Capitulo 14 : Té amargo en el templo Nayari
Templo del Palacio Nayari
El templo estaba envuelto en penumbra, respirando incienso y silencio. Las columnas de obsidiana capturaban la última luz del atardecer y la devolvían en destellos suaves, como brasas que se niegan a morir. Mei Lin sostenía una taza de té de jazmín entre las manos, la porcelana tan fina como una cáscara de huevo. Frente a ella, Cael, el príncipe de Nayari, sentado sobre cojines bordados con símbolos ancestrales: lunas, dientes de jaguar, raíces sagradas.
El silencio entre ellos no era incómodo. Era el silencio de quienes habían compartido algo más que palabras, pero también más que distancia. Cael la observaba con ese rostro que tantas veces había escondido deseo y furia bajo pintura de guerra. Ahora, era sólo piedra y niebla.
—Mi casa no dejará pasar al emperador —dijo Mei Lin al fin, su voz tan tranquila como el té que se enfriaba en la taza—. Sabemos que no viene a ayudarnos. Viene a quedarse con lo que no le pertenece.
Cael asintió lentamente, como si ya lo supiera desde antes que ella abriera la boca.
—Arnard nunca marcha sin cadenas en las manos.
—Entonces lo sabes. Pero necesito escucharlo de ti, no de los espíritus ni de los vientos. Si el Imperio nos declara la guerra… ¿contamos con Nayari?
Los ojos del príncipe se clavaron en ella. Oscuros como la selva bajo tormenta.
—Sabes que siempre he estado contigo, Mei Lin.
—Pausa. Su voz se volvió dura—. Pero también sabes lo que quiero a cambio.
Mei Lin apretó la taza entre los dedos, con tanto cuidado que apenas tembló.
—No puedo expulsarlos, Cael. Los cruzados que viven en Tenshi no son soldados. Son granjeros, monjes, niños. El respeto, la paz y el equilibrio no son solo palabras. Son el cimiento de mi casa.
Cael entornó los ojos. El dolor era sutil, pero real. Aún no se curaba la herida de aquel viejo compromiso roto.
—Entonces deja pasar al emperador —dijo, sin levantar la voz—. Si decides pelear… Nayari no va a derramar sangre por cruzados. Ni siquiera por ti.
El silencio volvió, espeso como savia negra. Mei Lin apartó la vista, conteniéndose. Aún le dolía ese "ni siquiera por ti".
Entonces, sin previo aviso, las puertas del templo se abrieron. Entró el chamán, cubierto de ceniza, plumas negras colgando de su corona y el rostro pintado con hueso y carbón. Se inclinó brevemente ante Cael, sin siquiera mirar a Mei Lin.
—Señor —dijo, su voz rugosa como cuero seco—, la Cruzada vive.
El corazón de Mei Lin se tensó como una cuerda. Giró el rostro lentamente hacia Cael, el ceño fruncido, los labios apretados.
—¿Cruzada? —preguntó, seca como el filo de un abanico cerrado—. ¿Qué cruzada, Cael?
Cael tardó en responder. Se puso de pie con solemnidad, como si las palabras que iba a pronunciar pesaran como armadura mojada.
—Solo le he dado tres días. Por los lazos antiguos. Por la gratitud que aún le debo a la Casa Drakkar.
—¿Qué hace la Casa Drakkar protegiendo a una cruzada? —Mei Lin se levantó también, la voz contenida como lava bajo hielo—. ¿Quién es esa mujer?
—La emperatriz virgen —dijo él, sin titubear—. Está bajo la protección del Dragón Marino del Norte.
La taza de té cayó al suelo con un golpe sordo. El aroma a jazmín se mezcló con el de la furia.
—¡¿QUÉ?! —bramó Mei Lin—. ¿Bjorn? ¿Bjorn la protege?
Cael sostuvo su mirada, aunque en su expresión había algo quebrado.
—Él dice que es su ofrenda. Que la sacrificará frente a sus dioses, para redimir la memoria de Eirik y de todos los que murieron en Luminatis.
Mei Lin dio un paso hacia él. Sus ojos eran fuego en una máscara de porcelana.
—Pero tú no le crees… —susurró—. Tienes esa cara, Cael. Dímelo. ¿Qué está pasando?
Cael no respondió de inmediato. Sus labios se entreabrieron con lentitud, como si las palabras dolieran.
—La cruzada lo ha tocado. Lo miro… y no veo al Bjorn que conocimos. No va a matarla.
—Imposible —dijo ella, negando con fuerza, la voz quebrada por la incredulidad—. Bjorn, el sangriento. El que enterró a sus guerreros con las manos desnudas. Jamás rompería un juramento a sus dioses. Sería maldito para siempre.
Cael la miró con un cansancio que parecía más viejo que él.
—Entonces ve —dijo con voz grave—. Míralo tú misma.
Bjorn ya está maldito.
----
La vela lanzaba una sombra alargada sobre el suelo. El cuerpo del guardia Nayari aún sangraba lentamente, una ofrenda no pedida a los dioses equivocados. Bella yacía entre mantas, débil, febril, el rostro blanco como el hueso. Jadeaba. El ave seguía aferrada a ella como si le perteneciera, como si su respiración dependiera también de la suya.
Bjorn estaba de pie. En la mano, su espada aún goteaba. No con furia, sino con certeza. Había matado. Y no se arrepentía.
La puerta se abrió bruscamente. Cael entró como una tormenta contenida, con la hoja ya medio desenvainada. Mei Lin lo seguía con rostro grave, los pasos cuidadosos, midiendo el filo del aire.
Cael no necesitó ver mucho.
—¿Mataste a mi guardia?
—Se metió donde no debía —respondió Bjorn, sin girarse del todo—. Intentó llevársela.
—Estás en Nayari, no en Drakkar. ¡Ella es prisionera, no propiedad!
Bjorn se volvió, sin apuro. Lo miró desde arriba, como si Cael fuera apenas otro lobo menor aullando en la niebla.
—Ella es mía.
Silencio.
Cael entornó los ojos, su espada subió apenas un palmo.
—¿“Tuya”? ¿Hablas de sacrificio, Bjorn, o de algo más?
Bjorn bajó la mirada hacia Bella. Seguía inconsciente. Respiraba con dificultad, los labios resecos. Sin dudar, tomó su mano. Con un movimiento seco, extrajo una daga de su cinturón y le hizo un corte leve en la palma. Una gota de sangre corrió, oscura, espesa. Cayó sobre la piedra del templo, marcando el suelo como un sello antiguo.
Mei Lin se sobresaltó. Dio un paso, pero no habló. Sabía lo que pasaba: entre dos lobos hambrientos, mejor ser sombra que presa.
#2173 en Fantasía
#2851 en Otros
#496 en Acción
reinos en guerra, #amor-odio, #amor traición culpa redención
Editado: 21.06.2025