La esposa falsa del protagonista

Capítulo 5

Tras su conversación en el jardín, Dante redactó un nuevo contrato donde agregaba sus cláusulas y lo firmaron. Diana esperó que el acto fuera mágico, pero no pasó nada destacable, simplemente colocaron sus nombres donde el papel indicaba y la tinta negra brilló brevemente. Incluso pensó que ese ligero resplandor se debió al reflejo de la luz, pero Dante le dijo que ese era el indicio de que el trato estaba hecho. Desde ese momento hasta el día en que se cumpliera el objetivo del contrato —o alguno de los dos fuera en contra del mismo—, sus almas estarían vinculadas.

Después de eso, Dante le ordenó a Leonor que preparara todo para su regreso a la capital y no volvieron a encontrarse hasta un par de días más tarde. Fuera de la residencia de campo, cuando los carruajes ya estaban listos para partir. 

Dante mantuvo su distancia, ni siquiera saludó a Diana, subió a su caballo y se adelantó. Al parecer tenía asuntos urgentes que tratar.

Así, Diana permaneció con la compañía de Leonor dentro del carruaje por más de veinticuatro horas. En un inicio el paisaje no era destacable, la pequeña ventana del vehículo no le mostró más que tierras cultivadas, bosque y en ocasiones lejanos pueblecitos.

Sin embargo, la capital de Gardonia era descrita como una urbe amurallada impregnada de belleza y esplendor, Diana no tardó mucho tiempo en confirmarlo.

Las murallas de la ciudad eran altas y robustas, construidas con piedra sólida que había resistido el paso del tiempo. En lo alto de las murallas se encontraban torres de vigilancia desde las cuales los centinelas cuidaban de la seguridad de los habitantes. La entrada principal a la ciudad estaba flanqueada por una imponente puerta de madera tallada y reforzada con hierro.

Al cruzar la puerta, los visitantes eran recibidos por calles adoquinadas y estrechas, que serpenteaban entre antiguos edificios de piedra y casas de entramado de madera. La arquitectura reflejaba la mezcla de estilos característica de la época medieval, con influencias góticas y renacentistas.

El corazón de la ciudad era la plaza del mercado, un lugar bullicioso y animado donde los comerciantes exhibían sus productos en coloridos puestos. Allí se encontraba el Ayuntamiento, un majestuoso edificio de estilo gótico con una torre central que dominaba el horizonte. En el interior del Ayuntamiento se celebraban importantes reuniones y se tomaban decisiones que afectaban a la ciudad y al reino.

Al norte, la catedral de Gardonia se alzaba imponente en el centro de la ciudad. Aquella majestuosa obra maestra presentaba vidrieras de colores vibrantes y esculturas intrincadas en su fachada. 

Gardonia también contaba con un castillo fortificado un poco más allá del noreste, ubicado en una colina que ofrecía una vista panorámica de la ciudad y sus alrededores. El castillo albergaba las residencias de la familia real Baskerville y era un símbolo de poder y autoridad. Sus torres y almenas evocaban una sensación de grandeza y divinidad.

Diana observó cada uno de estos detalles y locaciones con la boca abierta, estaba segura que una ciudad moderna no se comparaba en nada a la capital de Gardonia. Era una ciudad bella, concurrida e intimidante.

Leonor le explicó que al sur se ubicaba la residencia principal de la familia Wright, residencia donde vivía el patriarca y algunos de los hermanos de Dante. Según las tradiciones de Gardonia, después de la luna de miel debían presentarse en dicha residencia para mostrar sus respetos a la familia del novio, pero técnicamente no habían concluído dicho periodo —que era de un mes— y el padre de Dante tampoco estaba contento con esa unión, por lo que se saltarían ese paso hasta que Dante dijera lo contrario.

De momento llegarían a la nueva residencia de Dante, la cual estaba ubicada en una de las zonas de mayor prestigio de la ciudad, pero que, lamentablemente, no era tan majestuosa como la residencia principal de la familia. 

Diana asintió a cada una de sus palabras a pesar de que ya conocía parte de la información. En la novela, el padre de Dante jamás tuvo una buena relación con su nuera y conforme el personaje hacía más locuras para poder estar junto a Rania, incluso dejó de favorecerlo.

Diana planeaba ganarse el favor del hombre, no porque quisiera que la relación entre los Wright fuera amena, sino porque la única forma que tenía de hacerse de un patrimonio propio era haciendo negocios con ellos. Si conseguía volverse su socia podría asegurar su futuro una vez que se divorciara de Dante. 

Así, tras un par de horas más tras su llegada a la ciudad, finalmente el carruaje se detuvo frente a la edificación que se convertiría en su nuevo hogar. Mientras el resto de sirvientes bajaban y llevaban el equipaje dentro, Leonor ayudó a Diana a bajar del vehículo. 

Al hacerlo, Diana miró a su alrededor, sorprendida por la majestuosidad de los edificios que la rodeaban. Aquellas mansiones señoriales parecían emerger de un cuento de hadas, con sus torres y jardines exuberantes. Diana recordó su vida dentro del hospital, en aquel entonces jamás imaginó que acabaría viviendo en un lugar tan magnífico.

Con un suspiro de admiración, Diana se adentró en la residencia en compañía de Leonor. El vestíbulo era amplio y elegante, con un suelo de mármol pulido y una escalera de caracol que conducía a los pisos superiores. Los sirvientes la recibieron en la entrada, del mismo modo en que lo habían hecho con Dante días atrás en la residencia de campo.




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