La Espía

Capítulo 30

Lía

No pude terminar de relatar todo lo que había sucedido, porque nos informaron que Mirena había llegado. Me sorprendió su rapidez, yo esperaba que viniera al día siguiente, pero obviamente había dejado su puesto para hacer lo que yo le había pedido.

Azazel me mostró un arcón de ropa de donde podía tomar lo que quisiera, me vestí con un mono suelto cuya tela era mucho más delicada que la de los que había usado durante mi estancia en Emerald, y con una forma que dejaban a la vista mi embarazo. Él también nos facilitó una pequeña sala para que conversáramos.

Mirena se veía muy nerviosa y no estaba sola, sino que Alo la acompañaba.

— ¿Ya las cosas han cambiado? — indagué al verlos juntos.

— Alo tenía miedo de lo que pudiera pasar aquí, tu... él se ve temible.

Yo sonreí ante la descripción que hizo de Azazel.

— Él es Azazel — expliqué. — Es el padre de Uruk.

— ¿Entonces todo está bien?

— Sí.

— Te traje todo lo que juntamos para Uruk.

— Gracias, amiga, eso es justamente lo que quería.

Mientras ella me daba la caja, entró una muchacha y nos dejó sobre la mesa una bandeja con tazas de té y masas, ante lo que los tres nos sorprendimos. No estábamos acostumbrados a que nadie nos sirviera.

— Sentémonos — les dije.

— Tary, ¿te quedarás aquí? — preguntó Alo mientras nos sentábamos.

— No. Nos iremos a Tirxon.

— ¿Entonces ya no te veré? — Los ojos de Mirena reflejaban tristeza.

— Prometo visitarte.

— Ese ser no te dejará.

— Sabré convencerlo.

— Bueno, al menos Uruk conocerá a su padre.

— ¿Sabes que pude verlo? No te imaginas lo hermoso que es...

Luego de darle los detalles de mi hijo conversamos un poco más y nos despedimos con a promesa de volvernos a ver. Mirena realmente tenía un lugar en mi corazón y pensaba cumplir lo que le había prometido.

Llevé mi caja a la habitación y me tendí en la cama, una cama con olor a Azazel, a amor y sexo, a seguridad.

— ¿Qué es lo que te trajeron tus amigos? — indagó Azazel al entrar.

— No puedo creer que después de haber deseado irme llegué a desear tanto regresar.

— No pudiste darte cuenta de lo que sentías, estabas demasiado ofuscada.

Me levanté para buscar la caja cuando él se sentó en el lecho.

— Es cierto, imagino que debería agradecerle a esa mujer horrenda.

— Dudo que te reciba bien, ella sufrió una gran reprimenda de parte de su padre por lo que hizo.

— ¿Por qué?

— La descendencia es muy importante para ellos y le dije que estabas embarazada.

Me ubiqué delante de él con la caja.

— Intuí que lo sabías.

Antes de que pudiera levantar la tapa, colocó la mano encima.

— ¿Qué pasa?

— Te haré implantar un dispositivo de rastreo — declaró antes de dejarme abrir la caja.

¿Un dispositivo de rastreo? Ya empezábamos otra vez con el control. En el pasado me hubiera enfurecido, pero después de lo que pasé, casi lo agradecía. Claro que no iba a decírselo, por lo que solo le di una mirada confusa y cambié de tema.

— Mira.

Comencé a sacar las pequeñas prendas y a esparcirlas delante de él.

— Mientras te buscaba, temía que no quisieras a mi hijo. Ahora creo que debería empezar a sentir celos...

Sus manos se veían inmensas cuando tocaba la ropita.

— No podría odiar a alguien indefenso que está creciendo dentro de mí.

— Dijiste tantas veces que me odiabas que lo dudé.

— Siempre supiste que mentía y yo no te quería creer.

Azazel tomó mi rostro y lo atrajo hacia el suyo para besarme de la manera más tierna que recordaba.

— Te amo.

— También te amo.

— ¿No dirás nada del implante?

— Podría decir muchas cosas, pero tuve tanto miedo de no volver a verte que no me importa.

— Acompáñame.

Azazel me guio hasta el pequeño baño y allí abrió la regadera, con sumo cuidado me quitó el mono desatando los amarres de los hombros y dejándolo caer al piso. Luego se quitó su propia ropa, sin dejar de mirarme.

Entré yo primero a la ducha, y él me siguió, aunque el espacio era pequeño, se las ingenió para que yo estuviera cómoda, y comenzó a asearme. Lavó mi cabello con delicadeza, desenredándolo con sus dedos, después pasó la piedra de limpieza por mi cuerpo, sus manos enormes dejaban rastros de caricias calientes en mi piel.

Se puso en cuclillas frente a mí y besó mi vientre. Apoyó su cabeza en mi ombligo e hizo una suerte de gruñido grave y largo, que me sorprendió, pero no me resultó para nada amenazador, sino todo lo contrario, lo sentía como un arrullo. Ante esto mi bebé dio como una voltereta dentro de mí.

— ¿Me oyes, Uruk? Aquí está papá — Uruk se revolvió en mis entrañas al oír su voz.

Tomé su mano y la llevé más abajo.

— ¿Sientes?

— Sí —. Azazel sonrió y me resultó más atractivo de lo que ya me parecía.

— Yo le he dicho que lo has esperado mucho.

— Es así.

Volvió a besar mi abdomen. Se levantó y se colocó bajo el agua, no me dijo nada, pero comencé a hacer lo mismo que él había hecho conmigo, me detuve más de lo necesario, disfrutando por el tiempo que lo añoré.

Azazel me levantó en brazos y me llevó a la cama, sus besos comenzaron a derramarse en mi rostro, mientras acariciaba mis pechos suavemente.

— Azazel.

— ¿Sí?

— ¿Me hubieras buscado si yo no estuviera embarazada?

Él detuvo sus movimientos y me miró.

— Te he dicho que te amo, que te pondré un implante para no perderte ¿y me preguntas eso?

— Lo siento, es que...

— Te amo, te hubiera buscado igual.

Quise volver a besarlo, pero se apartó.

— ¿Hubieras regresado si no hubieras temido por Uruk?

— Sí.

Nos besamos con voracidad, sedientos el uno del otro. Retroalimentamos nuestra pasión y nos entregamos el uno al otro, sin reservas y llenos de promesas tácitas.




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