La Elvaruare

La Anduriath/ Parte XII

El sonido de los pasos resonaba por los largos pasillos de la nave, ahora mucho más amplios que los corredores estrechos donde Elvara y Reinhard habían comenzado su recorrido. Reinhard, por su parte, caminaba con mayor facilidad después de que sus heridas fueran tratadas, aunque aún mantenía una mano apoyada levemente en su costado. A su lado, Elvara observaba con detenimiento las estructuras a su alrededor, fascinada y abrumada al mismo tiempo por la tecnología y los secretos que escondía aquel coloso interestelar.

Los muros estaban cubiertos de líneas de luz que pulsaban suavemente, como si la nave estuviera viva. En las paredes se veían grabados extraños, inscripciones que parecían representar mapas, estrellas, sistemas y… galaxias. Elvara no podía evitar sentir una mezcla de fascinación y temor al observarlos.

—Reinhard, antes mencionaste algo que aún no entiendo del todo —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. Dijiste la palabra “galaxia” de un modo… importante. ¿Qué significa exactamente? ¿Qué es una galaxia? ¿Desconozco el término? Pareciera que connota un poder inmenso.

Reinhard detuvo sus pasos por un momento y miró a Elvara con un brillo peculiar en los ojos, como si la pregunta la transportara a una época distinta, a un momento en el que estas cosas le eran tan cotidianas como respirar.

—Una galaxia. —Comenzó con calma—. Es un cúmulo inmenso de sistemas solares. Dentro de cada una de ellas hay miles, millones, incluso miles de millones de estrellas, y alrededor de muchas de esas estrellas giran planetas, lunas, asteroides… mundos llenos de vida como el tuyo. —Hizo una pausa y señaló uno de los grabados en la pared, donde un remolino de luz parecía representar una de esas estructuras—. Esto es una galaxia. Una de incontables más allá del alcance de la vista o la imaginación.

Elvara se quedó sin palabras por un instante. Era como si el universo se hubiera expandido de golpe ante ella, revelándole su verdadera magnitud.

—¿Y el Imperio… controla todas esas galaxias? —preguntó en un susurro, como si temiera la respuesta.

Reinhard dejó escapar un suspiro, continuando su camino mientras hablaba.

—No todas. Nadie podría hacerlo. Pero controla muchas, y en cada una de ellas, el Imperio se centra en algo muy particular: los mundos nexo, o mejor conocido, como mundos cardinales Ley.

Elvara frunció el ceño al escuchar esas palabras, reconociéndolas de inmediato.

—Mundos cardinales Ley… Eso suena a las leyendas de los magos de mi tierra. Ellos hablaban de “líneas ley” y “zonas de poder”, lugares donde la energía del mundo converge.

Reinhard asintió, satisfecho de que la elfa comenzara a conectar los puntos.

—No es solo una leyenda, Elvara. Es real. En cada mundo hay líneas Ley, puntos donde las energías magnéticas, gravitatorias o incluso arcanas convergen. Esas zonas son poderosas, cruciales para quienes buscan dominar un planeta. Ahora imagina eso, pero a escala galáctica. En una galaxia, existen mundos que actúan como nodos de energía, conectados por líneas invisibles que atraviesan el espacio. Esos son los mundos nexo, los mundos cardinales Ley.

Elvara lo miró con atención, procesando cada palabra.

—¿Qué hacen esos mundos exactamente?

Reinhard se detuvo frente a una compuerta, introdujo un código en un panel y esperó a que se abriera con un siseo.

—Quien controle esos mundos tiene el dominio sobre la galaxia misma —explicó mientras ambos entraban en un vasto salón que parecía una catedral de acero y energía. En sus paredes brillaban armas desconocidas, alineadas con precisión milimétrica—. Los mundos cardinales Ley son como puntos de anclaje para las fuerzas naturales y sobrenaturales de una galaxia. Controlarlos significa controlar el flujo de esas energías. Con ellas, puedes reforzar ejércitos, alimentar tecnologías que desafían las leyes de la física, o incluso canalizar ese poder hacia otras galaxias para conquistar más territorios.

Elvara sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Eso es lo que hace el Imperio?

Reinhard asintió con gravedad en aquellas palabras.

—Sí, pero no es el único que lo intenta. En el pasado, hubo otros que comprendieron este conocimiento. Uno de ellos fue Bortar, el líder de los Sangre Oscura.

Elvara se detuvo en seco al escuchar ese nombre.

—¿Bortar? ¿Qué hizo él?

Reinhard tomó una de las armas de plasma que había en un estante cercano, inspeccionándola con cuidado antes de responder.

—Bortar fue el artífice de lo que se conoció como la Guerra Oscura. Descubrió los secretos de los mundos cardinales Ley y los usó para su propio beneficio. Con ese conocimiento, creó armas y tecnologías que el Imperio jamás había visto. Fue capaz de llevar poderes galácticos directamente a la galaxia trono, el corazón del Imperio, y casi logra destruirlo todo.

Elvara lo miró con ojos llenos de asombro y temor.

—¿Cómo lo detuvieron?

Reinhard colocó el arma en un estante y se giró hacia ella con una expresión sombría.

—Fue el Emperador quien lo frenó. Él y sus legiones lograron detener a Bortar en el último momento, pero con las justas. Aún así, el traidor escapó, y hasta el día de hoy su paradero es desconocido. Lo único que sabemos es que sigue allá afuera, planeando, esperando…

Elvara sintió que su mundo se tambaleaba bajo el peso de aquella revelación. Todo lo que había conocido parecía insignificante comparado con las fuerzas que se movían en el vasto universo.

—Esto… esto me supera, Reinhard. —Su voz era apenas un murmullo, pero había una determinación latente en sus palabras—. Pero quiero saber más. Necesito saber más.

Reinhard la miró con seriedad, viendo en ella una mezcla de miedo y curiosidad insaciable.

—Ten cuidado con lo que deseas, Elvara. El conocimiento puede ser tan peligroso como cualquier arma en esta sala. Y en este universo, la verdad casi siempre tiene un precio.



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En el texto hay: fantasia, ciencia ficcion

Editado: 01.01.2025

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