La Fea y la Bella

6. MALIBU

Es fea y sabe que es fea, pero tampoco se deja ayudar.

A ver, sé que debes estar pensando que soy un monstruo por pensar lo que pienso y decir lo que digo, pero vivimos en un mundo de porquería que premia a las personas que responder a cierto canon de estética.

Y yo no puse las reglas, el mundo es así.

Siempre sentí pena de ver que Beverly toda su vida se esforzó muchísimo con tal de conseguir algún mérito por su trabajo, por su estudio, por agradar a los demás, por conseguir inclusive llamar la atención de algún chico, pero nada. Siempre fuimos muy unidas y siempre tuve que tolerar con la culpa de llevarme siempre las miradas, pero es que ella no hace nada por sí misma. Las pocas veces que ha usado algo de maquillaje fueron porque yo le puse, si alguna vez usó el pelo rizado fue porque yo se lo hice, cuando fue al gimnasio en su momento fue porque yo la llevé y la insté a hacer deporte desde que íbamos a la escuela. ¡No puede ser que aún así no sea tan persistente con su apariencia física como lo es con su ingenio!

Es más, si se esforzara un poco más por cuidar su exterior, no sería tan difícil para ella porque, para mayor de males, no tiene maldad. Lo digo en serio, ella es buenísima, no conozco persona más sencilla, honesta y agradable que Beverly.

Tan buena que la pasan a llevar siempre.

La defendí en muchas ocasiones y eso que de las dos ella es la mayor. La defendí un montón de veces, siempre, cada vez que pude, pero llega un punto en que creces y dices “bueno, hermanita, lo siento, pero es hora de hacer mi vida también”.

Aún así le sigo ayudando y lo seguiré haciendo cada que tenga oportunidad.

Pero con su aspecto físico, bueno, tampoco puedes ayudarle a quien no quiere recibir la ayuda precisamente.

Es mi hermana, la amo, pero la sociedad es una porquería y si no quedó en este empleo y yo sí en una primera instancia, es por un único motivo. Aún cuando la que seleccionó el personal fue una mujer.

Porque la empresa quiere gente bonita que seduzca clientes y sea “la cara de la marca”, porque aunque ella haya querido elegir otra cosa, también debe responder a estándares de que el personal que elija, va a dar buen rendimiento. Un rendimiento que la compañía determina en tanto bueno.

Ojalá algún día Beverly pueda recapacitar, porque tampoco es que sea una opción el cambiar el mundo.

Eso no existe.


 

Es temprano, ya hice mi rutina diurna de skincare y entro en la cocina con los productos en el rostro buscando café. Ahí está Beverly, con su típico cabello desordenado, tratando de rebuscar en el cesto de ropa limpia dos calcetines idénticos mientras la cafetera está encendida. La observo y me pregunto si alguna vez se dará cuenta de que no solo la moda también cuenta sino que la coherencia al vestirse es fundamental.

—Buenos días, hermanita —digo con una sonrisa que podría iluminar toda la ciudad de Florida.

—Buenos días, Malibu —responde ella, sin apartar la vista de su épica batalla con los calcetines.

—¿Lista para otro día en la jungla corporativa?

—Sí, claro. ¿Y tú?—. Beverly finalmente elige un par, aunque sinceramente no veo la diferencia.

—Más que lista. Hoy es el día en que finalmente demostraré que tengo las mejores ideas para el festival de libros—digo, con confianza.

—Tú no estás dentro del plan de la Feria—. Se ríe.

—Lo estaré. Tengo algunas propuestas.

—Jamás te gustaron los libros. Oh, un momento. ¿Me enlistaste en la biblioteca porque fuiste a robar ideas?

—Algo así.

Ambas reímos.

—Sospecho que no es por mérito laboral lo que buscas—me declara ella mientras me sirvo café en un pocillo. No bebo mucho en la mañana antes de salir de casa, siempre además lo corto con leche para que no manche tanto los dientes.

—Qué poca expectativa tienes en tu hermanita.

—No, lo siento, no quise decir eso.

—Pero sí, me importa poco ese evento.

—Touché.

—Pero noto a Ridge muy comprometido.

Su respuesta es solo un resoplido y se mueve hasta su cuarto ya con dos calcetines que son parecidos.

Luego de la rutina diurna, tomamos el tren y sorprendo a Beverly quien apenas está en el vagón se pone a leer un libro de bolsillo, yo por tanto saco otro.

Ella me mira con sorpresa.

—¿Y eso? Vaya, “Cumbres borrascosas”, ¿no es un poco pesado para empezar?

—¿No es el que leía la chica de Crepúsculo?

—Ajá. Pero podrías haber elegido Romeo y Julieta, también leía Shakespeare. Y su nombre era Bella Swan.

—Como sea, es un lindo accesorio—. Le guiño un ojo sabiendo que llamarle “accesorio” a un libro conseguiría molestarla.

Objetivo cumplido.

Llegamos a la recepción del edificio y ahí está Ridge, como siempre, pareciendo una mezcla perfecta entre un modelo de revista y un ejecutivo de alto nivel. Cada vez que lo veo, me derrito un poco. No puedo evitarlo. Es perfecto. Y estoy decidida a ganar su corazón, aunque tenga que competir con mi hermana fea. Ja, ja, “competir”. Es obvio que aunque yo no le interese, él jamás se fijará en ella.

Me da risa, pero también me da pena mi hermana. La quiero un montón, de verdad.

—Buenos días, equipo —nos saluda Ridge al pasar, con esa sonrisa que podría hacer que los gatitos bailen zumba.

—Buenos días, Ridge—respondemos Beverly y yo al unísono, lanzándonos miradas que podrían rivalizar con una batalla de Star Wars.

Luego soltamos una carcajada.

—Ay, hermanita, eres tan divertida—le digo.

—Je, sí, tú también eres divertida, Malibu.

Le doy un empujón.

Ella me da otro.

Yo le propino otro.

Y la tiro al suelo cuando las puertas del ascensor se abren.

—¡Lo siento!—le digo y la ayudo a ponerse de pie, pero no se deja ya que todos los que están cerca la están mirando y se aleja de mí con una mirada asesina de reojo—. ¡Lo siento, lo siento!—insisto con una real punzada de culpa en mi interior.




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