¿la esposa del Ceo mudo?

Capítulo 25: El gran día

Una semana después de la propuesta, la mansión Volkov se transformó por completo. La boda de Kiara y Alexander no iba a ser un simple contrato, sino una celebración de amor. El abuelo, que se había recuperado por completo, se encargó de cada detalle. La mansión, antes fría y formal, ahora estaba llena de flores, de risas, y de una calidez que nunca había tenido.

Kiara, con un vestido de novia de color marfil que le quedaba perfecto, se miraba en el espejo. Su corazón latía con fuerza. No era por nervios, sino por la emoción. El hombre que la esperaba no era el CEO mudo de la novela, sino el hombre que la amaba por lo que era, el hombre que le había dado una segunda oportunidad en la vida.

Su padre se acercó a ella, sus ojos llenos de lágrimas.

—Hija, estás tan hermosa. No puedo creer que te vayas a casar con un hombre tan bueno —dijo, con la voz temblorosa.

—Papá, soy muy afortunada. Él me salvó.

En la capilla de la mansión, Alexander la esperaba. Su rostro, siempre inexpresivo, ahora estaba lleno de una felicidad que le iluminaba los ojos. Cuando Kiara entró, todos se quedaron sin aliento. El abuelo, con una sonrisa, la guió por el pasillo.

Al llegar al altar, Alexander tomó la mano de Kiara. El silencio en la capilla era denso, pero no incómodo. Era un silencio lleno de amor, de promesas y de un futuro que se sentía brillante y lleno de esperanza.

El sacerdote comenzó la ceremonia. El padre de Kiara, conmovido hasta las lágrimas, le dio la mano de Kiara a Alexander.

—Alexander, te entrego a mi hija. Cuídala.

Alexander asintió, su mirada fija en la de Kiara. Y con una voz que era ronca, pero clara, le dijo:

—La cuidaré. Con... mi... vida.

Kiara sonrió. Y con una voz que era tan clara como la de él, le dijo:

—Alexander, te amo. Prometo amarte, en las buenas y en las malas.

El sacerdote, con una sonrisa, los declaró marido y mujer. Alexander se inclinó y la besó. No fue un beso de pasión, sino un beso de promesa. Una promesa de un futuro sin contratos, sin villanos, solo con un amor verdadero que había roto todas las reglas de la novela.