Después de su conversación con Neilan en el jardín, el peso de sus palabras aún seguía resonando en la mente de Aileen. ¿Por qué se había tomado el tiempo de hablar con ella sobre lo que había visto en el entrenamiento?
Intentó concentrarse en sus tareas, ayudando en la preparación de la cena, pero su mente divagaba constantemente. Sentía las miradas de los sirvientes, preguntándose si alguno de ellos había notado algo extraño en su comportamiento.
Más tarde, mientras ayudaba a Lady Leah a ordenar sus aposentos, una criada se acercó con un pergamino sellado.
—Para ti, Aileen —dijo la criada con una pequeña reverencia
Aileen tomó el pergamino con el corazón latiéndole aún más rápido. El sello llevaba el emblema del clan Mackenzie.
Lo abrió con cuidado y leyó las escuetas palabras escritas con una caligrafía firme:
Aileen, te espero en mi estudio después de la cena. Tenemos asuntos que discutir.
—Neilan Mackenzie
La sorpresa la dejó sin aliento. ¿Qué asuntos quería discutir con ella el Laird? ¿Tenía algo que ver con lo que había presenciado durante el entrenamiento?
Lady Leah, que había estado observando su reacción, preguntó con suavidad:
—¿Todo bien, Aileen? ¿Quién te escribe?
Aileen sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No podía apartar los ojos del pergamino.
—Es… Laird Neilan —respondió con voz apenas audible—. Me pide que lo vea después de la cena.
Lady Leah pareció ligeramente sorprendida, pero respondió con una sonrisa amable.
—Entonces debes ir. El Laird rara vez solicita audiencias privadas. Quizás tenga algo importante que decirte. No te preocupes, estoy segura de que todo estará bien.
Pero Aileen no podía estar segura de nada.
La cena se le hizo eterna. Intentó comer, pero la ansiedad le cerraba el apetito. Observó a Neilan en la cabecera de la mesa. Su rostro seguía siendo inexpresivo, como de costumbre, sin dar ninguna pista sobre el motivo de su invitación.
Aileen bajó la mirada a su plato, pero de pronto sintió que alguien la observaba.
Levantó la vista y se encontró con Laird Cailean. El hermano mayor de Neilan la miraba con curiosidad, una leve sonrisa juguetona en los labios, como si hubiera notado algo en la forma en que ella había estado evadiendo la mirada de Neilan.
Aileen sintió una punzada de incomodidad. ¿Acaso era tan evidente?
Finalmente, cuando la cena concluyó y los demás comenzaron a dispersarse, Aileen se dirigió con paso vacilante hacia el estudio de Neilan.
La puerta, grande y de madera oscura, parecía imponente. Respiró hondo antes de llamar suavemente.
—Adelante —respondió la voz profunda de Neilan desde el interior.
Aileen abrió la puerta y entró en el estudio.
La habitación estaba iluminada por la luz cálida de una chimenea crepitante y varias velas que proyectaban sombras danzantes en las estanterías repletas de libros. Un gran escritorio de madera oscura, cubierto de pergaminos y mapas, ocupaba el centro de la estancia.
Laird Neilan estaba de pie junto a la ventana, con las manos entrelazadas a la espalda, mirando hacia el exterior donde la noche comenzaba a envolver el loch.
Se giró lentamente al escucharla entrar.
Su mirada era intensa, escrutadora, pero no hostil. Aileen sintió un vuelco en el estómago al recordar la imagen de él sin camisa.
La formalidad del estudio, con su aire de erudición y poder, y la vestimenta seria del Laird ahora contrastaban fuertemente con esa visión, creando una tensión palpable en el aire.
Neilan no habló de inmediato. Solo la observó.
Aileen intentó mantener la compostura, pero su piel ardía bajo su escrutinio.
—Aileen —dijo finalmente Neilan, con una voz grave que resonó en la habitación. Gracias por venir.
Hizo una pausa. Sus ojos no la soltaban.
—Te he pedido que vengas porque... tengo una propuesta que hacerte.
La incertidumbre se apoderó de Aileen.
—¿Una propuesta? —murmuró, sin poder evitar que su voz revelara algo de nerviosismo.
Neilan asintió levemente.
—Sí. Y creo que podría ser beneficiosa para ambos.
Sus palabras eran enigmáticas, pero su tono tenía algo más. Algo que hizo que el estómago de Aileen se apretara.
Neilan avanzó un paso, acercándose apenas, pero lo suficiente para que Aileen sintiera el cambio en la atmósfera.
—He notado tu dedicación al clan —continuó él, con calma. Eres respetada por tu trabajo, por la manera en que cuidas a los demás. Eso es algo que valoro.
Aileen tragó saliva. Cada palabra parecía cuidadosamente elegida.
Neilan la observó unos segundos más antes de inclinarse levemente sobre su escritorio y tomar un pergamino enrollado. Lo deslizó sobre la superficie hacia ella.
—Quiero que consideres una nueva posición dentro del castillo.
Aileen miró el pergamino con confusión, pero antes de que pudiera hablar, Neilan añadió:
—Una posición más cercana a mí.
El aire en la habitación se volvió opresivo.
Aileen sintió que el calor en su rostro aumentaba. ¿Más cercana a él? ¿Qué quería decir con eso exactamente?
Neilan mantuvo su mirada firme, esperando su reacción. No había ninguna sonrisa ahora. Solo expectación.
Aileen tomó el pergamino con dedos temblorosos y lo desenrolló. Sus ojos recorrieron las palabras escritas con esa misma caligrafía firme que ya conocía.
Y entonces, su pulso se aceleró aún más.
Porque la propuesta era algo que nunca había esperado