La Flor de la Luz

Capítulo 1. Alquimia Mágica

Estaba de pie frente a la pared blanca perlada que dividía la sala de estar de las habitaciones en la casa de los Cavendish. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, haciendo que la pared pareciera brillar con un suave resplandor. La textura era lisa y fría al tacto, como si estuviera hecha de nácar.

Colgando de la pared, un poco inclinado, estaba el marco dorado que contenía la fotografía familiar que nos habíamos tomado hacía un par de meses. La señora Cavendish sonreía con dulzura, su cabello castaño recogido en un moño elegante. Su marido, justo al lado, tenía un brazo alrededor de su cintura y una expresión amable en su rostro. Sus dos hijas mayores, de cabello castaño miel y ojos del mismo tono, flanqueaban a sus padres, luciendo idénticas hasta en sus vestidos floreados.

Y luego estaba yo.

Mi cabello rubio, casi dorado, contrastaba fuertemente con el castaño de mi "familia". Mis ojos verdes, brillantes y curiosos, parecían desentonar con el miel cálido y dulce de mis "hermanas". Aunque mi “madre” tenía un tono de piel similar al mío, su cabello era tan castaño como el de sus otras hijas. Y el señor Cavendish... Bueno, él compartía las mismas características biológicas que el resto.

La diferencia era tan evidente que, a menudo, me preguntaba si era adoptada o si mi nacimiento había sido diferente de alguna manera. ¿Por qué era tan distinta al resto de los Cavendish? ¿De dónde venía mi cabello rubio y ojos verdes?

Aunque nunca obtuve una respuesta directa a mis preguntas, di por sentado que simplemente era la hija menor de una familia sencilla que residía en el Reino de Lumaria. Una familia tan común y corriente como la mía, donde mi día a día se limitaba a levantarme para ir a la escuela de prácticas mágicas, regresar a casa para ayudar a mi padre en la tienda de pociones mágicas, y luego pasar la noche con mis hermanas o leyendo algún libro.

El Reino de Lumaria era un lugar donde la luz y la esperanza vivían unidas. El sol siempre iluminaba con una intensidad especial, como si el mismo cielo se esforzara por alumbrar cada rincón del reino. Los colores de la naturaleza eran más vivos que en ningún otro lugar, parecía que la mano de un artista divino hubiera pintado cada flor, cada árbol, cada río con un cuidado exquisito.

En el corazón de Lumaria, se encontraba la majestuosa ciudad de Lunaris, la capital del reino. Era una ciudad de torres de marfil y tejados dorados, donde sus calles estaban repletas de piedras finas que reflejaban la luz del sol, creando un espectáculo deslumbrante.

Pero Lunaris no era solo una ciudad de belleza y esplendor. También era un lugar donde sus residentes compartían la misma cultura. Así mismo, fuera de la capital se encontraban pequeños pueblos y aldeas, donde la gente vivía de forma más sencilla y conectada con la naturaleza. Los habitantes de estas comunidades cultivaban la tierra, criaban animales y practicaban la magia tradicional.

Sin embargo, la fuerza común de todos era nuestra firme creencia en la Flor de la Luz, la fuente de toda la magia en el Reino de Lumaria, y la venerabamos como un símbolo de esperanza y prosperidad, aunque muchos no la hayamos visto.

—¡Shantal!

Mi cuerpo se sobresaltó, el corazón me latía con fuerza en mi pecho, y me obligué a regresar a la realidad al escuchar las consonantes que conformaban mi nombre. Por inercia, mi cuello giró en dirección a la persona que me había llamado, y en una punta de la sala noté la silueta de mi madre con ambas manos en la cintura.

—¿Sí? —respondí con una pequeña sonrisa en los labios, aunque un poco temblorosa, porque sabía que aquella posición significaba que mi madre estaba algo molesta.

—¡Shantal, hija, parecía que andabas en las nubes! Jasper te ha estado esperando en la tienda desde hace media hora, y me ha mandado a buscarte —hizo una pausa mientras se sacudía las manos, dejando una nube de polvo negro en el aire, y siguió hablando de papá—, el pobre está colapsando, hay mucha gente en la tienda que está comprando pociones porque parece que habrá un duelo mágico y todos quieren apoyar a su favorito.

—¿Duelo mágico? —Alcé mis cejas en señal de sorpresa. Hacía mucho que no se hacían ese tipo de cosas en Lunaris ni en ninguna parte del Reino de Lumaria.

Mamá asintió.

—El ganador podrá ser parte de la guardia real de Su Majestad el Rey Bhaltair y guardián directo de la Flor de la Luz —En esta ocasión, mamá había cambiado su entonación por una mucho más alegre—. Todos los hombres jóvenes del reino han sido llamados a presentarse en el duelo.

—¿Y cuándo será? —Pregunté curiosa, con la esperanza de que me dejaran asistir esta vez al duelo.

—Este mismo fin de semana —dijo, haciendo una pausa breve y observando mi rostro con determinación—. Pero ni creas que te dejaré ir si no ayudas a tu padre.

No pude evitar poner los ojos en blanco. Tenía que convencer a mi madre de que me dejara ir al duelo.

—Pero mamá, también están Seren y Nesrin —mencioné a mis hermanas, quienes no habían asistido a nuestro padre en la tienda la semana pasada—. Ellas también pueden ir…

No obstante, ella me interrumpió con un movimiento de su mano.

—Shantal, ya sabes que tu padre necesita ayuda, y tus hermanas tienen sus propios compromisos—hizo una pausa—, Seren está en la escuela practicando magia y Nesrin me ayudará con las compras del mercado, por lo que tienes que ir con tu padre.




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