La abogada Suárez sería quien llevaría la batuta del caso, el asistente era mayor que ella y de renombre, pero dada la naturaleza del caso, todos concluyeron que lo mejor era que una mujer fuera el rostro de la defensa. Viéndolo de lejos, todo parecía un teatro, todos querían dar el espectáculo perfecto y tener el favor del juez.
Pero no era un juego, era el resto de mi vida, no podían tomárselo a la ligera.
—¿Cómo estás, Eloísa?
—Mal —no traté de esconder mi mal humor—. ¿En qué momento se convirtió en un juicio por homicidio?
El abogado sonrió, comprensivo, la que respondió fue la mujer.
—Solo fue un error de prensa, algunos enemigos de tu padre para hacerlo enojar —la abogada me tranquilizó—. Tu padre se movió para enterrar esas falsas noticias, no se volvió viral y pocas personas lo vieron. Además, la demanda ya se metió por fraude, si quisieran lanzar una acusación por homicidio tendrían que abrir un nuevo caso, si demostrar fraude no les resultará fácil; homicidio mucho menos.
Era una buena noticia, pero no por eso me sentía tranquila. Rosa se enteró, así como ella, más gente pudo leer algo que no era real. Lo que menos necesitaba era convertirme en el centro de atención.
Dentro de las promesas de papá estaba mantener el juicio en bajo perfil, sus noticieros y periódicos ni siquiera publicarían sobre eso.
—¿Entonces qué va a pasar?
—Estamos seguros de que no podrán demostrar fraude —comentó el abogado—. No se encontraron huellas tuyas en los documentos, en las cámaras de la clínica no apareces y la única testigo para confirmar tu presencia el día del supuesto aborto está… Muerta.
Habla de la enfermera de la clínica, traté de sentirme mal por ella, pero no lo logré.
—¿La memoria de mi mamá se verá afectada?
—Sí, pero el juicio no será público, solo el juez y algunos trabajadores sabrán la verdad.
La verdad de que mi madre provocó una muerte de alguien inocente. Habrá cometido imprudencias, pero no por eso me sentía mejor sabiendo que a ojos de otra gente sería una loca sin empatía. Seguro habría gente que se alegrara de su muerte incluso.
—¿Estará presente la familia de la otra mujer?
Ambos abogados se miraron durante unos segundos antes de responder.
—Sí, al menos su hermana y su cuñado.
—Hay otra cosa que debes saber sobre el juicio —expresó suavemente la abogada—. No creemos que vaya a pasar, pero existe la posibilidad de que el… Marido pueda aparecer. Llevarás escolta y entrarás por una puerta lateral, no es razón para asustarse, o creemos que el fugitivo sea tan tonto.
Pero él estuvo aquí. Anuar piensa que fue imaginación mía, una parte de mí también piensa que pudo ser alguna equivocación, pero en el juicio… Tal vez sea la última oportunidad que tenga para vengarse, es muy probable que se presente.
—Va a matarme.
—No, no. Tranquila, te lo dije porque debes estar enterada, pero créeme que la posibilidad de que aparezca es casi cero.
Trataron de convencerme de que todo estaría bien, pero ahora el miedo se colaba por mis poros y reposaba en lo más recóndito de mi mente. El día del juicio podría ser mi último día de vida.
El resto de la conferencia fue de practicar preguntas y respuestas, de practicar mis movimientos y la forma en que miraría al juez. Debía parecer una inocente corderita. Conforme la fecha del juicio se fuera acercando, más nerviosa me pondría, pero me pidieron explícitamente que mientras tanto mantuviera la calma.
Los siguientes días fueron rutinarios y aburridos: Bajaba a la alberca, me paseaba por los jardines, veía series y películas mientras Andrea trataba de convencerme de cumplir su itinerario. Anuar salía por las mañanas y no volvía hasta pasada la medianoche, trataba de no romperme la cabeza imaginando a donde iba, al final, decidí cumplir su consejo: No meternos en el asunto del otro.
El día de la reunión con la madre de Anuar, Andrea me despertó temprano para ir al spa y asistir a mi cita en el salón de belleza.
—Debes verte deslumbrante —chilló mientras examinaba mis cambios de ropa—. Impresionar a la suegra es un gran paso.
Yo no quería impresionar a nadie, menos aún fingir ser quien no era. Conociendo a Anuar, su madre sería parecida o peor que él, además, no sabía qué tanto estaba enterada de la situación. Quise hablar con Anuar y preguntar qué decir, pero caí en la cuenta de que no tenía su teléfono, marqué a papá para que me apoyara con eso, pero me ignoró (nada nuevo).
—Sin maquillista y sin peinadora —Andrea hizo una expresión exasperada—. El atuendo elígelo, pero nada más.
De cierta forma, Andrea me daba envidia. Era una chica joven, atractiva, tenía su trabajo soñado y era libre. Le preocupaban situaciones triviales como quedar bien con la gente y sonreír de la manera adecuada, además, su sueldo era bueno.
No empezamos con el pie derecho, la señora tenía un porte de reina, su cabello rubio caía sobre su espalda desnuda, su mirada penetrante me analizó en cuánto llegué y su nariz estaba un poco respingada de más, lo que me dio a entender que se había operado. Además, ella ya estaba sentada en la mesa cuando me presenté.
Lanzó una mirada asqueada hacia Oscar quien apenas iba dos pasos detrás de mí y luego sonrió, pero no era una sonrisa amigable, era maliciosa y me recordó a Anuar cuando se burlaba de mí.
—¿No podemos de hacernos de este chico? —inquirió en tono caprichoso.
—Está para mi protección —respondí cortante—. Si le molesta puedo retirarme.
La expresión de la mujer fue de indignación y sorpresa, pero se repuso, se encogió de hombros y me saludó con un beso en ambas mejillas.
—Claro que no me molesta —aseguró en tono venenoso—. Eloísa, cariño, ya quería conocerte.
—Mucho gusto señora…
—Dime Betty —hizo un gesto con la mano—, tampoco se requiere tanta formalidad. Ya te quería conocer.
Para juzgarme y criticarme seguramente. Su mirada viajó desde mi cabello hasta mis zapatos, para no sentirme como un insecto me senté rápidamente.