La Elvaruare

La Anduirath/ Parte XIII

Reinhard avanzó hacia una cámara oscura al fondo de la galería de armas. Sus pasos eran deliberados, y su expresión, oculta tras su máscara de combate y el resplandor tenue de los módulos de la sala, era solemne. Elvara lo seguía de cerca, observando cómo aquel hombre parecía conectar con cada rincón de este extraño lugar, como si los.mecanismos raros que lo rodeaban formara parte de él.

Al llegar a una estructura imponente que parecía un sarcófago de metal facetado, Reinhard se detuvo y colocó su mano sobre un panel lateral. El dispositivo emitió un leve zumbido y, acto seguido, comenzó a abrirse con un sonido mecánico suave, pero poderoso. Las luces en su interior parpadearon con un rojo intenso, y Elvara dio un paso atrás, sintiendo una mezcla de intriga y recelo.

—¿Qué es esto? —preguntó, con la voz casi apagada por el asombro.

—Un modulador de refuerzo —respondió Reinhard mientras comenzaba a quitarse parte de su armadura exterior, dejándola sobre un soporte cercano—. Ajusta y amplifica la coraza según las necesidades del combate. Es una herramienta que usamos en el campo de batalla para maximizar nuestras capacidades y la tecnología que llevamos al combate.

Elvara no entendió del todo las palabras de Reinhard, las palabras Tecnología y Modulador aún le parecía extrañas, eran palabras nuevas y le costaba adaptarse, pero no pudo evitar notar la reverencia con la que hablaba de aquel sarcófago metálico. Mientras él se introducía en el interior, el modulador comenzó a cerrarse lentamente, atrapándolo en su interior. Los paneles se sellaron con un sonido seco, y, de inmediato, una serie de voces mecánicas resonaron por la sala.

Refuerzo de coraza Maximus activado.
—Refuerzo de hombrera Decimus en proceso.
—Optimización de núcleo interno completada.
—Energía vital sincronizada.

Elvara observaba con los ojos bien abiertos mientras las luces rojas se intensificaban y múltiples brazos mecánicos surgían del interior del modulador, ajustando y añadiendo componentes a la armadura de Reinhard. Chispas de energía recorrían la estructura como relámpagos, y el sonido de los metales encajando resonaba como un eco profundo en la cámara.

Finalmente, tras lo que parecieron minutos interminables, el modulador emitió un silbido de vapor y comenzó a abrirse. Las compuertas se separaron lentamente, dejando salir una neblina que se disipó con rapidez. Lo que emergió de allí dejó a Elvara sin aliento.

Reinhard estaba envuelto en una armadura completamente transformada. Su figura parecía más imponente, como si cada parte de su cuerpo estuviera cubierta por un diseño que fusionaba estética y funcionalidad en perfecta armonía. La coraza principal brillaba con un negro metálico decorado con relieves intrincados que formaban patrones geométricos y runas que parecían latir con energía propia. El rojo profundo dominaba los detalles: líneas que recorrían las placas como si fueran arterias, conectando los diferentes segmentos de la armadura.

El casco, que ahora tenía una forma más afilada y agresiva, estaba coronado por protuberancias en forma de cuernos estilizados, dándole un aspecto de caballero infernal. Una luz carmesí emanaba de los visores oculares, proyectando una mirada intensa y aterradora. La espada que portaba, más grande y pesada que antes, estaba envuelta en un aura de energía roja que chisporroteaba con cada movimiento. El conjunto completo exudaba poder, disciplina y una amenaza latente que era imposible ignorar.

Elvara dio un paso atrás, su instinto empujándola a mantener la distancia. Pero Reinhard, notando su reacción, levantó una mano de forma calmada.

—No temas, Elvara. —Su voz resonó con un eco metálico, más profundo que antes debido a los sistemas de la armadura, pero aún conservaba el tono sereno de siempre—. El proceso puede parecer intimidante, pero detrás de esta máscara, sigo siendo el mismo.

Elvara lo miró con asombro, todavía intentando procesar lo que acababa de presenciar. Asintió lentamente, pero no pudo evitar que sus ojos se desviaran hacia las runas que brillaban en su armadura.

—Es… impresionante —dijo, apenas encontrando las palabras—. ¿Y esto es lo que necesitas para… combatir?

Reinhard inclinó ligeramente la cabeza, como si considerara su respuesta.

—Esto no es solo un arma, Elvara. Es un símbolo. Un recordatorio de lo que represento y de lo que debo proteger. En este universo, los símbolos pueden ser tan importantes como las armas. Pero en sí, sigo siendo yo mismo.

Elvara no respondió, pero en su interior, algo había cambiado. La magnitud del poder que Reinhard representaba comenzaba a hacerse evidente, y aunque aún quedaban muchas preguntas, ahora sabía una cosa con certeza: estaba ante alguien que había visto y vivido cosas que ella apenas podía imaginar.

Tomó un momento para recobrar la compostura. Sus ojos seguían fijándose en los detalles de la armadura de Reinhard, en las líneas de energía que recorrían su superficie como un latido constante. La espada que portaba, era un artefacto de proporciones colosales, parecía irradiar un poder casi vivo, como si fuera más que un simple arma. Respiró hondo, consciente de que estaba en presencia de algo que trascendía su entendimiento.

—Dijiste que esto es un símbolo. —Comenzó ella, con cautela—. Pero, ¿qué simboliza realmente? ¿Es solo el poder del Imperio, o hay algo más?

Reinhard bajó la mirada hacia ella, la intensidad de los visores rojos de su casco mitigándose un poco. Caminó hacia una pared cercana donde estaban talladas inscripciones y representaciones de armas antiguas, algunas de las cuales parecían reliquias de eras olvidadas.

—Simboliza sacrificio —respondió con voz profunda, pero ahora con un matiz más introspectivo—. Sacrificio por un propósito mayor, por una causa que muchos no comprenden pero que es esencial para que la galaxia sobreviva.



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En el texto hay: fantasia, ciencia ficcion

Editado: 01.01.2025

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