Capitulo 4: Los susurrós de la noche

Después de eso, las cosas cambiaron. Empecé a escuchar ruidos, a ver sombras. Al principio, pensé que era mi imaginación, pero... Una noche, en un sueño, Elvira me habló. Me pedía ayuda.
—Ayúdame, por favor —escuché en mi sueño—. Necesito descansar.
Ricardo, que era más escéptico, empezó a creer cuando las cosas se pusieron más intensas.
—Sofía, ¿estás segura de que estás bien? —me preguntó una noche, al verme pálida—. Te veo muy alterada.
—Creo que... creo que Elvira quiere comunicarse conmigo —respondí, con la voz temblorosa.
Una noche, mientras trabajaba hasta tarde en la restauración de un mural, escuché un susurro en mi oído.
—Sofía... ayúdame... —decía la voz suave y melancólica.
Me estremecí de miedo y me giré para ver quién me hablaba, pero no había nadie.
—¿Ricardo, eres tú? —pregunté, con la voz temblorosa.
El silencio fue mi única respuesta. Decidí ignorar el susurro y seguir trabajando, pero la sensación de que alguien me observaba no desaparecía.
Al día siguiente, le conté a Ricardo sobre el susurro que había escuchado.
—¿Crees que era el espíritu de Elvira? —pregunté, con el corazón latiendo con fuerza.
—Es posible, Sofía. He oído historias de personas que han tenido experiencias similares en esta hacienda —respondió Ricardo, con una mirada seria.
—¿Y qué debemos hacer? —pregunté, con preocupación.
—Debemos investigar más sobre la historia de Elvira, descubrir qué le sucedió en realidad y ayudarla a encontrar la paz —respondió Ricardo, con determinación.
—Pero ¿cómo podemos hacer eso? —pregunté, con incertidumbre.
—No lo sé, Sofía. Pero estoy seguro de que encontraremos la manera —respondió Ricardo, con una sonrisa alentadora.
A partir de ese día, nos dedicamos a investigar la historia de Elvira, buscando pistas en los archivos de la hacienda, hablando con los ancianos del pueblo y explorando cada rincón de La Esperanza.