La Fea y la Bella

7. MALIBU

—¡Ridge! ¿Podemos hablar? 

Lo intercepto en uno de los pasillos en cuanto le observo de reojo hasta que sale de su jaula de cristal y me mira con gesto amable, atento, pero un poco acelerado.

—Sí, ¿podría ser luego? Estoy en algo, a punto de salir.

—Será solo un minuto, no te retengo mucho.

—Okay, dime.

Y me atiende aquí, en el pasillo. Podríamos al menos ir hasta su oficina, pero sé que sus tiempos son acotados así que el hecho de que me dedique un espacio improvisado en su apretada agenda es un honor que no le confiere a cualquiera, lo cual es un símbolo de esperanza de que soy especial para él.

—Es que tenía algunas ideas para la feria de los libros y me preguntaba si podíamos discutirlas porque son la muerte.

—¡Oh! Claro, me encantaría escucharlas, ¿por qué no me lo envías por escrito?

—Ni siquiera viste el mail con el inventario.

—Cierto—. Se rasca las sienes—. Prometo hacerlo antes de que termine la jornada, ¿sí? Es importante, gracias por eso. Sigue con tus tareas normales y puedes incluir lo de los libros, ¿y si lo hablas también con tu hermana?

—A mí también me gustan los libros—. Me cruzo de brazos, ofendida.

—Vaya, no lo sabía. Entonces ¿quieres colaborar con el evento?

—Por supuesto que quiero.

—¡Wao! Me alegra saber que contamos contigo, me gusta la gente con iniciativa.

¿Acaba de decir que yo le gusto? Acomodo un mechón de cabello tras mi oreja. Estoy en mi mejor forma, lanzando ideas como si fuera una máquina de conceptos brillantes. Pero luego pasa algo que no me esperaba.

La insulsa de mi hermana se aparece y él me corta en seco:

—¡Beverly! Me gustaría que me acompañes a la reunión con las autoridades estatales, ¿te perjudica mucho la agenda?—dice Ridge, mirando a mi hermana con una expresión que casi me hace caer de nalgas.

¿¡Qué!? ¿A Beverly? ¡Esto tiene que ser una broma! Le estoy dando mis mejores ideas con la mejor disposición y viene ella a interferir como si estuviese a punto de salir y hace que él le pida algo por favor cuando debiera ser al revés. Pero ¿quién se cree que es?

Me esfuerzo por mantener una sonrisa mientras mi interior se desmorona como un flan mal hecho.

—Por supuesto, Ridge. Estaré lista—responde Beverly, con esa humildad irritante que me hace querer estrangularla con sus calcetines sin estilo. ¡Que ni siquiera son del mismo par!—. ¿Es en una hora?

—¿En una hora?—. Mira el reloj de su muñeca—. ¡Rayos, cómo se me ha pasado la mañana!—. Luego se vuelve a mí—. Envíame todo, ¿sí?

Y se va alejando.

—¡Me encanta esa iniciativa!

Más lejos.

—¡Felicitaciones!

Se voltea y desaparece por el pasillo.

Beverly sigue en la dirección donde iba, parece que está cruzando hasta las impresoras para sacar algo que ha mandado a imprimir y yo le sigo el paso.

—Qué bueno que Ridge cuente contigo para que lo acompañes a una reunión importante con autoridades.

—No me emociona en absoluto, sabes lo que opino de la gente de los gobiernos y a Ridge tampoco le agradan mucho.

—¡Ja! ¡Tienen tanto en común!—bromeo con sarcasmo y ella se sonríe, poniendo los ojos en blanco.

—Uff, somos tal para cual, no sabes.

—Era sarcasmo.

—Claro que no lo decías en serio.

—Deja de hacerle ojitos y de ser tan evidente, está claro lo que intentas con él.

Beverly suelta una carcajada y toma las hojas que acaban de salir de la impresora. Parece que han salido mal así que las descarta y reacomoda las siguientes para ponerlas nuevamente en la bandeja.

—Malibu, no sucederá nunca nada entre él y yo. Y deja de hacer esos planteos que no quiero que alguien nos escuche y piense estupideces.

—No me digas lo que tengo que hacer o lo que no tengo que hacer, no estamos en casa. Además, sé que sigues enojada por el empujón al salir del ascensor. Solo te quise contestar al tuyo.

—Fue un accidente. Aunque te agradecería no me humilles a la próxima.

—¡No te humillé! Te contesté al tuyo.

—Ya pasó, ¿sí? Además, despreocúpate del asunto con Ridge, es todo tuyo, nunca un hombre como él se fijaría en una chica como yo. ¿O sí?

Me sonríe con picardía lo cual no sé exactamente cómo interpretarlo. La verdad es que este vaivén en el tono entre mentira y verdad, burla y no burla me hace entrar en un espiral de confusión. Pero es mi hermana, la conozco de toda la vida, nadie mejor que yo para saber lo que busca y lo que quiere.

—Bev—le digo, acercándome un poco más—. No quiero que salgas lastimada, lo digo y hago para cuidarte, me alegra que seas consciente de que Ridge no es para ti.

Ella no dice nada. Solo me mira un momento, vuelve a tomar sus papeles y se va. No entiendo por qué se molesta si no he hecho más que reafirmar lo que ella acaba de decir, quién la entiende.

Acto seguido, me acerco a los papeles con algo de bronca por el hecho de que me deje con la palabra en la boca o porque no me haya contestado o porque se moleste conmigo de manera injustificada y observo que es el informe general del evento ese de los libros. Esto me servirá para ponerme a tono.

Tomo las hojas que se han impreso corridas del cesto y me las llevo a mi escritorio. Si pretendo que Ridge tome en serio mis propuestas, será mejor conocer de antemano qué intereses guarda.

 




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