La flor del clan Mcgregor

Capitulo 15

Aileen buscaba la serenidad que a menudo encontraba en los alrededores de Eilean Donan. El aire fresco y el suave murmullo del viento entre los árboles eran un bálsamo para la confusión que la embargaba desde que escuchó la conversación entre los Lairds. Caminaba sin rumbo fijo, dejando que sus pies la guiaran por senderos apenas marcados, observando las flores silvestres que comenzaban a florecer.

De repente, el sonido metálico de choque y el grito vigoroso de hombres la hicieron detenerse. Siguió el ruido con cautela, apartando ramas y asomándose entre los arbustos. Se encontró al borde de un claro donde varios guerreros del clan Mackenzie estaban inmersos en un intenso entrenamiento con sus espadas. El acero brillaba bajo la luz del sol mientras las hojas chocaban con precisión y fuerza.

En el centro del grupo, su figura destacaba por su porte y su concentración: Laird Neilan. Su túnica habitual había sido despojada, dejando al descubierto su torso fuerte y marcado por el esfuerzo. Los músculos de sus brazos se tensaban con cada movimiento, la piel ligeramente perlada de sudor brillaba con el sol y la determinación se reflejaba en cada línea de su rostro.

Aileen se quedó inmóvil, observándolo sin darse cuenta de cuánto tiempo llevaba allí. Era una visión diferente del Laird distante y reservado; conocía la fuerza bruta y la disciplina que emanaban de él en ese momento, que eran... cautivadoras. Una punzada desconocida la recorrió, una sensación física que la tomó por sorpresa.

Ya había observado a Neilan pelear con su hermano, pero esta vez fue distinto. Nunca se había permitido observarlo de esa manera, y la imagen de su poderío físico despertó en ella una respuesta visceral que la desconcertó. Era admiración por su habilidad como guerrero, por la forma en que dominaba el acero con tanta precisión y control. Pero también había algo más.

Se sintió avergonzada de su propia mirada, de la intensidad con la que estaba observando a Neilan. Era inapropiado. Intentó apartar la vista, pero sus ojos parecían magnéticamente atraídos hacia él.

Como si sintiera su presencia, Neilan detuvo su movimiento y alzó la vista. Sus ojos se encontraron con los de Aileen a través del claro.

Por un instante, el tiempo pareció detenerse. La sorpresa cruzó el rostro de Neilan, seguida por una breve e inconsciente sonrisa que curvó sus labios apenas por un instante, antes de desaparecer tan rápido como había llegado, reemplazada por una expresión ilegible.

Aileen sintió que su corazón latía con fuerza en su pecho, un rubor cálido subiendo por su cuello.

—¿Había sonreído? ¿Por qué?

La fugaz señal la desarmó aún más. Rápidamente, Aileen se giró y se alejó, sintiendo la mirada de Neilan en su espalda; su mente era un torbellino de sensaciones contradictorias. La confusión sobre lo que había escuchado de Cailean se mezclaba ahora con esta nueva y desconcertante atracción física, intensificada por esa breve e inescrutable sonrisa.

La serenidad que había buscado en su paseo se había desvanecido, reemplazada por un torrente de emociones que apenas comenzaba a comprender.

Pero entonces, una presencia se interpuso en su camino.

—¿Disfrutaste la vista, sanadora?

El tono cortante la hizo detenerse bruscamente. Aileen alzó la mirada y encontró a Isla frente a ella, los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión cargada de enojo.

La criada, amante de Neilan, la observaba como si acabara de descubrir un peligro latente.

—No sé qué crees haber visto, pero Neilan no es hombre para perder el tiempo con mujeres como tú —susurró, su voz afilada como una daga.

Aileen respiró hondo, intentando contener el escalofrío que recorrió su espalda. No quería entrar en este juego, no quería demostrar nada.

—Mis ojos pueden posarse donde quieran —respondió con calma, sin mirarla directamente.

La sonrisa de Isla fue burlona. Un desafío.

—Pero no por mucho tiempo.

Aileen apretó la mandíbula y siguió caminando, sintiendo aún el peso de la mirada de Isla sobre ella. El aire, que antes le había parecido tan puro y refrescante, ahora se sentía opresivo.

Y lo peor de todo era que, aunque intentara ignorarlo... la imagen de Neilan y su breve sonrisa seguía tatuada en su mente.

Horas más tarde….

Aileen trató de enfocarse en su trabajo dentro del castillo, pero las palabras de Isla seguían resonando en su cabeza, tan insistentes como el recuerdo del entrenamiento. Cada movimiento de su propia mano sobre las hierbas se sentía torpe, distraído.

Fue en ese momento, mientras organizaba los frascos en la mesa de trabajo, que sintió una sombra cerca de la puerta.

—Pareces… perturbada

La voz profunda la hizo girar de inmediato. Neilan estaba allí, observándola con una expresión indescifrable.

Por un instante, la imagen del claro volvió a su mente. Su torso desnudo, la fuerza de sus movimientos, el breve instante en que sus ojos se encontraron.

Aileen apartó la vista rápidamente.

—Estoy ocupada, Laird.

Neilan avanzó un paso, sin apartar su mirada de ella.

—Lo sé. Pero me preguntaba si estabas distraída por lo que viste esta mañana… o por lo que escuchaste esta tarde.

Aileen tensó la mandíbula. ¿Sabía sobre Isla? ¿O solo estaba probando su reacción?

—No tengo interés en los asuntos personales de otros —dijo con firmeza.

Neilan ladeó levemente la cabeza, como si encontrara su respuesta… interesante.

—Curioso Tu mirada en el claro decía otra cosa.

El aire en la habitación pareció volverse más espeso. Aileen sintió que su pecho se apretaba.

Neilan lo sabía.

Y lo peor de todo era que… ella también lo sabía




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