahora, las luces en el cielo, la batalla, aquella nave caída... parecía salido de esas historias que su padre solía contarle. Si había algo que podría darle las respuestas que tanto anhelaba, estaba dentro de aquella cosa colosal.

----Capitana, no podemos entrar ahí, ----dijo Hassan, rompiendo el silencio. ----Es… antinatural. Mira esos fuegos, esas armas. Esto no es de este mundo. Puede estar maldito.

----Precisamente por eso debemos hacerlo,----respondió Elvara, su voz firme. ----No sabemos qué es, pero podría ser una oportunidad que nunca se repetirá. ¿Acaso no les causa curiosidad?

La tripulación murmuró entre sí, algunos asintiendo con resignación, otros mirando con temor hacia la el objeto. Finalmente, Elvara tomó una decisión.

----Bien, quedaos aquí y vigilad. Si algo se mueve… cualquier cosa… da la alarma,---- ordenó, mientras ajustaba la correa de su espada y verificaba que su daga estuviera en su lugar.

----¿Vais a entrar sola, capitana?---- preguntó Kiriath incrédulo.

-----Sí. Esto no es algo que cualquiera pueda hacer,---- respondió ella, intentando ocultar el nerviosismo que comenzaba a apoderarse de su interior.

Con un último vistazo a su tripulación, Elvara se acercó a la abertura en el casco. Las chispas saltaban a su alrededor mientras subía por el metal inclinado, y el calor de los fuegos azules se sentía intensamente en su piel. A cada paso, el zumbido de las máquinas moribundas dentro de la nave se hacía más fuerte, como si la estructura misma aún respirara a pesar de su estado.

Cuando finalmente alcanzó la abertura, se detuvo por un momento, observando el interior. Oscuridad, interrumpida por destellos de luz provenientes de paneles rotos y cables chispeantes. Había un olor acre que le picaba en la nariz, una mezcla de humo y algo químico que no podía identificar.

Elvara tomó una respiración profunda, intentando calmar el tamborileo de su corazón. Mientras cruzaba el umbral y daba sus primeros pasos dentro de la nave, no pudo evitar pensar en las palabras de su padre.

----Solo espero que algo de eso sea cierto…--- murmuró para sí misma.

Avanzó hacia lo desconocido, con la espada lista en su mano y una determinación ardiente en su pecho. Cada paso dentro de aquella nave destilaba peligro, pero también la promesa de respuestas y tal vez algo más.

Con el eco de sus pasos resonando en el interior metálico, Elvara se adentró en las entrañas del gigante caído, esperando encontrar aquello que había anhelado toda su vida: conocimiento, poder… o quizás, un encuentro con lo celestial.



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En el texto hay: fantasia, ciencia ficcion

Editado: 22.12.2024

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