"𝐍𝐨 𝐞𝐬 𝐥𝐚 𝐩𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚 𝐯𝐞𝐳 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐞𝐧𝐟𝐫𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐚 𝐮𝐧 𝐦𝐨𝐧𝐬𝐭𝐫𝐮𝐨."
El tiempo parecía no transcurrir de ninguna manera; ni lento ni rápido. Desde que los ojos de los estudiantes presenciaron el suicidio de Dana Wilkinson desde el noveno piso. Todos estaban estupefactos, incrédulos ante la situación. Era el tercer suicidio en el lugar. Las más afectadas eran las hermanas Balwin: Kim, Yvone y Vidal. Estaban atónitas, sin saber cómo reaccionar. Dana fue su mejor amiga desde que eran un cuarteto de infantes. No más de tres días habían transcurrido desde el fatídico suceso, sin embargo, eso no seria lo peor que viviría el internado Ferklody: un centro de ayuda psiquiátrica y también un orfanato.
—Yvone, devuelvemela —la muchacha se negó— No me hagas subir a por ti —amenazó.
—Lo haré con una condición—la chica sostenia una pequeña fotografía en mano, y la mecía ante la ventana
— ¿Cuál? —Dijo ya fastidiada Vidal.
— ¿Te gusta Thiago?
—Eso es estupido, ahora devuelmela.
—Eso es una respuesta mediocre, Vidal —dijo la menor.
— ¿Por qué me gustaría? Es un completo idiota y un bipolar.
—No lo sé —coloco su mano en EU mentón—, tal vez porque, ¡tenéis una fotografía de él bajo tu almohada! —alegó.
—Eso no significa que me gusta, así que, ¡bajad aquí ahora, Yvone! —sentenció.
La muchacha resopló y aparto algunos mechones de su cara, no se daría por vencida, quería saber si su hermana se sentía atraída por Thiago Meyers. Bajo los peldaños y le entregó la fotografía. Ella la tomo de mala gana. Vidal estaba molesta por que Yvone había indagado en sus cosas sin su permiso y eso se lo diría a Kim; ella siempre sabia que hacer.
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En el gran comedor se hizo un abrupto silencio, todos los presentes giraron sus rostros a las grandes puertas. Un joven habían ingresado al salón. Un joven totalmente desconocido para todos ellos.
— ¿Será el nuevo? —Inquirió Vidal.
—Es lo más probable —respondió Kim, la mayor de las Baldwin.
—Pues si que está bueno —opinó Yvone. Kim le vio mal.
—Cuidado con tus palabras, hermanita —reprochó.
—Es la verdad —murmuró para sí misma.
Vestía el típico uniforme de la institución; camisa Blanca pantalones negros y corbata roja. Sin duda era alguien apuesto, pero su rostro serio y entrecejo fruncido le daba una mala vibra. Se sentó en la primera mesa sin importarle todas las miradas.
—No me agrada —musitó Kim.
La luz en el comedor se apagó y un gritó femenino de escuchó, asimismo todos los adolescentes se pusieron de pie. Las luces de emergencia se encendieron; las cuales eran de un color anaranjado. El cuerpo de Estela Nash se encontraba tirado a medio corredor. La madre Sol se aproximó a ella y le tomó el pulso. Su rostro era la respuesta para los jóvenes: estaba muerta.
—Todos id a vuestras respectivas habitaciones, las madres y yo nos haremos cargo de ella —anunció.
Uno a uno abandonaron el salón. Todos menos el varón, él desde hace rato no se encontraba allí. Kim caminaba hacia su habitación; ella no compartía la habitación con sus hermanas, de lado contrario se encontró con el varón del comedor.
—Hola —le saludo. Ella no contestó y solo le limito a verle— Soy Keneth Burton.
—Kim Baldwin —dijo seria.
—Un gusto. Que desmadre el del comedor ¿así son todas las tardes aquí? —dijo mofandose de lo antes ocurrido.
—Por lo usual no. Solo fue un un suceso inevitable, Estela tenía problemas cardiacos y era muy probable que le diera un paro cardíaco —explicó—. Te pido que no hagáis ese tipo de comentarios frente a las madres. No creo que les cause gracia.
—Gracias por el dato —le guiño un ojo mientras retomaba su camino hacía las habitaciones de los varones. Kim sabía que la actitud que él poseía le traería muchos problemas. Las madres no soportaban comentarios de esa clase; la discriminación, la blasfemia y la herejía estaba prohibida. La desobediencia se merecía un castigo, lo usual era que los alumnos hicieran tareas extras o ayudarán en ciertos quehaceres; desde ayudar a los infantes en el quinto piso o preparar la comida de todos los internos.
Cuando él se alejó, Kim tuvo que sostenerse la cabeza mientras cerraba sus ojos fuertemente. Su mano se apoyó en la pared mientras trataba de parar el el dolor; era como si te golpearan desde adentro, o miles de agujas se clavaron tu piel. De imprevisto, cientos de imágenes pasaron por su mente: Muerte, sangre, dolor, llanto de inocentes, todo a su alrededor. Fue tanto que no pudo contener las ganas de gritar.
La madre Sol le encontró y corrió a ver que le pasaba— Señorita Baldwin ¿qué le sucede? —La mujer la examinó superficialmente.
—De pronto me comenzó a doler mucho la cabeza, fue horrible y solo quería gritar —omitió la parte en la que tenía las alucinaciones. No quería que lo supieran.
—La llevaré a la enfermería, allí le darán un analgésico para el dolor y unos calmantes para la noche —la mujer guió a la fémina por los pasillos.
No era la primera vez que a Kim le sucedía eso, pero sin duda fue la más fuerte. Nunca antes había sentido la necesidad de gritar y sin agregar que las alucinaciones eran nuevas; la única que sabía de sus alucinaciones era Vidal ya que ella también las sufría haciendo que Yvone sea la más normal de las hermanas Baldwin.
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