La flor del clan Mcgregor

Capitulo 13

La presencia de Lair Cailean añadió una nueva capa de formalidad a Eilean Donan. Aunque su relación con Neilan parecía cordial, Aileen percibía una sutil tensión subyacente, la dinámica de dos hermanos, uno el Laird actual y el otro, el heredero o un consejero influyente.

Una tarde, Aileen se encontraba buscando hierbas frescas en el pequeño jardín interior del castillo. El aire era tranquilo y solo se escuchaba el suave murmullo del agua en una fuente cercana. Fue entonces cuando oyó voces que provenían de una galería adyacente, la de Laird Cailean y Laird Neilan. Instintivamente, se detuvo, sin querer interrumpir su conversación privada.

Cailean hablaba con un tono más serio de lo habitual. —Neilan, sabes que me preocupo por el futuro de nuestro clan. Tu liderazgo es fuerte, nadie lo duda, pero debes pensar en asegurar la línea sucesoria; tienes veintinueve años. ¿Cuándo planeas tomar esposa?

Neilan respondió con su habitual tono reservado. —Ya he hablado de esto contigo, Cailean. El momento aún no es el adecuado. Mis prioridades ahora son la seguridad y la estabilidad del clan.

—La estabilidad también pasa por tener un heredero —insistió Cailean. Y no puedo evitar preguntarme... ¿Esa criada que visita tu habitación por las noches es parte de tus planes a largo plazo? Porque, hermano, calentar la cama de un Laird no es un destino que perdure.

Un silencio incómodo siguió a la pregunta de Cailean. Aileen sintió un vuelco en el estómago al escuchar la confirmación de lo que había estado observando en la oscuridad. La franqueza de Cailean la tomó por sorpresa.

Neilan finalmente respondió, su voz ligeramente más áspera. —Mis asuntos privados no son de tu incumbencia, Cailean. Y te aseguro que tengo plena conciencia de mis responsabilidades como Laird.

Cailean suspiró. —Solo te digo lo que veo y lo que preocupa a algunos miembros del clan. Una relación discreta es una cosa, pero...

Aileen, sintiéndose cada vez más incómoda por escuchar una conversación tan íntima, decidió que debía alejarse. Sin embargo, las palabras de Cailean y la implícita intimidad entre Neilan y la criada habían sembrado una semilla de confusión en su interior.

Mientras se alejaba sigilosamente, una punzada extraña la atravesó. No eran celos, al menos no como ella lo entendía. Su interacción con Neilan había sido mínima, puramente formal. Sin embargo, la idea de él compartiendo intimidad con otra mujer en el mismo castillo donde ella buscaba refugio la perturbó de una manera que no lograba comprender.

¿Era repulsión por la idea de una relación casual? ¿Le recordaba, de alguna manera vaga, las dinámicas de poder que tanto temía? O quizás, en el fondo, había comenzado a albergar una sutil esperanza de que Laird Neilan, su protector, fuera un hombre diferente, alguien distante de esas oscuras dinámicas.

La imagen austera y reservada de Neilan se tambaleó ligeramente en su mente. La conversación que había escuchado lo humanizaba de una manera inesperada, revelando una faceta privada que contrastaba con la figura pública que mostraba. Y la punzada que sintió, aunque confusa, la dejó con una sensación incómoda y una pregunta silenciosa latiendo en su pecho: ¿qué significaba realmente Laird Neilan para ella?

Al llegar a las puertas del castillo, vio a Johanna que la estaba buscando y Evan estaba con ella como su protector.

—Aileen te estaba buscando. ¿Dónde te habías metido? —dijo Johanna, preocupada.

—Fui a recoger algunas hierbas para hacer tisana y me entretuve —dijo Alieen, pensando todavía en la conversación de Neilan con su hermano.

—Aileen, sabes que no puedes ir sola; podías haberme avisado o avisar a Malcom —le reprendió Evan.

Aileen se disculpó; sabía que si le pasaba algo, Evan iba a hacer el responsable. Le pidió una sincera disculpa. Johanna notó que a su amiga le pasaba algo, pero Aileen dijo que solo se dolía la cabeza y que quería descansar. Cuando se iba yendo a sus aposentos, llegó Neilan con Cailean; esta última, al verlos, se fue de allí corriendo.

—¿Le pasa algo a Aileen? —dijo Neilan, un poco preocupado.

—Se fue a sus aposentos; le dolía la cabeza, creo que la enfermedad del laird McGregor y no poder ir le tiene afectada —le contó Johanna.

—¿Por qué no va? ¿Qué ha pasado realmente para que ella se niegue a ir y se ponga tan nerviosa? —quiso saber Cailean.

Johanna y Evan se miraron silenciosamente; eso no pasó desapercibido para Neilan. Algo pasaba y tanto Evan como Johanna sabían que pasaba. Se había propuesto descubrir la verdad. Aileen era su protegida, pero necesitaba saber de qué y de quién la estaba protegiendo




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.