La Esposa Del Presidente

CAPÍTULO 5: DÍA DE ELECCIONES

La mañana llegó con un frío inusual para Westhaven. El cielo, aún teñido de tonos oscuros, reflejaba la tensión que flotaba en el aire.

En la sede de campaña de Richard Ellsworth, el caos era meticulosamente contenido. Asesores, estrategas y analistas revisaban cifras en tiempo real, haciendo llamadas frenéticas, ajustando declaraciones y preparando escenarios para cada posible desenlace.

Richard se encontraba en su oficina privada, mirando por la ventana con una taza de café en la mano. Su reflejo en el cristal le devolvía la imagen de un hombre que había luchado demasiado para llegar hasta aquí. A su espalda, Helena terminaba de abrocharse un brazalete mientras revisaba su teléfono.

—Es hora —dijo ella sin apartar la vista de la pantalla.

Richard tomó un último sorbo de café antes de dejar la taza sobre la mesa.

—Vamos a votar.

El centro de votación estaba abarrotado. La multitud se agrupaba en la entrada, una mezcla de votantes, reporteros y simpatizantes que esperaban captar un vistazo del posible próximo presidente.

Las cámaras los apuntaron en cuanto bajaron del vehículo. Richard caminaba con paso firme, con Helena a su lado, ambas manos enguantadas en los bolsillos de su abrigo. Su sonrisa era discreta, la de alguien que entendía el peso de cada gesto.

—Señor Ellsworth, ¿alguna predicción para hoy? —preguntó una reportera, extendiendo su micrófono.

Richard se detuvo brevemente.

—Hoy la voz del pueblo decidirá. Nosotros solo tenemos que hacer nuestro trabajo y esperar.

Helena miró de reojo a la mujer. No era cualquier reportera. Victoria Langley.

Sabía que aquella mujer estaba ahí con un propósito. Langley no hacía preguntas casuales. Helena le sostuvo la mirada un segundo más antes de seguir avanzando.

Dentro del recinto, el ambiente era solemne. Richard tomó su boleta con calma, la revisó y marcó su voto antes de depositarla. Helena hizo lo mismo sin prisa. Cuando salieron, la multitud estalló en vítores y la prensa intentó acercarse, pero los agentes de seguridad formaron un muro entre ellos.

El convoy los llevó de vuelta a la sede de campaña.

La verdadera batalla comenzaba ahora.

Las primeras proyecciones llegaron en la tarde. La sala de estrategia estaba llena de murmullos nerviosos mientras los analistas revisaban las cifras.

Derek Vaughn entró con paso apresurado, su teléfono en la mano.

—La participación es más alta de lo esperado en algunos estados clave. Tenemos ventaja, pero Carlisle no se ha quedado quieto. Ha movilizado recursos en distritos donde pensábamos que ya habíamos asegurado el voto.

Richard, con las mangas de su camisa arremangadas, revisó los datos en la pantalla.

—¿Qué tan ajustado está?

—Lo suficiente para que no podamos confiarnos.

Helena cruzó los brazos.

—Asegúrense de que no bajemos la guardia. Quiero voluntarios en cada uno de esos distritos. No dejamos cabos sueltos.

Derek asintió y salió de inmediato.

Pero antes de que la puerta se cerrara por completo, entró Marcus Hargrove.

El gobernador de uno de los estados más influyentes y una de las figuras más poderosas dentro del partido. Un hombre que había intentado bloquear la candidatura de Richard en más de una ocasión.

Su sola presencia hizo que el ambiente se tensara.

Richard se puso de pie y extendió la mano.

—Gobernador.

Hargrove le devolvió el gesto con una sonrisa controlada.

—Presidente electo. O casi.

Helena lo observó con la misma indiferencia de siempre.

—¿Algo que desee, gobernador?

Hargrove le sostuvo la mirada un instante antes de inclinar la cabeza levemente.

—Espero que después de esta noche, señora Ellsworth, entienda que el poder dentro del partido no es solo suyo.

Helena mantuvo su expresión imperturbable.

—No necesito entenderlo, gobernador. Ya lo sé.

Hargrove sonrió con condescendencia y se retiró sin decir más.

Richard dejó escapar un suspiro.

—Ese hombre no nos va a dejar en paz.

Helena recogió su taza de café y le dio un sorbo antes de responder.

—No. Pero si ganamos, no tendrá otra opción.

Las noticias estallaron minutos después.

"Richard Ellsworth, proyectado como el próximo presidente de Lexington."

El rugido en la sede de campaña fue ensordecedor. Las celebraciones estallaron en cada rincón, mientras las pantallas mostraban los estados que finalmente habían sellado la victoria.

Richard recibió llamadas de gobernadores, senadores y líderes del partido. Entre ellas, la de Jonathan Carlisle.




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