La flor del clan Mcgregor

Capitulo 6

El viaje hacia las tierras Mackenzie tomó varios días más. A medida que avanzaban, el paisaje se volvía más escarpado y montañoso, con la promesa de fortalezas de piedra encaramadas en las alturas. Para Aileen, cada legua que la alejaba de las tierras McGregor era un peso menos sobre sus hombros, aunque la incertidumbre de su futuro aún la inquietaba como una sombra persistente

Malcolm y Evan demostraron ser compañeros considerados, compartiendo sus provisiones y asegurándose de que Aileen, aún débil por su dura travesía, pudiera mantener el ritmo. Hablaban entre ellos de asuntos del clan Mackenzie, de las tensiones con otros Lairds y de la reputación de su líder, Laird Neilan. Aileen escuchaba en silencio, recogiendo fragmentos de información sobre el hombre que ahora podría ser su protector.

—Neilan es un hombre fuerte y justo—comentó Malcolm una noche, junto a la fogata—. Su prioridad es el clan. Los asuntos del corazón... no son algo que le preocupe.

Evan asintió. —Desde que asumió ser laird tras la muerte de tu padre hace unos años, se ha dedicado por completo a fortalecer a Eilean Donan. No tiene tiempo para distracciones.

Estas palabras pintaron en la mente de Aileen la imagen de un hombre austero y distante, muy diferente del Laird Duncan. No esperaba encontrar calidez o consuelo en Laird Neilan, solo quizás la seguridad que tanto necesitaba.

Finalmente, después de días de viaje, la imponente silueta de Eilean Donan se alzó ante ellos, un castillo de piedra gris aferrado a una pequeña isla donde tres lagos se encontraban. Su mera presencia irradiaba poder y resistencia. Para Aileen, era un faro de esperanza en su mar de incertidumbre.

Al llegar a las puertas del castillo, fueron recibidos por guardias armados que, al reconocer a Malcolm, los escoltaron al interior. El gran salón era austero pero imponente, con tapices desgastados que contaban historias de batallas y un gran hogar crepitante en un extremo.

Laird Neilan Mackenzie los esperaba. Era un hombre de complexión fuerte, con el rostro curtido por el viento y los ojos de un azul penetrante que parecían analizar a Aileen con frialdad. Su presencia llenaba la sala con una autoridad silenciosa.

Malcolm se acercó con respeto. — Neilan, te presento a Aileen. Es una joven del clan McGregor que busca refugio, y es gracias a ella que Johanna pudo escapar.

Aileen hizo una reverencia, sintiendo la mirada intensa del Laird sobre ella.

—Laird Mackenzie—dijo con voz firme, aunque un ligero temblor la recorría—. El Laird Duncan McGregor me sugirió buscar su protección. Me encuentro en una situación... delicada y necesito alejarme de mi clan.

Neilan la observó en silencio por un momento, su expresión ilegible. Finalmente, habló, su voz grave y mesurada.

Aileen observó a Neilan; era un hombre alto moreno y muy guapo. Aileen vio que era agradable a la vista, mucho mejor que Colin; se veía un hombre curtido en la guerra, por lo que le estuvo contando Johanna de vuelta a Eilean Donan. Neilan era el segundo de sus hermanos; Cailean, el mayor, se convirtió en el Laird McDonald al morir el padre de su mujer, Leah, y al no tener hijos, él se convirtió en laird. Malcom, el tercero de sus hermanos, era el que disfrutaba lejos de las responsabilidades de ser laird; estaba tan absorta en sus pensamientos que Johanna tuvo que darle un toque para que siguiera escuchando a Neilan.

—Laird Duncan es un hombre al que respeto. Si él te envía, te ofreceré asilo en Eilean Donan; también te agradezco que ayudaras a mi hermana a escapar. Sin embargo, debes saber que aquí la disciplina y la seguridad del clan son primordiales. Espero que respetes nuestras costumbres.

Aileen asintió con alivio. —Entiendo, Laird. Estoy agradecida por su generosidad.

Mientras Neilan indicaba a un sirviente que preparara una habitación para Aileen, sus ojos se encontraron por un breve instante. En la mirada del Laird, Aileen no vio calidez ni curiosidad personal, solo una fría aceptación del deber. Para ella, eso era suficiente por ahora. Su secreto sobre el verdadero horror del que huía permanecería guardado, al menos hasta que se sintiera lo suficientemente segura en este nuevo y austero refugio.




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