La Esposa Del Presidente

CAPÍTULO 6: DÍA DE JURAMENTO

La mañana del juramento presidencial amaneció con un frío cortante en Westhaven. La ciudad estaba en calma, pero no era una calma real, sino esa expectación que se siente antes de que un evento histórico tenga lugar. Los ojos del país estaban puestos en un solo lugar: la ceremonia de investidura de Richard Ellsworth, el hombre que en cuestión de horas se convertiría oficialmente en el presidente de la República de Lexington.

El operativo de seguridad había comenzado días antes, pero esa mañana los Centinelas Presidenciales ya estaban desplegados en cada punto estratégico de la capital. Katherine "Kate" Merrick supervisaba personalmente los equipos en las calles, los accesos al Capitolio y cada posible vulnerabilidad en la ceremonia.

—Verifiquen la ruta de evacuación dos veces más —ordenó, ajustando su auricular mientras revisaba los informes.

Uno de sus agentes se acercó.

—Tenemos unidades encubiertas en la multitud, pero hasta ahora no hay actividad sospechosa.

Kate asintió con un leve gesto.

—Eso no significa que debamos confiarnos.

La amenaza en Cartago aún estaba fresca en su memoria. Si alguien pensaba que podrían repetir un intento en el día de juramento, ella estaría lista.

En la suite privada del Capitolio, Richard Ellsworth se ajustaba el nudo de la corbata mientras su reflejo en el espejo le devolvía la mirada de un hombre que estaba a minutos de asumir el mayor desafío de su vida.

La puerta se abrió y Helena entró con su elegancia característica. Su vestido en un tono marfil era un mensaje por sí solo: poder, control y precisión.

Ella lo observó por un instante antes de acercarse, alisando el cuello de su chaqueta.

—¿Nervioso? —preguntó en un tono neutral.

Richard sonrió apenas.

—Siempre. Solo un idiota no lo estaría.

Helena se inclinó levemente, ajustando un pequeño pliegue en su solapa.

—La clave está en que nunca lo sepan.

Richard la miró a los ojos.

—¿Alguna vez te has detenido a pensar en lo que costó llegar aquí?

—Todo.

—¿Y si fallo?

Helena sonrió de lado.

—No lo harás. Porque no te dejaré.

Se quedaron en silencio unos segundos, hasta que un asistente entró con un gesto apresurado.

—Señor presidente electo, es hora.

Richard exhaló profundamente y asintió.

—Vamos.

La Ceremonia

El estruendo de la multitud reunida frente al Capitolio era ensordecedor. Miles de personas se congregaban para ver el momento en que Richard Ellsworth juraría como presidente.

Los exmandatarios, figuras políticas, diplomáticos y miembros del partido estaban en las primeras filas, analizando cada detalle con el escrutinio de quienes sabían que el verdadero juego comenzaba ahora.

Entre ellos, William Lancaster, sentado con la serenidad de alguien que había visto a muchos presidentes llegar y caer.

El presidente saliente, Howard Templeton, lo esperaba en la escalinata. Su rostro era una máscara de cortesía, pero había una pesadez innegable en su expresión.

Cuando Richard apareció, el bullicio aumentó. Caminó con la misma seguridad que lo había llevado hasta ese punto, con Helena a su lado. No era solo su esposa; era la fuerza que garantizaba que ese momento existiera.

Subió al estrado, saludó a Templeton con un apretón de manos breve y tomó su lugar frente al juez que presidiría el juramento.

La Biblia de la familia Ellsworth fue colocada frente a él. Richard la tocó con una mano mientras levantaba la otra.

El juez comenzó:

—"Yo, Richard Ellsworth, juro solemnemente que ejerceré con fidelidad el cargo de Presidente de la República de Lexington y defenderé, protegeré y preservaré la Constitución, con la mejor de mis habilidades."

Richard repitió cada palabra con firmeza. Su voz, proyectada por los altavoces, no tembló ni por un segundo.

Cuando terminó, el juez lo miró con solemnidad.

—Señor presidente, felicidades.

El estruendo de la multitud cubrió cualquier otro sonido. Richard Ellsworth era ahora, oficialmente, el líder de la nación.

El Discurso de Richard

El aire aún estaba cargado de emoción cuando Richard se acercó al podio para su primer discurso como presidente.

Helena, desde su lugar, observaba con la misma atención que siempre. Cada palabra importaba.

Richard respiró profundamente antes de hablar.

—Hoy, Lexington no solo da la bienvenida a un nuevo liderazgo. Hoy, Lexington reafirma su voluntad de avanzar, de sanar, de reconstruir.

Hizo una pausa, dejando que la frase resonara en la multitud.

—No soy un hombre perfecto. No soy un hombre que se aferra a las promesas vacías o al peso de las tradiciones sin propósito. Pero soy un hombre que cree en este país. Y les aseguro una cosa: jamás les pediré que me sigan a ciegas. Pero les garantizo que cuando caminemos juntos, será con la certeza de que cada decisión estará enfocada en el bienestar de nuestra nación.




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