La esposa falsa del protagonista

Capítulo 11

Dante se deslizó sigilosamente por los pasillos de una clandestina fortaleza a las afueras de la ciudad. Su figura se ocultaba bajo una capa negra que parecía absorber incluso la tenue luz de la luna y su rostro no dejaba entrever ni una pizca de emoción. 

El objetivo de Dante era claro: un espía del reino enemigo había sido capturado por un grupo radical —que también estaba encontra del gobierno— y llevado a una celda secreta en lo más profundo de la fortaleza. La orden real era clara y precisa: el espía debía ser eliminado, pero sin dejar rastro alguno. Cualquier error podría desencadenar un conflicto bélico.

El corazón de Dante latía con intensidad, no solo por la adrenalina del peligro, sino también por la presión que sentía al cargar con la estabilidad del reino. Sabía que el papel que jugaba su familia en la corte real no era bien visto, pero sin los Wright, en el reino se habrían desarrollado una infinidad de guerras civiles o con fuerzas extranjeras. 

La sangre jamás desaparecería de su familia, cargaban con cientos de vidas en la espalda y estaban condenados a convertirse en uno con la noche, pero sin ellos la luz que iluminaba a Gardonia se habría extinguido décadas atrás.

Los pasos de Dante eran ligeros y silenciosos, apenas un susurro en el vasto silencio del lugar. Cada sombra y cada rincón oscuro, se convertía en su aliado, permitiéndole avanzar sin ser visto.

Finalmente, llegó a la celda. Una puerta robusta de madera maciza se interponía entre él y su objetivo. Dante contuvo la  respiración, sus sentidos agudizados y alerta, escuchando atentamente cualquier indicio de peligro cercano. Deslizó con destreza una ganzúa de su capa y en cuestión de segundos, la cerradura cedió con un tenue clic.

Con un movimiento cuidadoso, la puerta se abrió sin emitir ni el más mínimo chirrido. Dante entró en la celda y encontró al espía, esposado y colgando del techo. Mirando fijamente al infinito con ojos fríos y desafiantes. La tensión entre ambos era palpable, como si el mismo aire alrededor de ellos temiera ser testigo de lo que estaba por acontecer.

Dante sostuvo un puñal en su mano enguantada, su hoja reflejaba la débil luz de una antorcha cercana. Cada segundo que pasaba parecía eterno, y en su mente resonaban preguntas sobre la justicia de sus acciones. Nunca recibía demasiada información sobre los crímenes de sus víctimas, solo sabía que debía borrar sus existencias. Después de todo, él no era nadie para cuestionar, solo era el instrumento de la voluntad real.

El espía, ajeno a los pensamientos de Dante, mantuvo la mirada desafiante, como si supiera que su fin estaba cerca, pero se negara a mostrar debilidad.

—Tú debes ser Dante Wright —dijo el espía con calma. 

Dante ni siquiera se inmutó, avanzó hacia él con sigilo, sus pasos amortiguados por el frío suelo de piedra.

El espía sonrió de lado al no recibir respuesta de su parte.

—Eres tal y como ella te describió, un perro fiel que nunca cuestiona y solo obedece —añadió en tono mordaz.

Dante entrecerró los ojos al escuchar el comentario. Una de las principales reglas era que, si su objetivo no era recabar información, no debía hablar con sus víctimas, pero las palabras del hombre fueron un buen cebo para encender su curiosidad.

—¿Ella? —preguntó mientras se detenía, dejando una brecha de un par de pasos entre ellos.

Los ojos del espía resplandecieron bajo la luz del fuego. Estaba desesperado, Dante conocía esa expresión, para el espía esa era su última oportunidad de supervivencia así que lo escuchó con cuidado. Más tarde juzgaría qué tan ciertas o falsas eran sus palabras.

—¿Acaso nunca revisa de quién vienen las órdenes que cumple? —cuestionó el espía.

Todas sus diligencias estaban firmadas bajo el sello real, era difícil saber qué miembro de la familia dio la orden, lo único certero era que para ser aprobada tuvo que pasar por manos del rey ya que él era el único que tenía el sello en su poder.

Algunas veces las órdenes pasaban directamente a su padre y este se encargaba de informarle a cada miembro de la familia el papel que jugarían en la misión, pero la mayoría de las veces recibían una carta que posteriormente debían quemar. Dante tomó esto como una excusa del espía para ganar tiempo e intentar chantajearlo.

Al final, el destello plateado del puñal se alzó y cayó en un movimiento certero en la yugular del espía. Dante deslizó el cuchillo en horizontal, dejando a su paso una línea carmín.

Un silencio sepulcral llenó la celda mientras el espía se desangraba. Dante lo miró con frialdad, sin dejar traslucir ninguna emoción en su rostro. Con un ágil movimiento, limpió el puñal y lo guardó nuevamente en su empuñadura.

Dante salió de la celda, pero antes de dejarlo atrás, escuchó gorgoteos. Era el espía intentando hablar. Dante lo miró por encima del hombro antes de cerrar la puerta. 

Esa tarea había sido cumplida, pero su misión aún no había concluido.

•••

Dante regresó a la residencia cuando los últimos rayos del sol se ocultaban en el horizonte. 

Leonor lo recibió en la entrada, tomando a la vez la oscura capa y el par de guantes de cuero mientras le daba la bienvenida. Por inercia, Dante buscó con la mirada la presencia de Diana en la sala, pero no vio ni un atisbo de ella o de Valeria. 




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