La Espía

Epílogo

Lía

Mi precioso niño nació una madrugada poblada de estrellas, grande y fuerte, con los ojos iguales a los de su padre. Actualmente, ya tenía tres años y acababa de enterarme de que otro bebé venía en camino. Por esto me dirigía a Emerald, a visitar a mi querida amiga Mirena para darle la noticia.

En este tiempo, además de dedicarme a la maternidad, había aprendido muchas cosas, que me ayudaban a llevar adelante mi vida actual, como aprender el idioma de Azazel, que no era el lenguaje de uso común en el universo, también conocí otros familiares.

Descubrí que el tiempo en el que estuve separada de Azazel, me sirvió para reconocerme a mí misma, dejar de mentirme, y saber exactamente qué era lo que quería. Luego de que Uruk nació, mi estado emocional también cambió, no volví a ser como en el inicio, pero tampoco fui tan sensible como durante el embarazo.

— Estás muy pensativa hoy — comentó Azazel.

Nos encontrábamos en su oficina dentro de la nave, él trabajaba y yo estaba sentada junto a una ventana observando el espacio.

— Es que, ahora que regresamos a Emerald, me vinieron recuerdos de mi vida allí, y me doy cuenta de cómo me hizo crecer aquel tiempo, valorar lo que había perdido, darme cuenta de quién soy y de la fuerza dentro de mí, de la que me hablaste una vez.

Él se levantó de su escritorio y se acercó a sentarse frente a mí.

— Lía, cuando te conocí, estabas en un período de gran confusión, y habías pasado por cosas terribles, todo lo que te hicieron fue para que olvidaras quién eras, al punto en que te escribiste tu nombre con algo cortante para recordarte a ti misma quién eras.

— Tienes razón. Fue una etapa horrenda.

— Cuando comenzamos a intimar, te costaba muchísimo abrirte y aceptar cualquier sentimiento o situación impuesta, y es algo lógico. Yo asumo la culpa de ser avasallador y tienes razón, aunque no me gusta recordar que te arrancaron de mi lado, a ambos nos hizo bien ese tiempo.

— Te amo.

— Y yo a ti.

En ese momento, la puerta se abrió y, en el pasillo, estaba Iana depositando a Uruk en el piso. Él corrió hacia nosotros y antes de llegar se cayó, el corazón me dio un vuelco y estuve a punto de ir hasta él para levantarlo, pero no hizo falta, con un puño golpeó el piso y se incorporó, sin llorar, como si no hubiera pasado nada.

— Tan fuerte como su madre — declaró Azazel inclinándose parar recibirlo en sus brazos.

— Como papá — dijo Uruk.

— Es que mamá es fuerte como papá, si no, no podría ser tu madre, ¿no crees?

Uruk pareció reflexionar en sus palabras y extendió sus brazos hacia mí. Yo me acerqué y me puse de rodillas junto a ellos. Ambos me abrazaron.

— ¿Sabes que pronto tendrás un hermanito, Uruk?

— Hermanita — aceptó.

Los tres nos sonreímos y tuvimos la certeza de que así era.

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Muchas gracias por leer, hasta aquí esta historia. Las invito a buscar mi nueva novela en mi perfil, es de otro género, pero si quieren más historias en este universo futurista, díganmelo en los comentarios. Les abrazo enormemente y espero haberles dado aunque sea una gotita de felicidad a través de mis letras.

¡Muchas Gracias!

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