La Familia Dark: Oscuros Secretos (1)

Capítulo 7

Esa misma tarde me marché con Penélope y su familia, después de cambiarme la ropa empapada. Penny me llevó al pequeño hospital interno del asilo, propiedad de su madre, dónde me curaron auténticos y discretos profesionales que no harían preguntas sobre la herida de bala. Por suerte, el balazo había ido muy arriba, un poco más y solo tendría una rozadura, pero era una arma potente y parte de mi clavícula había quedada hecha añicos. Me la reconstruyeron con una prótesis metálica en una operación que duró casi dos horas. Me sentía culpable y realmente mal de no poder contárselo a mi madre. Me sentía una persona horrible por cada oscuro secreto nuevo que se incorporaba en mi ajetreada vida. Pero no podía simplemente ir y contarle algo así. Todo se volvería mucho más complicado.

Mi tercer día con los Dark solo había sido la guindilla del terrible pastel que tenía ante mí. Había visto una cabeza explotar, mi bicicleta casi me devora, había recibido un golpe en la cabeza, me habían atado a una silla y me habían amenazado a mí, y también a mi madre, con un cuchillo de cocina. Había visto una niña traspasar paredes, un esqueleto viviente, un fantasma salir de un cuadro y un chico un año menor que yo muriendo ensartado en el portal de su casa. Tenía la clavícula destrozada y marcas de dedos en mi cuello. Jeremy… Jeremy estaba allí, en el asilo.

─ No puedo dejarte pasar con él ─ dijo Brigitte Dark mientras me acompañaba por unos blancos pasillos hasta la puerta de su estancia. Tenía que esforzarme para seguirle el ritmo a la dueña del lugar ─. Lo que ha pasado requiere castigo y disciplina, sin embargo, dejaré que habléis a través de la puerta.

─ Gracias señora Dark ─ le respondí.

─ Solo porque eres tú ─ me dijo con un dedo alzado al detenerse ante una puerta color aguamarina ─. En diez minutos te llevaré a casa.

<<A la casa de los Dark>>, pensé. Mi casa… empezaba a echarla de menos.

Brigitte Dark se marchó y dobló la esquina y quedé sola en un blanco y limpio pasillo con una docena de puertas. Me senté en el suelo para mirar por la rendija por la que pasaban la comida a los internos. Lo encontré vestido de blanco y con las manos atadas por una camisa de fuerza, sentado en el suelo con la espalda en la cama y agarrándose las rodillas con los brazos. Me aclaré la garganta.

─ Jeremy ─ me limité a decir. Pero no me miró.

─ Deberías irte, Sookie White ─ contestó ─. No te convengo lo más mínimo.

─ No ha sido tu culpa…

─ ¡Sí lo ha sido! ─ gritó de repente y pegué un bote del susto. Giró ligeramente la cabeza para mirarme. Entonces volvió a bajar el tono ─. Te he hecho daño. Podría haberte matado.

─ Pero no ha ocurrido ─ contesté ─. No… no me duele. Solo siento pinchazos en el hombro por el disparo.

─ No vas a conseguir que me sienta mejor, Sookie… ─ respondió mirando de nuevo hacia el frente, con la mirada perdida ─. Voy a estar encerrado aquí un buen tiempo. Por el bien de todo el mundo.

─ ¿Es esta tu habitación habitual? ─ pregunté.

Era pequeña, claustrofóbica, casi sin luz natural y sin apenas muebles.

─ No. Solo cuando es necesario aislarme del mundo.

No contesté y dejé pasar los segundos.

─ Vuelve a casa, Sookie… A la de verdad. Regresa con tu madre antes de que te veas más involucrada en este mundo de sombras. O tu luz acabará por apagarse.

─ Yo…

¿Debería hacerle caso? Quizá recoger mis cosas y marcharme con mi madre al otro lado del charco, a la capital de las islas. Lejos de todo esto. Aunque también lejos de mi futura universidad, mis sueños y los amigos que esperan volver a verme al terminar el verano. No, ya es tarde.

─ ¿Me harías un favor? ─ preguntó de repente.

─ Eh, sí. Claro.

─ A Elliot le gustaban las dalias. Dalias naranjas. Quería dejar flores en su tumba, pero… No lo veo factible ─ dijo mirándome de nuevo.

─ Las dejaré de parte de los dos ─ le contesté con una sonrisa tímida.

─ Gracias, Sookie. Pero después márchate lejos.

 

Compré las flores de camino a la mansión de los Dark, y Brigitte me dejó ante la gran puerta en la que había muerto Elliot la noche anterior, con el cielo ya oscurecido. Recorrí el oscuro camino sola, aunque ya no sentía miedo. Caminé hacia el cementerio familiar, al lado derecho de la gran casa, y me detuve al comienzo de este, cuando vi a Quinn y a papá esqueleto sentados en un par de tumbas junto a la de Elliot.

<<Volveré más tarde>>, pensé. Me di la vuelta para entrar en la casa.

─ Sookie ─ dijo Quinn de repente ─. Ven.

Me acerqué lentamente a ellos.

─ No quería importunaros ─ dije con las flores en mi mano derecha y el brazo izquierdo atado con un cabestrillo.

─ A estas alturas creí que habías huido lejos ─ contestó Quinn.

─ Esta chica ya ha visto más que cualquiera, y sigue aquí ─ contestó Julius Dark ─. No creo que vaya a ninguna parte.

─ Mentiría si dijera que no lo he pensado ─ me sinceré ─. Pero creo que en el fondo me sentiría mal por abandonaros en un momento como este. Aunque quizá acabaré encerrada en el asilo de la tía Brigitte tarde o temprano.




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