La esposa falsa del protagonista

Capítulo 4

Diana no tardó en descubrir que no estaban en la capital sino en la residencia de campo de los Wright, seguramente para festejar su luna de miel. Ese dato no estaba dentro de la novela, pero tenía sentido considerando que no se había mencionado la boda de Dante hasta que este apareció en una fiesta de té en compañía de su esposa. 

Eso solo podía significar que el mundo dónde estaba ahora había encontrado la forma de rellenar los huecos de trama que la autora dejó. El dato la hizo sentir escalofríos porque, de por si no recordaba todos los acontecimientos de la historia, eso significaba que existía información que desconocía. ¿Qué pasaría si esos «detalles» marcaban la diferencia entre el éxito o fracaso de su plan?

Al final, decidió encerrarse en la pequeña biblioteca de la residencia para leer todo lo que pudiera de aquel mundo. Leyó libros de historia, geografía, economía y hasta de astronomía; todo con el objetivo de tener un mayor entendimiento de cómo funcionaba su nueva realidad. 

Así, tres días transcurrieron de forma tranquila, con Leonor despertandola cada mañana, vistiendola como si se tratara de una muñeca con pesadas telas que apenas le permitían caminar y peinandola de maneras que Diana no podía ni imaginar. 

Después, bajaba a tomar el desayuno en el comedor y pasaba el resto del día leyendo hasta que llegaba la hora de la comida o la cena. 

A pesar de que Leonor insistió algunas veces para que diera un paseo en el pueblo o recorriera los alrededores de la propiedad para distraerse, Diana se abstuvo. No se sentía preparada para enfrentar el exterior. 

Muchos creerían que debido a sus años en el hospital, anhelaba la libertad, el caminar sin molestia alguna por las ajetreadas calles de la ciudad, jugar con la hierba y deleitarse con el olor de la lluvia. Pero no era así, Diana sentía que su lugar seguro era el interior, tener cuatro paredes a su alrededor la hacían sentir menos ansiosa y temerosa de su nueva realidad. Aunque sabía que tarde o temprano asistiría a fiestas y enfrentaría a decenas de odiosos nobles, quería seguir aplazando ese momento tanto como pudiera. 

Finalmente, la tarde del cuarto día, Dante regresó a la residencia.

Diana pudo observar su llegada desde los enormes ventanales de la biblioteca, su corazón no pudo evitar latir con fiereza ante la expectativa de lo que su llegada significaba. Ambos regresarían a la capital y el verdadero juego de supervivencia iniciaría. Esperaba ser capaz de enfrentar los retos venideros y tener la fuerza suficiente para llegar hasta el final.

La tarde caía lentamente sobre el paisaje, envolviendo todo en tonos dorados mientras los últimos rayos de sol se desvanecían en el horizonte. 

—Madam. —Leonor entró a la biblioteca después de llamar a la puerta—. El señor de la casa ha regresado —le informó.

Diana mantuvo la mirada fija en la figura de Dante, se acercaba cada vez más, el viento jugaba con su largo cabello negro mientras avanzaba con paso seguro. 

—Iré a recibirlo —dijo, a la par que se ponía de pie y dejaba sobre su asiento el libro que leía, pero antes de salir, tomó una hoja de papel, perfectamente doblada en cuatro partes y se aferró a ella con determinación.

Su vida dependería de ese trozo de papel.

Los sirvientes se formaron a los laterales de la entrada, hombres a la derecha y mujeres a la izquierda; debido a que era una casa de campo, la cantidad de empleados no era descomunal. Algunos de ellos le lanzaron miradas curiosas a Diana debido a que en ese periodo solo unos cuantos fueron capaces de verla y eso a la distancia, así que su presencia era considerada todo un fenómeno.

Dante cabalgó hasta la entrada, donde fue recibido por un par de sirvientes que recibieron su caballo.

Diana no pudo evitar contener el aliento al verlo, era diferente al hombre que había conocido ebrio y con resaca, el Dante sobrio tenía un aura aún más imponente y recatada.

Vestía por completo ropa oscura que se ceñía perfectamente a su cuerpo. En combinación a su oscura melena y distante mirada, daban como resultado que su presencia fuera similar a la de un torbellino, violenta e intimidante. 

Los sirvientes hicieron una reverencia cuando el hombre pasó a su lado, mientras que Diana se aferró con mayor fuerza a la hoja de papel conforme la distancia entre ellos se acortaba. 

Dante se paró delante de ella y la mirada que le lanzó continuaba siendo indescifrable, Diana se preguntó si algún día sería capaz de entenderlo.

—Es un placer tenerlo de vuelta, su excelencia. —Leonor también hizo una reverencia. 

Ignorando el saludo, y sin apartar la mirada de Diana, Dante se quitó los guantes de montar y dio media vuelta.

—Demos un paseo. 

Diana tardó un par de segundos en comprender que se lo decía a ella, así que cuando se atrevió a seguirlo, Dante ya había salido por la puerta de la sala hacia el jardín. 

Caminó detrás de él en silencio y sin la intención de alcanzarlo, observó su ancha y fornida espalda y sonrió ligeramente al comprender que realmente Dante era un hombre atractivo. Ahora entendía por qué sus fans iniciaron una revuelta cuando su personalidad cambió estrepitosamente y fue puesto en el papel de villano. 




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