Capitulo 2: El encuentro con Ricardo

Ricardo era el guía, el conocedor de cada piedra y cada leyenda. Al principio, solo era trabajo, pero poco a poco... Su compañía se hizo indispensable.
—¿Qué te parece la hacienda, Sofía? —me preguntó Ricardo el primer día, con una sonrisa amable.
—Es... mágica —respondí, sintiendo la energía del lugar—. Tiene algo que te atrapa.
Platicábamos horas sobre la hacienda, sobre la gente que había vivido allí... Y sí, debo admitir que empecé a sentir algo más. Un día, restaurando un mural, encontramos un pasadizo. Imagínate la emoción.
—Ricardo, ¿crees en fantasmas? —pregunté un día, mientras tomábamos un descanso en el jardín.
—No lo sé, Sofía. He visto cosas extrañas en esta hacienda, cosas que no tienen explicación lógica —respondió Ricardo, con una mirada pensativa.
—Yo también he sentido algo, una presencia que me observa y me sigue por todas partes —dije, con un escalofrío en la espalda.
—Tal vez sea el espíritu de alguien que vivió aquí, alguien que no encuentra la paz —comentó Ricardo, con un tono sombrío.
—¿Crees que podamos ayudar a ese espíritu a descansar? —pregunté, con esperanza.
—No lo sé, Sofía. Pero si hay una posibilidad, debemos intentarlo —respondió Ricardo, con determinación.
A partir de ese día, nuestra relación se hizo más estrecha. Compartíamos el mismo interés por la historia de La Esperanza, y juntos explorábamos cada rincón de la hacienda en busca de respuestas.
Una tarde, mientras restaurábamos un mural en el salón principal, descubrimos un pasadizo secreto detrás de una pared falsa. La emoción nos invadió al instante.
—¿Qué crees que haya ahí dentro, Ricardo? —pregunté, con el corazón latiendo con fuerza.
—No lo sé, Sofía. Pero solo hay una forma de averiguarlo —respondió Ricardo, con una sonrisa aventurera.
Tomamos nuestras linternas y nos adentramos en el pasadizo oscuro y polvoriento, sintiendo la historia que nos rodeaba como una presencia tangible.