La esclava favorita del rey

La primera noche

Capítulo. 

 

Postrada con el rostro en tierra, rogué al rey por piedad, yo solo era una hija que fue arrebatada del seno de sus padres, lo único que aún me quedaba era la esperanza de volver a ver a mi madre una vez más y llorar juntas por la terrible perdida y pena que nos fue infundada.

—¡Qué es está terrible insolencia! —clamó el rey con sumo enojo, yo no despegue el rostro del piso porque si mi destino era morir ahí, entonces lo aceptaría, ya no me quedaba nada por lo que desear vivir, podía aceptar renunciar a mi propia vida si ya nunca más iba de vuelta a casa.

—Le suplico mi rey, que tenga piedad, solo deseo ver a mi madre, volver a la tierra de donde los bárbaros me trajeron contra mi voluntad —pronuncié con un enorme dolor que palpitaba en mi pecho. 

—¡Basta, llévense a esta insolente de aquí!—ordenó. Alcé el rostro viendo como los guardias se acercaban a mí y entonces, acudí a lo único que se pudo pasar por mi cabeza en ese instante. Sostuve el brazo del príncipe y contemplé sus ojos buscando una señal de humanidad en ellos.

—Príncipe, por favor, le ruego que me escuche. Ellos me trajeron de mi hogar, permita que vuelva a casa —insistí en ser oída. Pero ya era demasiado tarde, los guardias me llevaron a rastras sacándome del salón para echarme en un calabozo, el olor a humedad y oscuridad terrible sometieron mi voluntad al deseo de morir. Nada más anhelé cerrar los ojos y no volverlos a abrir. Tiempo más tarde, Emilia apareció con un poco de agua y comida la cual me entregó siendo cautelosa de no ser atrapada. 

—Valeria, cómo pudiste atreverte a hacer semejante cosa, jamás te acercas al rey si él no pide tu presencia, ahora solo ruega porque no mande a ejecutarte —confesó alarmada y mi poco ánimo de vivir solo me hizo suspirar. 

—Espero que si pueda ejecutarme cuanto antes, ya no quiero seguir viviendo Emilia, deseo ver a mi madre y nada más —respondí derramando lágrimas de sufrimiento las cuales limpié con mis propias manos.

—Lo siento tanto Valeria, ojalá la vida te dé otra oportunidad y puedas ver de nuevo a tu madre, mucha suerte —me deseó y luego se marchó. Vi el agua y la comida, pero no toqué nada, no existía una razón por la cual quisiera alimentarme, ni tampoco ingerir agua. 

Recosté mi cabeza en el frío suelo rocoso y uní los párpados ansiando no despertar por la mañana.

Parpadeé y mi recibimiento del amanecer fue una Emilia ansiosa repitiendo mi nombre para que pudiera levantarme. Confundida quise deber que estaba ocurriendo y ella todavía parecía no salir del asombro. 

—Valeria, Valeria, el príncipe ha pedido verte, parece que le gustaste porque la señorita Felicia me dijo que después de que los guardias te trajeron al calabozo, él pidió a su padre que tú fueras esta noche a su alcoba —anunció la noticia, sin embargo, peor había sido el remedio que la enfermedad. Yo estaba siendo sentenciada a un destino peor que la muerte.

—No, Emilia, yo no puedo… Jamás he… —intenté explicarle y ella negó con su cabeza. 

—Valeria, no creo que entiendas lo importante que es esto para ti, si el príncipe te elige es porque tu futuro es prometedor, te recomiendo ser astuta como una serpiente y aceptar ir a sus aposentos, si le gustas hasta podría volverte su esposa y serás una reina —declaró convencida de que mi suerte estaba cambiando. No obstante, yo consideraba que una situación así no podía ser una solución, me aterraba la idea de estar con ese hombre a solas, y si bien mamá me habló sobre que algún día tendría esposo, yo no estaba preparada para entregarme todavía. 

Para una muchacha de mi edad sin experiencia, con miedos e incertidumbres sobre no tener la más mínima idea que hacer en ese momento, a pesar de tener una gran oportunidad como Emilia le llamaba, mi mente giraba en torno al pensamiento de querer saltar de esa torre para acabar con todo mi sufrimiento. 

Las buenas cosas no le pasaban a personas como Valeria Agnes, el destino se encargó de golpearme en la parte más baja esperando que no pudiera recuperarme nunca más. 

—Vamos, debes prepararte, no hay tiempo que perder —alentó llevándome de la mano luego de que el guardia abrió la celda. Sin dejar pasar la oportunidad, Emilia se encargó de todos los detalles, como mi baño, vestimenta, joyas y perfumes. Me hizo relucir como una enorme piedra brillante recién pulida. Las otras muchachas del harén murmuraban sobre mi suerte por no estar muerta.

—No las escuches, ni prestes atención a sus palabras, ahora solo compórtate y complace al príncipe, si tu suerte es tan buena, seguramente podrás ganarte su corazón —aseguró mientras caminábamos por el corredor hasta la alcoba del príncipe. Yo temblaba sin parar, no podía sacar de mi cabeza el hecho que se acercaba mi final, yo no podía permitir que ese hombre me tocara, por lo tanto, encontraría la manera de luchar evitando cualquier contacto entre nosotros. 

La puerta resguardada por dos vigías con uniforme de soldados era de madera pulida de cedro con figuras en hierro. Antes de ingresar al aposento eché una última mirada a Emilia, quien hizo un gesto con sus manos animándome a entrar, luego se cerraron nuevamente las dos puertas y avancé tragando una enorme cantidad de saliva, el corazón me latía con violencia y las piernas temblaban bajo mi vestido, observé la amplia y cómoda alcoba rebosante de lujos que ni en mis más profundos sueños hubiera podido alcanzar, el hombre de espaldas a mí con sus manos unidas en la parte trasera como si estuviera esperando desde hacía mucho tiempo ese momento. 

Hice lo que Emilia me ordenó, y me incliné a la espera que pudiera darse vuelta, sentía sus pasos acercarse con lentitud al igual que el latir de mi débil corazón bombeando la sangre a todo mi cuerpo, él se inclinó un poco y pude notar que la túnica que traía puesta llegaba al suelo, la cual poseía bordillos de oro en una seda aterciopelada. Desde mi barbilla hizo que me enderezara y solo entonces pude verle el rostro más de cerca.




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