La Fea y la Bella

5. BEVERLY

Despierto al día siguiente aún con el recuerdo de la conversación que tuvimos anoche con mi hermana y suelto una risita. Es divertido pensar que estamos “compitiendo” por ser la favorita del jefe, es absurdo. ¿Dos hermanas compitiendo por el mismo hombre? Estupideces, mi orgullo femenino siempre en alto, así que me tomo este desafío como en broma y estoy más determinada que nunca. Si Malibu quiere “competencia”, pues la “tendrá” y que alguien me explique por qué lo hablo todo “entre comillas”, pues es que me da risa esta pulseada por Ridge. Pero primero, necesito otro café. Y tal vez un par de donuts. Esto va a ser una larga jornada.

Al llegar a la oficina juntas esta vez, Malibu y yo compartimos una sonrisa cómplice, pero ambas sabemos que la verdadera batalla empieza ahora con los papeles sobre la mesa y el café listo. Ridge aparece poco después y el simple hecho de verlo hace que mi corazón se acelere. Sospecho que no soy la única que padece esta suerte de taquicardias.

—Buenos días, equipo—saluda con su habitual encanto. Malibu y yo respondemos al unísono, lanzándonos miradas asesinas cuando él no está mirando. En broma claro. Ella simula que me quiere cortar la garganta con un cuchillo, yo simulo que le entierro los dedos en los ojos. Cosas de hermanas.

—¡Te voy a matar si lo sigues mirando así! Jajaja—le cuchicheo.

—¡Y yo a ti si te vuelves a hacer la sabionda para seducirlo! Jajajaja.

—Oye, no me hago la sabionda. Aporto con lo que sé.

—Chissst—nos manda a callar Gunter porque el jefe está hablando.

La primera reunión del día comienza y me esfuerzo por mantener la concentración. Resulta que las autoridades de Cultura están con un importantísimo viaje salvando la industria del entretenimiento de Florida y pasaron la reunión para mañana. Unas “mini vacaciones” suelta como comentario al margen Sarah. Sin embargo, cada vez que Ridge habla, siento los ojos de Malibu sobre mí, afuera del despacho de él, como si estuviera midiendo cada uno de mis movimientos. La reunión avanza y trato de aportar ideas útiles, pero no puedo evitar que mis pensamientos se desvíen hacia esas fantasías que parecen invadir mi mente cada vez que Ridge está cerca.

En un momento dado, Ridge se inclina hacia mí para explicarme algo en los bocetos de la feria con los primeros planos y puedo sentir su aliento en mi cuello.  Mi corazón late con fuerza y espero que no se note lo roja que me pongo.

—¿Todo claro, Beverly?—pregunta con una sonrisa.

—Sí, claro. Gracias, señor Bennet—respondo, tratando de mantener la compostura.

—Ridge—me corrige—. Y los planos—. Les da la vuelta—. Van al revés.

—¡Caray! Sí, estaba por…

Me dedica otra sonrisa como si me perdonase el percance y se aleja de mí. La reunión sigue, pero una vez que terminamos y todos se van, nos movemos hacia al exterior y Ridge me alcanza:

—Em, Beverly, ¿todo bien? La mitad de la reunión tuviste los planos dados vuelta.

—¡Sí, señ… Ridge! Me parecía a mí que algo no estaba bien, gracias por estar atento a mí, siempre un placer ser de ayuda.

—Descuida, solo recuerda preguntar cuando no sepas algo.

Una vez que salimos del despacho, Malibu confronta directamente al jefe y le ofrece un capuccino. Creo que ha escuchado esa suerte de reprimenda que acabo de ganarme y sé que luego me lo va a restregar en bromitas.

Un momento.

¿Estoy viendo lo que se supone que estoy viendo? ¿Acaso ha cometido la osadía de desprenderse los botones de la camisa? En el nacimiento de los senos justamente, ¡qué atrevida!

—Jefe, le traje uno como a usted le gusta.

—¡Oh! Gracias, Malibu. Siempre tan atenta. ¿Qué tal va el inventariado?

—Lo acabo de terminar.

—¡Wao, qué destreza! Me lo pasas al mail, ¿sí?

—Sí, Ridge.

Le sonríe y se va.

—¿Ves lo fácil que es? Solo tienes que estar más atenta, hermanita. Veo que no eres tan buena como pareces, que no te ponga nerviosa su mirada—dice, dándome una palmadita en el hombro. Quisiera responderle con un buen empujón, pero mejor no.

—Oh, por favor. No necesito tus consejos, Malibu. Sé lo que estoy haciendo, solo que no soy arquitecta ni ingeniera civil, ¿quién sabe leer el boceto de unos planos?—respondo, tratando de sonar segura de mí misma, pero probablemente parezco más nerviosa que un gato en una tienda de porcelana.

—Je, je, ay, cuánto te quiero, Bevie. Me haces reír. Por cierto, ¿tienes un momento?

—Debo terminar con lo que me pidieron para la reu…

—¡Qué suerte que tengas un momento para tu hermanita! Ayúdame a terminar e inventario que me pidio Ridge.

—¿No que lo habías terminado?

—No, pues. Tu eres más rápida. ¡Porfa! No me hagas quedar como una mentirosa.

Suelto un resoplido y me voy hasta su escritorio para terminar de hacerle las tareas.

Como siempre.

—Te quiero tanto—me dice ella y deja un libro sobre el escritorio.

—¿Y eso?

—Un regalo para ti.

—¿Me estás regalando un libro?

—¡Te estoy regalando un montón de libros! Te tramité un pase a la biblioteca del edificio, espero que aproveches los libros que hay ahí.

—Cielo santo, ¡gracias!—le digo de manera genuina—. En verdad, Malibu, ni siquiera sabía que había biblioteca con servicio al público aquí.

Ella me guiña un ojo y me tira un besito yendo con brincos hasta la puerta.

—¿Quieres café?

—¿Qué? Oye, el inventar…

—Gunter, ¿quieres café?

—Ajá.

Me tira otro besito y se va.

 




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