La Fea y la Bella

11. BEVERLY

—¡Este lugar es perfecto!—exclama Malibu, girando sobre sí misma como una bailarina descontrolada; yo creo que ni siquiera sabe cómo es la distribución de los espacios, la única vez que fue a una feria del libro fue para acompañarme y solo porque le interesaba la presentación que hacía su influencer de moda favorita en nuestra adolescencia—. Podríamos tener una sección de lectura en medio de una piscina de pelotas, ¡sería tan innovador!

—¿No crees que lo libros se mojarían?—le pregunto con sarcasmo.

—La gente que ama los libros cuida no estropearlos. ¿O tu arruinas tus libros, hermanita? No, ni siquiera los rayas, los mantienes intactos, les cuidas más que a tu pelo, de hecho.

La miro, tratando de contener mi risa. Una piscina de pelotas. En una feria del libro. ¿Qué sigue? ¿Un concurso de salto en camas elásticas en medio de una conferencia literaria? Además, claramente que cuido a mis libros como a nada en el mundo, son mis joyas preciadas.

—Malibu, una piscina de pelotas no tiene nada que ver con los libros. Necesitamos propuestas viables—digo, intentando sonar razonable—. Además, mi pelo se ata en una coleta y sigue, los libros necesitan amor.

—Nuestro cabello también necesita amor. Y no por ello le negamos cada tanto un poco de diversión para lucirlo en una fiesta o ante un guapo jefe.

Pongo los ojos en blanco. Ella otra vez con eso, sí cómo no.

—Oh, Beverly, siempre tan seria—añade—. La innovación es la clave del éxito —responde, con una sonrisa que me hace querer tirarla a una piscina de pelotas, pero sin que tenga agua ni pelotas a ver si eso le hace entrar en razón de que no me interesa ni un alisado ni parecerle guapa a nadie.

Empezamos a caminar por el lugar, tomando notas y discutiendo ideas, tomando las referencias que la diseñadora y la arquitecta nos han relegado. Intento concentrarme en los detalles importantes: las áreas de lectura, las ubicaciones para las charlas de los autores, los stands de las editoriales. Pero cada vez que propongo algo, Malibu tiene una "mejor" idea que me saca de la concentración.

—Y aquí podemos poner una pista de patinaje sobre hielo—dice ella, señalando un área amplia lo cual me cae como patada de burro.

—¿Patinaje sobre hielo? ¿En Florida? —pregunto, mirando al cielo en busca de paciencia divina.

—Sí, sería tan único—responde ella, sin inmutarse—. Nunca antes visto.

—Por algo nadie lo ha intentado antes.

—Pensar fuera del molde, cariño.

—Malibu, estamos organizando una feria del libro, no los Juegos Olímpicos de Invierno—respondo riendo con algo de tensión al mismo tiempo que estoy tratando de mantener la calma.

—Estuve investigando, ¿sabes? Y todos los eventos son aburridos.

—Por eso asisten millones de lectores cada año a cada feria que se hace a lo largo y a lo ancho del mundo.

—Faltan personas, o sea. ¡Podrían ser miles de millones sin tan solo pensaras en la gente que no le gusta leer!

—¿Los atraerás con pistas de patinaje y piscinas de pelotas?

—Atrapar al no lector amplía el mercado, ¿no crees?

—No creo que esa sea la manera.

—Porque no eres capaz de flexibilizar tus maravillosas ideas, hermanita.

La discusión se intensifica. Cada idea que propongo, Malibu la convierte en algo completamente absurdo, no puedo creer cómo a Ridge le pareció buena idea incluirnos a ambas en este proyecto. Finalmente, llegamos a un punto en el que ya no puedo contenerme.

—Le dije a Jordan que pongamos un canal de streaming y le gustó, pensaba en competencia de chupitos y tequila para libros de coctelería, imagino que existen, ¡imagina a un montón de borrachos! Comprarían libros a mansalva…

—¡Malibu, deja de proponer ideas ridículas! ¡No sabes nada de libros! —exclamo, frustrada—. Es justamente lo que sucede cuando hay eventos literarios que fracasan, ¡es porque ponen a personas que nada saben del tema a organizarlos y surgen fiascos monumentales con un objeto de prestigio como son los eventos literarios!

—¡Oh, perdón, señora genio de los libros! Al menos estoy tratando de hacer esto interesante —responde ella, cruzando los brazos—. El prestigio viene del éxito y lo aburrido y monótono jamás va a sobresalir.

—Interesante no significa estúpido. Una feria del libro debe centrarse en la literatura, no en trucos de circo, ¿no lo ves?—digo, sintiendo que mi paciencia se agota.

—¿”Trucos de circo”?—. Malibu me mira con furia e indignación—. Solo porque tú eres una rata de biblioteca no significa que todos deban serlo.

—Al menos mis ideas tienen sentido. ¿Acaso te escuchas? ¡Una pista de patinaje! ¡Una piscina de pelotas! ¿Qué sigue? ¿Un concurso de comer tacos en medio de una lectura de poesía? —respondo, casi gritando.

Nuestra discusión llama la atención de algunas personas que pasan por el lugar, pero ninguna de las dos se detiene. Estamos en medio de una guerra de ideas y ninguna de las dos está dispuesta a ceder, la divertida versus la aburrida, la que ama sobresalir versus la que quiere mantenerse a raya, la que no lee versus la que sí lo hace. La que robó ideas de un informe versus la que sí escribió el bendito informe.

—Okay, basta, esto me sobrepasa—le digo con resignación, tomando mis cosas y saliendo del parque donde se supone que se hará la feria—. Si Ridge considera que es buena idea que estés en esto, que condene él este evento, yo no puedo contigo.

—Es tu primera semana y tiras la toalla, ¿quién eres y qué hiciste con mi hermana?

—Tiro la toalla porque tú eres quien precisamente lo está provocando. Yo no puedo exponerme a que sea un fracaso y decepcionar a Ridge y a todo el equipo, apenas estoy iniciando en esto, no puedo irme directo a la guillotina.

—¿Qué me estás queriendo decir?

—Que tus ideas innovadoras no son acordes a este evento.

—¡Deja de tratarme de estúpida!—. No es buena idea seguir a los gritos mientras andamos, pero ya qué va.




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